Kevan Dark.
31 de Octubre de 1994.
Éramos cinco los que llegamos, de todos nosotros yo era el único que quedaba; por lo menos con vida. Mis cuatro amigos, tres chicos y una chica habían caído muertos en menos de las tres horas que teníamos para salir de éste lugar. No voy a mentir, estaba completamente asustado, ser la única persona con vida en este maldito lugar a mitad de la noche era una completa pesadilla para cualquiera.
Trataba de no hacer ruido alguno al caminar, pensaba muy bien antes de dar el siguiente paso; solo faltaba un piso, un piso para el verdadero reto según tenía entendido. Logre llegar a la escalera que llevaba al primer piso, por un momento sentí un gran alivio, tanto que me daban ganas de dar un suspiro; pero tuve que contenerme ya que aquí hacer éso, podría llevarte a la muerte y aún más, ya que me encontraba tan cerca de salir de éste sueño o más bien; pesadilla.
Comencé a bajar cada escalón con toda la paciencia que podía tener, sentía que mi corazón estaba a punto de salir de mi pecho debido a sus fuertes latidos. El lugar estaba hecho un verdadero asco, la pintura color crema estaba ya muy desgastada, el piso lleno de huellas de lodo de personas que habían estado aquí antes, algunos de los muebles estaban rotos, había un enorme candelabro tirado a mitad del pasillo y debajo de él, estaba el cadáver de una chica; el cuerpo estaba en proceso de descomposición, la peste era imposible de ignorar así que me tape la nariz con una parte de mi playera para por lo menos, poder soportarlo por más tiempo. El cadáver tenía la boca abierta y una de las cuencas de los ojos estaba vacía, sólo le quedaba el ojo derecho de cual, un gusano blanco salió como si se tratara de una manzana.
Estaba a mitad de las escaleras, no podía evitar sentirme vigilado en todo momento, voltee a ver por detrás con discreción pero… no había nada así que continúe con mi camino.
Cuando mis pies tocaron el piso me dirigí lo más rápido y discretamente posible hacia la salida del lugar, ésta era de cristal y a través de ella se podía apreciar el frondoso bosque que me esperaba a tan sólo doscientos metros de donde estaba. Tanto mis pies como mis manos temblaban como gelatina, estaba demasiado nervioso que sentía como mi respiración era cada vez más agitada, aunque no quería me detuve para tratar de tranquilizarme.
Estaba a la mitad del pasillo, inhalaba y exhalaba con toda la calma que me fuese posible pero aún así, mi respiración seguía igual y por lo tanto, mis manos y pies de gelatina también. Una parte en el fondo me hacía sentir la necesidad de ponerme a correr, sentía que me decía las palabras.
"Corre, ya falta poco, ellos no te podrán alcanzar"
Y quizá mi subconsciente tenía razón, pero no quería confirmarlo ya que también existía la posibilidad de que estuviese equivocado; y es que... en momentos como éstos es cuando te das cuenta de lo mucho que puedes llegar a extrañar a tu familia, sólo en momentos como éstos, en los cuales estás bastante cerca de la muerte.
Pasaron unos cuantos minutos, no se exactamente cuántos pero sí los suficientes para calmarme de nuevo y comenzar a caminar; el piso estaba bastante sucio con manchas de lodo y sangre seca, al igual que trozos de los focos rotos del candelabro que estaba a una muy corta distancia de mi; la cabeza de la chica había quedado de lado, era más hueso que carne podrida apestado el lugar, me provocaba escalofríos el sólo hecho de pasar tan cerca de ésa cosa puesto a que... parecía que me quedaba observando con el único ojo que le quedaba; pero me daba más repugnancia el hecho de que gusanos salían de entre la carne putrefacta.
Regrese la mirada a la puerta tratando de olvidar las desagradables imágenes que habían quedado en mi memoria, faltaban menos de cinco metros para llegar a ella; una pequeña sonrisa se formó en mi rostro con tan solo pensar que estaba a punto de ser libre.
Un minuto después ya estaba frente a la puerta, sólo era cuestión de abrirla y todo estaría bien; dirigí mi mano al picaporte para girarlo pero algo estuvo mal, y es que el picaporte no giraba lo cual me puso nervioso y asustado al mismo tiempo, la sonrisa se había invertido en un gesto de preocupación, no trate de abrirla con fuerza para que la vieja madera de la puerta no crujiera.
Trate de mantener la calma, gire la cabeza hacia todas direcciones para tratar de encontrar otra opción, pero en el lugar no había otra cosa más que muebles tirados, sillas, objetos de cristal rotos tales como vasos o viejos jarrones de flores, lo que menos quería era romper el cristal de una de las ventanas.
Por un momento creí ésa era mi única opción, hasta que note algo en particular. Las cortinas de una de las ventanas se movían por medio de las corrientes de aire, gracias a eso pude ver que uno de los cristales estaba roto así que no dude por un segundo dirigirme hacia el. En cuando llegue tome con mis manos la cortina en movimiento para poder apreciar mejor el agujero, al parecer alguien había roto el cristal con la ayuda de una silla ya que había precisamente una del otro lado de la ventana. Puse total atención en el agujero, era un poco pequeño y sinceramente, dudaba que pudiera cruzarlo fácilmente.
Deje la cortina a un lado, sentí un poco de frustración al tener en mente la idea de que no podría salir del lugar. Traté de pensar en posibles soluciones o alternativas, pero no se me ocurría nada, no quería rendirme, no podía rendirme y mucho menos; ahora que estaba tan cerca de salir de Hylthon. Regrese la atención a la puerta, debía haber alguna manera de abrirla sin provocar algún sonido brusco, sólo pasó una idea por mi cabeza, era algo bastante ridículo y que quizá podría funcionar pero para éso, necesitaba un pasador y no tenía ninguno en mano; la única que pudo haber tenido uno éra Dalia, pero su cadáver había quedado en el tercer piso y ése lugar era bastante peligroso. Necesitaba un pasador, si tan sólo...
Giré la cabeza en dirección al candelabro, el cadáver putrefacto de ésa chica podría ser mi única solución. A fuerzas comencé a caminar hacia ella, en cuando la peste tocó mis fosas nasales metí todo el oxígeno que me fuera posible en mis pulmones y traté de avanzar lo más rápido que me fuese posible. Llegue a estar a centímetros de ese repugnante cuerpo tirado en el suelo, de cerca podía notarse aún más la falta de piel y carne, los asquerosos gusanos emergiendo de éste y bizarro que se sentía tocarlo. Estuve así por unos dos minutos, mis pulmones me exigían más oxígeno pero no quería inhalar ese desagradable aroma. Fueron unos escasos segundos más los que me llevaron encontrar entre su escasa cabellera, una leve sonrisa de felicidad se formó en mi rostro y me aleje de ese lugar pero... todo fue en vano.
El entusiasmo por salir de ese lugar fue tan grande que no me di cuenta de que la tela de mi pantalón se había atorado en el candelabro por lo que caí y al momento de tocar el suelo todo el aire acumulado en mis pulmones salió mientras tosía, al percatarme de lo que había sucedido me levanté rápidamente para comenzar a correr en dirección a la ventana y terminar de romperla y es que ahora ya no importaba si hacía ruido o no, ellos vendrían por mi sin dudarlo.
Estaba a tan sólo tres metros de la ventana cuando sentí que mis piernas dejaron de responderme, literalmente comencé a dejar de sentirlas lo cual me asustó; trate de seguir pero parecía inútil, caí de rodillas al suelo a tan sólo dos metros de la salida, use mis manos para sostenerme del suelo, pero con el paso del tiempo también perdí la sensibilidad hacia ellas y lo que restaba de mi cuerpo también cayó.
Mi cara había quedado contra el sucio piso, hice esfuerzos para tratar de levantarme pero no funcionaba, mi cuerpo no respondía a las órdenes que le daba, de la nada algo me estremeció.
Una discreta sonrisa infantil lleno el lugar, trate de ver hacia atrás. Unos pies pequeños estaban justo detrás de mí, poco a poco fui levantando la vista para encontrarme con el cuerpo de una niña, tenía colocada una máscara de conejos y en su mano derecha tenía agarrada una calabaza, parecía ser la misma niña que había matado a Dalia por lo que, desesperadamente traté de salir del lugar; mis inútiles esfuerzos parecían causarle risas que incluso comenzó a aplaudir, mi sufrimiento era su diversión.
Metió la mano derecha en la calabaza y de ésta sacó una navaja y comenzó a caminar lentamente a mi, ésos pequeños pies aparecieron frente a mi, la niña se colocó de cuclillas y pude sentir el filo de la navaja atravesar la carne de mi cuello, comencé a gritar desesperadamente, sentí la sangre correr por el, sentí como la punta llegó a lo que posiblemente era mi aorta, la sacaba y volvía a meterla en distintas partes de mi cuerpo, el cuello fue el principio, siguió la espalda, la cabeza y... los ojos. El lugar se había llenado de mis gritos de dolor y las risas de la niña, sentía mi cuerpo debilitarse, me sentía mareado, escupía sangre y el horrible dolor de las heridas parecían hacerse cada vez más fuertes, pensé que me dejaría en paz mientras agonizaba pero no, al parecer ella quería verme morir lentamente y siguió con lo suyo.
Llegó el punto en el que clavó la navaja en ambos ojos y deje de ver, involuntariamente mi boca de abrió y sentí como ella sacaba mi lengua, más gritos llegaron a mí al sentir como ésa maldita niña me cortaba la lengua, llegó el punto en el que no pude más, y mi cuerpo se convirtió en decoración para ése maldito lugar.
En ese momento comprendí una cosa, regla número uno; pase lo que pase, siempre guarda silencio