Silencios que matan

Capítulo 24

-Entonces ¿si quieres salir con nosotros? -preguntó Rafael sacando una rosa roja y poniéndosela en el pelo a Érika. 

Era su manera de intentar chantajearla.  

-Gracias, está muy linda la rosa, pero tenemos tarea que hacer -dijo esta mostrándole el libro.  

-Pero no son para mañana, podemos hacerlas en otro momento e ir hoy al cine.

-Prefiero estudiar -refutó  

El chico soltó un suspiro fingiendose derrotado.

-Bueno, al menos lo intenté -dijo mirando a Juana, que sonreía con un libro en las manos.  

-Eso veo, pero acabas de perder la batalla.  

-Si, aunque aún tengo oportunidad de ganar la guerra. No sé cuál será, pero estaré preparado. Me armaré con todo -simuló que su mano era una pistola y disparó al aire.  

Las chicas se rieron.  

Erika le pasó un libro. 

-Mejor ponte a leer que son tus notas las que están en peligro.

-Eh, pero eso no es porque yo no estudie, sino porque entré casi a mitad de año a la escuela y muy bien que lo sabes porque he estado estudiando contigo desde entonces.

-Eso es cierto, pero no está de más que estudies.  

Tomó asiento frente a ellas en el suelo. Érika sacó otro libro de su mochila y así estuvieron los tres un largo rato reunidos en el lugar donde ella se estaba quedando.

Habían pasado dos semanas desde que Érika se fue de su casa y en ese tiempo había recibido muchas llamadas de su madre, pero no le había dicho dónde estaba porque eso podría traerle problemas.  

Juana y Rafael habían ido a buscar sus cosas, con la suerte de que justo en ese momento Gabriel no estaba en casa, así que ni siquiera tuvieron que cruzárselo. 

Ambos le pidieron que se quedara en sus respectivas casas, pero ella se negó. Ya bastante tenían con tener que ayudarla como para también tener que cuidarla allá. 

Desde hace tiempo,Érika había previsto una posible huida y por eso pintaba cuadros y los vendía, en consecuencia, tenía dinero suficiente para vivir unos años por su cuenta (sobretodo, porque seguía pintando y vendiendo), y así que eso hizo. Alquiló una casa cerca de la escuela y empezó a vivir allí con apenas una cama y unas cuantas cositas que Rafael y Juana le ayudaron a conseguir. Parecía más un taller de pintura que el lugar donde alguien vivía, pero estaba cómoda. 

-Ahh, no entiendo nada -se quejó Rafael.  

-Estamos igual, pero de ahí hay que llenar la práctica, así que tenemos que hacer el esfuerzo por entender.  

-Exactamente -Apoyo Juana -sino estaremos el jueves vueltos locos por dejarlo todo para el último día.  

-Dios ¿En qué momento se me ocurrió empezar a trabajar en equipo con las nerds del salón? -Exclamó mirando hacia el cielo.  

-Déjame ver, ¿No fue el día en que empezaste a salir con una de las nerds del salón? -dijo Érika con la ceja levantada.  

El hizo ademán de pensárselo un momento.  

-Ciertamente, solo estar contigo valdría una tortura cómo esta -Ella se hizo la ofendida y volvió la vista al libro. -pero tranquila, estoy dispuesto a soportarlo si eso me hace digno de ti.

-Ahh, que romántico -comentó Juana  

-¿Verdad? Soy todo un amor.

-No le sigas la corriente que se pasa la tarde entera así -le reprochó Erika a su amiga.

-Si, pero no puedes negar que te gusta que yo sea así -le giñó un ojo y ella se sonrojó  

-Mira que linda se ve mi novia con las mejillas rojas -se acercó a besarla haciendo que se sonroje aún más. 

-Ustedes son especiales -comentó Juana mirándolos con ternura -Pero no quiero que me agarre la noche aquí y que no hayamos avanzado nada. Encontré la primera respuesta, vamos a copiarla.  

-Esta bien -dijo un Rafael con tono cansado.  

Ambas se echaron a reír   

Así pasaba Érika sus días últimamente, entre risas, tarea y pintura, entre cenas en compañía de su novio y su amiga o entre cenas en casa de cualquiera de ellos, todo dependía de en casa de quién estuviera cuando llevaba la noche, si era en la suya casi siempre compraban algo porque si de algo tenía la suerte era de haber caído en una zona con muchos puestos de comida.  

A veces en medio de las risas, se metía un pensamiento intruso y le hacía extrañar cenar con sus padres aunque con ellos era como estar sola a la mesa y ahora estaba más que acompañada.  

Cuando dormía con Juana se quedaban hasta tarde conversando sobre eso y esta le había dicho muchas veces que todo iba a volver a la normalidad y que iba a volver a cenar, por lo menos con su madre, en un tiempo, pero querían que las cosas se calmaran, querían que ir a verla no significara poner en peligro su vida y hasta que eso sucediera la tendría a ella y Rafael al lado, dándole apoyo. 



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En el texto hay: tristeza, amigos y amor, seretos

Editado: 23.06.2023

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