Revelaciones
—¡Otra vez William ganando! —se quejó Ethan.
—Se engañaron Ustedes, creer ganarme sobre mí mesa de pool —aclaró William riéndose.
—Bueno, bueno, mete la bola negra y terminemos con eso —refunfuño Robert— y luego nos vamos.
William tomo todo su tiempo e incluso más para calcular su última y majestuosa jugada, calculó la trayectoria de la bola negra en cinco bandas para caer en el hueco izquierdo del medio. Con delicadeza, William deslizó varias veces su taco apuntando al centro de la bola blanca alineando su tiro con la bola negra. Estaba preparado para pegar la bola cuando sintió su ritmo cardiaco acelerarse con rapidez. Sus manos comenzaron a sudar resbalando sobre su taco, su visión se borró distorsionando los bordes de la bola blanca. William cerró sus ojos pero su mente se volvió más confusa; temblores atacaron sus manos humedecidas, al abrir sus ojos la bola blanca pareció bailar acercándose más y más cerca hasta convertirse en una mancha borrosa extendiéndose por todo el salón en una luz cegadora.
En la inmediatez, William no alcanzó a ver su rostro, solo vio un cuerpo translucido y unas trituradoras manos amenazarlo con ira. En el fondo de la habitación, Nina levantaba su brazo para protegerse del lívido espectro acercándose demoniacamente. El fantasma agarró su brazo aplastándolo con su mano de acero, luego aproximó su cráneo cerca de los oídos de Nina y chilló perforándoles los oídos dolorosamente. Bajo las convulsiones de Nina, sin pensarlo William tomó el taco como arma y lo aplastó sobre aquel demonio.
—¡William! ¡William! —gritó Adam intentando inmovilizar a William con la ayuda de Ethan y Robert hasta que William se calmará.
—¿Qué fue eso? —escupió Robert asustado.
—¿Qué?, ¿Qué pasa? —preguntó William confundido mirando las caras desechas de sus amigos.
—¡Atacaste el pool, loco! —Exclamó Ethan.
Desconcertado William miró el pool hundido en el impacto del taco totalmente destrozado.
—Y por cierto perdiste —añadió Ethan— la bola blanca entró primero —detalló Ethan muy satisfecho.
La actitud de Ethan contrastaba con la preocupante seriedad de Adam; callado, los brazos cruzados sobre su pecho, él observó a su mejor amigo cuya salud mental se deterioraba en cada conexión con Nina.
Adam tenía tres teorías, y ninguna de las tres le gustaba: la primera, menospreció el vínculo que unía William y Nina por compartir sus almas; la segunda -peor aún que la primera- la vida de Nina peligraba al punto que los lazos de sus almas se fortalecían; la tercera, y la más descabellada, fuese que Nina causará por sí sola esa conexión con William. En todas, Adam sintió una profunda tristeza y frustración, no solamente perdió a Nina pero también a su mejor amigo.
Adam caminó fuera de la sala con su celular en mano y digitó el número del padre de William.
—Me podría comunicar con James de Montgomery…
—¿Quién desea conversar con él? —preguntó la secretaria.
—Es Adam de Ridefort, él me conoce.
—El señor Montgomery, conoce a muchas personas señor… ¿algún tema en particular?
—Dígale que soy el amigo de su segundo hijo, William.
—En seguida señor de Ridefort.
Después de una larga espera otra voz contestó a Adam.
—¿Adam, eres tú? —preguntó James extrañado.
—Sí, soy yo, ¿quién más?
—¿Está todo en orden? Faltan dos días para vernos.
—No quisiera mentirle, tampoco exagerar. William necesita de su presencia.
—¿Qué ocurre? —preguntó James preocupado.
—Es muy complicado.
—Pero Will, está bien, ¿verdad?
—No lo llamaría de ser así.
Hubo un silencio, James fue el primero en hablar.
—¿Acaso se trata de esa mujer, la de la bufanda?
—En efecto tiene mucho que ver —contestó Adam muy reservado.
—Adam —dijo James súbitamente cansado—, no hables con nadie... —hubo un momento de vacilación—, no le comentes a nadie, y no me llames más sobre esa línea. Veámonos mañana a mi casa.
—Lo haré —dijo Adam aún más preocupado que antes.
—Gracias, y no salgan. Quédense a donde están. Cuídense muchachos.
—Como siempre —contestó Adam antes de colgar.
Recurrir a James fue lo único sensato, mismo si William se iba a enojar con él. Pero dadas las circunstancias no le quedaba más remedio, Adam necesitaba la experiencia de su predecesor, y por lo visto James no parecía ignorar la situación.
Adam presionó el puente de su nariz, tenía los nervios de punta y se sentía entre la espada y la pared. Por un lado debía encontrar a Nina y salvarla, pero por otro lado su responsabilidad como jefe del clan era proteger a los suyos.
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Editado: 09.12.2018