La aguja de los segundos de mi reloj parece regir el ritmo de la brisa al soplar entre las delicadas ramas de los arbustos, llevando a su paso los pétalos de las flores marchitas. El otoño llega, las hojas caen, la humedad del frío se infiltra en mi mente y en mi corazón. Las dudas y la tristeza me asechan al ver las nubes oscurecerse; su grosor refleja a la perfección la profundidad de mi desconsuelo y la magnitud de mi pesar. A medida que la oscuridad se instala sobre el campus, las luces de los faroles se encienden poco a poco. No me muevo, sigo contemplando los minutos irrecuperables que desfilan sin mover un solo dedo. Una vez más, me siento como un espectador inmóvil mientras todo gira a mi alrededor. Maldiciéndome, retengo mis sentimientos a la raya. Mi desesperación es tan desgarradora que no sé qué hacer. La frustración me domina. Estoy por salir lejos de aquí por aire, cuando veo la luz de la pantalla de mi celular encenderse a través de la tela azul oscura de mi chaqueta sobre la silla. Sin tardar, chequeo la pantalla: es William.
—Will —digo, metiendo mi otra mano en mi bolsillo.
—Adam, ¿pasa algo? —Callado, trato de buscar las palabras correctas, ¿por dónde comenzar? Una vez más soplo. —¿Quieres que vaya por ti? —propone William tenso. En silencio, escruto el jardín del campus. Will quiere venir aquí, si salgo por esa puerta no podré retenerme e iré tras Nina. Por otro lado, conversar con William me parece la prioridad número uno, después de todo se trata de su media hermana, pero hermana al fin. ¿Cómo puedo decirle que su padre le fue infiel a su madre con una mortal? Se volverá loco, después de todos los sermones de su padre sobre el honor, el deber, y la fidelidad a la familia—. Adam, voy por allá —decide William, antes de colgar.
La mente en blanco, bajo mi mano.
No puedo procesar la inmensidad del trabajo que me queda por hacer.
No quiero equivocarme, no puedo equivocarme.
Y si fallo... No, no puedo fallar. El fracaso no es una posibilidad, no hay lugar para el error.
Todo, debo controlarlo todo.
¿Podré hacerlo? Nunca tuve que preocuparme por alguien más fuera del grupo; y de pronto, tengo que salvar a toda la humanidad y a Nina.
No soy un héroe, soy solo un Inmortal enamorado.
A lo lejos, escucho los pasos apurados y precipitados; tiene que ser William. Creo que, sin duda, nunca lo he necesitado tanto como ahora. Me alegra tanto tener su amistad que casi me siento afortunado.
Como siempre, él entra sin tocar, y se me queda viendo en silencio. Sin decir una sola palabra, prende las luces y mi reflejo aparece en los ventanales de mi consultorio junto con la de William detrás de mí.
—No te quedes aquí, salgamos —me invita William con preocupación.
—Si paso esa puerta, William, cometeré una locura. —Cierro los ojos respirando hondo, preguntándome si lograré encontrarme con Nina sin perder el control. Ella no me conoce, y lo único que quiero es llevármela conmigo; es irracional y estúpido, lo sé. Pero llevamos tanto tiempo sin vernos, tanto tiempo que quiero abrazarla, sentir el olor de su piel y de su perfume, impregnarme del calor de su cuerpo, tomar su delicado rostro y sentir la suavidad de su cabello. La necesidad de estar con ella es tan intensa e incontrolable que siento mis impulsos controlar mi mente. Con los puños crispados, enfrento a William—. Por favor siéntate, tenemos que hablar —digo ofreciéndole una silla sentándome. William observa el desastre a su alrededor y me mira con angustia.
—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.
—Lo sé Will, lo sé.
—¿Es una mujer? —dice con una sonrisa comprensiva, y me rio con toda mi alma.
—Es una forma de resumirlo, pero no solamente es una mujer. Es una persona muy importante para todos, incluyéndote. Verás, lo que te voy a explicar puede sonar extraño, puede que pienses que perdí la cabeza. Y a lo más seguro, sea cierto. Pero no le resta la importancia a lo que te voy a explicar. Intentaré ser preciso e ir al punto. Escúchame con atención y no me interrumpas, a pesar de lo que puedas descubrir —ajusto mi corbata, aclaro mi voz y lo suelto todo—: dentro de poco, tu padre renunciará a su puesto de Maestro del Temple, tú tomarás su puesto y yo seré elegido como el nuevo Gran Maestro por el ritual de Los Sabios. En otras palabras, seré el nuevo jefe de la Orden del Temple. Tú y yo, con Ethan y Robert, tendremos que luchar para adueñarnos de la Orden para cambiar la agenda mundial. La resistencia será fuerte y dura, pero ambos tendremos un motivo imparable, ambos amaremos a la misma mujer. Yo, por ser mi alma gemela; y tú, por ser tu media hermana. Ella, se llama Nina, es hija de una Gaía y de tu padre.
—¿Cómo? ¿Estás seguro? —pregunta William desconcertado.
Cierro los ojos y asiento. —Nina, además de ser mi novia y tu media hermana, es la última Maga. Todavía no logro entender cómo, pero ella tiene en sus manos el destino de todos nosotros, de los Inmortales, de los Sin-Almas, de los Gaía y de la humanidad
—¿Los Gaía?
—Son nuestros enemigos jurados, ¿te recuerdas? Mi predecesor, los maldijo al ser quemado en la hoguera. Esa maldición desencadeno efectos nefastos, enfermedades y muertes prematuras. Ellos, los Gaía, no tuvieron otra opción que de recurrir a la brujería para salvar a sus vidas. Sin extenderme mucho, ellos sacrifican sus vidas dejando a Gaía decidir su destino: o mueren, o vuelven con poderes; generalmente su fuente es la misma con la cual se han sacrificado. El fuego, es la hoguera; el agua, es el ahogo; el aire, es la soga; y la tierra...