Sin edad para el amor

Capítulo Uno

RACHEL 

Nadie me preparó para la realidad, ni mis padres o conocidos me lo advirtieron, era una chica en una burbuja, y eso era un asco. Entonces él llegó a mi vida y así empezó todo.

    Sabía que nada era perfecto, pero mi vida realmente lo era. No podría quejarme, era hija de Richard Casablanca, un multimillonario bien consolidado.

Vivía entre lujos y las mejores comodidades que pudiese desear. Mi madre constantemente me repetía que siempre mantuviera los pies en la tierra y que jamás me creyese superior, pero siendo sincera. Era superior al resto. ¿Por qué iba a aparentar lo contrario? Fueron ellos quienes crearon a alguien completamente diferente.

    Con esas ideas locas a mi madre se le metía a la cabeza que un día nos quedariamos sin el suficiente dinero y por lo tal tendríamos que acoplarnos a una vida de clase media. ¿Qué significaba eso? Bueno, era nada de lujos, era abandonar nuestra glamurosa casa para irnos a meter a un departamento pequeño y, sobre todo, horrendo.

     Cada año hacía eso, y justo en mis cumpleaños. Un día le cuestioné, le hice ver que eso jamás sucedería porque bueno era obvio. Pero como siempre me ignoró por completo. No entendía que este tipo de situaciones me llegaban a afectar realmente.

    Mi padre tampoco estaba del todo conforme con la idea, sin embargo, nunca se ponía a discutir las decisiones de mi madre, al fin de cuentas el imperio que había formado era gracias a la ayuda de ella.

    Jamás podría decir no a esas <<vacaciones>> ya que, de lo contrario, me cancelarian mis tarjetas por meses. Una vez lo hice, y fue una pesadilla.

    Estaba en la diminuta habitación maquillándome cuando mi padre se paró en la entrada de la puerta.

— Tú madre dice que iremos a cenar, que te pongas algo sencillo e informal. Que por favor no te luzcas arreglándote. —dijo saliendo cerrando la puerta.

Sencillo e informal, eran dos palabras que no conocía ya que no formaban parte de mi vocabulario.

— Rachel, ¿Ya estás lista cariño? — esa era la voz de mi madre por segunda ocasión.

— En un minuto bajo— respondí secamente.

    Suspiré frustrada y me alise el vestido que había elegido para esa noche, abrí la puerta de la habitación y bajé molesta.

— Le decía a tu padre que... — mi madre guardó silencio y me observó de arriba abajo — ¿Puedo saber que traes puesto?

    Bajé la mirada para verme y luego la miré a ella.

— ¿A qué te refieres?

    Mi padre salió de la cocina con una botella de agua fiji en la mano y nos miró.

— Creo que deje muy en claro cómo debes vestirte — me regañó. Crucé mis brazos y la miré molesta—. Parece que a pesar de tu edad tendré que seguir eligiendo la ropa.

    Acomodé mi vestido y bajé pasando por el medio de los dos, pero antes de continuar me detuve frente a ella.

— Antes muerta a dejar que eso suceda.

    Agarré mi bolsa y salí, estaba esperando que llegara el chofer con la camioneta cuando en igual de eso apareció un taxi, oh por dios. Podría sonar exagerado, pero jamás en mi vida me había subido a uno, esto no me podía estar pasando a mí.

— Te advertimos que sería una velada distinta ¿no es cierto? — dijo mi madre abriéndome la puerta del auto mientras yo miraba a mi padre con ojos de súplica.

— Ya está decidido, ahora sube que la tarde es larga y no nos quedaremos aquí.

    Cuando me subí un nudo se formó en mi garganta, no sabía si echarme a llorar o permanecer enojada el resto de la noche. Creía que mis padres se sobrepasaban al comportarse de tal manera, si ellos sabían que yo odiaba esto porque se empeñaban en obligarme.

    El taxista empezó a conducir por varias cuadras mientras yo apretaba mi bolso con demasiada fuerza, ya nada podía estar peor. Un error fatal.

    En una esquina el taxi se detuvo, mi padre bajó seguido de mi madre mientras yo permanecía inmóvil buscando algún restaurante donde cenaríamos.

— Te divertirás mucho, este lugar es uno de los mejores de la ciudad, Rachel— dijo mi madre alentándome y caminando calle abajo.

— Se nota — dije con sarcasmo.

— Iba a esperar a decirte esto, pero tu regalo de cumpleaños será el departamento donde nos quedamos.

— ¿Estás jugando? — pregunté incrédula.

— Por supuesto que no, Rachel. Querías un departamento, ¿no?

— Sí, pero no me refería a ese cuchitril.

— En cuanto se terminen las vacaciones te trasladarás ahí.

Antes de que pudiera decir algo, ella frenó en seco y yo quedé impactada contra su espalda.

— ¡Oye! — me quejé

    Me moví para ver porque se detenía y me quedé helada, casi me desmayaba.

    Estábamos en un lugar horrible llamado << La Barca>> con solo pronunciar el nombre me producían náuseas.

    Suspiré y entré detrás de ellos, la música estaba a todo volumen, más que un buen restaurante parecía un bar de muerte, el lugar era indescriptible. Tragué saliva mientras llevaba mi mano a la oreja derecha, fue cuando me percaté que mi pendiente no estaba.

    No podía darme el lujo de perder un valioso pendiente de oro blanco con un costo muy elevado en un bar de mala muerte. Bajé la cabeza y lo empecé a buscar mientras avanzaba sentí como mi cabeza se impactaba con alguien, al alzarla me encontré con unos grandes ojos que me miraban fijamente, me puse recta y lo observé con indiferencia.

Era un joven alto, llevaba un traje y me miraba sonriendo, podría admitir que era alguien atractivo. En otras circunstancias podría ser mi ligue de una noche.

Sin embargo, no estaba a mi altura así que lo ignoré e iba a pasar cuando encontré mi pendiente debajo de su pie, no me moví hasta que el guío su mirada y sonriendo retiró el pie. Se agachó y levantó el pendiente tendiéndolo

— ¿Es tuyo? — preguntó, su voz… era realmente sexy.

— Sí — respondí secamente.

Puse mi mano con la palma boca arriba esperando que colocara el arete, una vez que no hizo cerré la mano y me pase de largo sin decir nada más.
 




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