SEBASTIÁN
El timbre del teléfono resonó a través de la línea, trayendo consigo la tensión que siempre acompañaba las conversaciones con mi jefe. Su voz, áspera y exigente, me encontró al otro lado de la línea, lista para defender mis decisiones.
—Tienes un solo trabajo, es protegerla. ¿Qué tan difícil es eso?—reclamó.
—Es que no entiendes que al parecer de lo único que hay que protegerla es de sí misma…—respondí alzando la voz con frustración en cada palabra.
—Casablanca es un hombre muy especial, ¿sabes cuantos problemas nos ocasionaria que algo salga mal?—su tono no dejaba espacio para que pudiera argumentar.
—Bien, asigna a otro a su cuidado si no crees que sea competente.—No iba a permitir que una joven mimada arruinara mi carrera, por más que eso implicara hablarle con brusquedad a mi superior.
—Lo hubiera hecho, pero ellos mismos te pidieron a ti. El cliente manda ¿lo olvidas?
Separé el celular de mi oreja y dejé salir todo el aire que estaba acumulando.
—La llevé al hospital donde trabajan conocidos, en este momento la están atendiendo.
—Manténme informado—dijo colgando sin más.
Después del incidente en el estacionamiento y discutir con el reportero. Inmediatamente lleve a Rachel al hospital, la decisión parecía lógica en ese momento: asegurarme de que estuviera bien atendida.
Mi prima y mi excuñado trabajaban allí, y gracias a ellos supimos que Rachel estaba un poco deshidratada y anémica. Era evidente que lo que el dinero no podía comprar era la atención y el cuidado de unos padres hacia su hija
Después de un breve intercambio de palabras con Rachel en su habitación, mi teléfono volvió a sonar. Era mi jefe de nuevo
—Felicidades, el reportero te acaba de denunciar. ¿Qué omitiste, Sebastián?—notaba la voz de mi jefe impasible.
—Darte detalles no cambiará nada, simplemente defendí la imagen de Rachel ¿No es lo que pedías? —mi respuesta fue rápida y llena de determinación.
—Van dos días y mira todo lo que se está ocasionando.
—Ella es un huracán. —dije sin pensar.
—Tendré que hablar con Casablanca, te libraremos de esa demanda e intentaré persuadirlo para asignarle otro guardaespaldas a la chica. —la llamada terminó abruptamente.
Revisé mis mensajes y había uno de Andrea enviándome un enlace, entré de inmediato y eran puros encabezados amarillistas donde nos ponían a Rachel y a mi como pareja.
<<¿Qué está pasando?>> <<¿Es trabajo? ¿Es confidencial, por eso no me puedes contar?>>
No sé cómo había llegado a la conclusión, pero me alegraba que al menos Andrea fuera una mujer inteligente y lograra unir las piezas rápidamente.
De vuelta en la habitación me di cuenta que Ramiro, mi excuñado, estaba contando cosas personales a Rachel.
Pensando que eso me podría ayudar, le reclamé molesto que había cosas que no podía contarle a los demás
La mirada de Rachel, llena de desdén y resentimiento, me hizo darme cuenta de la gravedad de la situación.
Aquellos ojos, hermosos, pero llenos de determinación me recordaron que estaba en medio de un huracán llamado Rachel.