Caín.
10 horas antes.
Veo un punto intermitente de color verde en la enorme pantalla frente a mi y lo que siento en este momento, no lo puedo explicar.
¿Ansiedad?.
¿Rabia?.
¿Miedo?.
No lo sé, pero en el tiempo que llevo trabajando aquí, es la primera vez que me siento tan abrumado.
En el lugar nos encontramos en total 6 personas planeando un operativo de rescate.
Si.
Un operativo de rescate para mi esposa.
Elisa.
Han pasado dos horas desde que supe de su desaparición. Desde que me separé de ella en la cafetería para atender un asunto urgente con Colmenarez y después de verla subir en el auto de su ex novio y que para mí sorpresa, es mi compañero de trabajo. No la he vuelto a ver.
Le marqué muchas veces y no contestó. Tuve que llamar a Meléndez y este me hizo saber que la dejó hacían 30 minutos en su casa. Al oirlo supe que algo andaba mal, por lo que tomé mi moto y salí rumbo a su casa.
Al entrar y valiéndome de una llave que ella misma me dió entré al conocido lugar. Lo primero que me sorprendió fue su teléfono celular en el suelo y esto corroboró mi presentimiento. Revisé toda su casa y no encontré a nadie allí.
-Es un hervidero de delincuentes. Escucho que comenta Oliveros en este momento sacándome de mis pensamientos.
-Sería una estupidez meternos en ese lugar. Indica mi jefe.
-Un suicidio. Agrega Roberto quién también está allí.
Al oír lo que dicen, me pongo de pie frente a todos.
-Es peligroso. Lo sé. Pero ¿Qué quieren que haga? Nos quedamos aquí charlando entre todos mientras mi esposa está en manos del Cartel del Norte.
-Caín...
-No. Interrumpo.
-...Mi esposa está en manos de lo peor que existe, Daniel Morris es un loco y quieren que nos quedemos de brazos cruzados. ¿Dejamos que la libere por si solo?.
-No es eso Baptista. No arriesgaré el equipo.
-Es cierto. No sabemos con cuántas personas nos enfrentamos. Agrega esta vez Roberto.
Sigo observando ese punto verde que arroja el GPS en su collar. Un GPS que decidí colocar sin su consentimiento el día de su cumpleaños en su casa. Horas antes, supe la identidad del hombre quien la acechó en el estacionamiento cuando estaba con Rodrigo.
El mismo hombre, que está relacionado con Daniel Morris y su banda de narcotraficantes.
Lo peor de todo, fue saber que la andaban buscando.
Cuando supe ese día que ella había salido sin escolta, me preocupé y mucho más, cuando hice varias llamadas a su teléfono y no me contestó. Después de varios minutos lo hizo, y gracias a su conversación supe que estaba en peligro. Estuve a punto de volverme loco cuando Roberto y Vanesa me hicieron saber que su auto no tenía un localizador.
Ese día quise golpearlo.
Como ahora.
-Es mi esposa.
-Lo sé. Pero nosotros no podemos hacerlo solos. Por lo menos hay que pedir refuerzos. Policía militar, Guardia Nacional, francotiradores, lo que sea, pero no podemos entrar solos. No allí.
Por más que quisiera tomar mi auto y conducir los pocos kilómetros que me separan de ella, sé que mis compañeros tienen razón. La zona donde se encuentran en este momento es una de las más peligrosas. Entrar allí sin un buen equipo, efectivamente sería un suicidio.
No lo podemos hacer.
No cuando la vida de mi esposa está en juego.
Observo el punto verde y me maldigo por todo lo que está pasando. No sé que quieren de ella, pero de algo si estoy seguro. Es algo grande, y lo sé porque no es común, que venga el jefe de uno de los carteles más peligrosos de Norteamérica, a resolverlo por si mismo.
Salgo de mi concentración al ver mi teléfono vibrar. Veo que es un número desconocido y decido salir de la sala para contestar.
-Soy yo, debemos hablar. Dice un tono de voz que reconozco.
-¿Donde estás?. Escucho como Hugo Liévanov recita la dirección y salgo para el lugar.
Tomo mi moto y a los 10 minutos me encuentro en la cafetería a unas cuantas cuadras del CICPV. Al entrar lo veo en una mesa alejada, me dirijo hasta allí y esta vez se encuentra solo.
-Habla. Intervengo al llegar y ocupar la silla frente a él.
-Sé donde está Elisa.
-Yo también y no sé si celebramos aquí o te mato, porque algo me dice que esto es tu culpa, al igual que la de tú sobrino.
-Morris se comunicó con nosotros.
-¿Qué es lo que quiere?.
-70 kilos de cocaína.
-¿70?.
-Si.
-Es poco. No creo que por esa cantidad estén haciendo todo esto.