Sin Escape

Capitulo-34. Tortura.

En este momento un rayo de luz se filtra por la ventana. Ese escaso reflejo sirve para ver la situeta de Caín a unos cuantos metros de mí; lo veo atado de manos y pies, pero esta vez no en una silla. Ambos estamos sentados en el piso sobre cartones viejos. Aquí me pregunto como hizo para llegar a este lugar y sobre todo como supo de mi. No me atrevo a preguntar porque se oyen personas conversando afuera.

Aquí como las otras veces, no logro entender mucho lo que hablan. Observo a Caín y la luz me ayuda a ver que también tiene sus ojos en mi, pero, ninguno de los dos dice nada. Recuerdo su rostro hinchado y siento mucha rabia. En este momento todo se queda en silencio por lo que aprovecho de acercarme a el.

Acuesto mi cuerpo y poco a poco con ayuda de mis piernas me muevo hasta llegar donde él está. Una vez allí, con un poco de esfuerzo me siento a su lado. Escucho mi respiración un poco agitada por el esfuerzo y tomo aire profundamente para regularla.

-¿Crees que nos estén escuchando?. Susurro y lo veo asentir.

-¿Estás bien?. Susurra.

-Si. Respondo en el mismo tono que el.

-Ellos...¿Te han hecho... Algo.?.

-No. Digo al entender su pregunta. Y lo escucho soltar el aire aliviado.

-¿Cómo llegaste aquí?. 

-Me di cuenta que desapareciste. Tu papá se comunicó conmigo.

-Ellos ¿Están bien?. Pregunto con temor.

-Si, tengo a todo San Fernando vigilado.

-Gracias a Dios. Digo mirando el techo. Ambos nos quedamos en silencio y esta vez giro mi cabeza para observarlo. 

Me pierdo en su mirada por algunos minutos y me pregunto como llegamos a este punto. El, nosotros, este momento. Me siento mal porque, una vez más, corre peligro y yo sé que existen muchas posibilidades de que no salgamos con vida de esto. El parece comprender lo que pienso y niega.

-Tranquila. Gesticula mientras se acerca más a mi. 

Aprovecho de recostar mi cabeza a su hombro y este simple hecho calma mis nervios.

-¿Sabes lo que buscan?. Susurra muy bajo y esta vez decido hacérselo saber. Ya no puedo ocultarlo más, por lo que sin decir una palabra asiento.

-¿Sabes el paradero?. Aquí en respuesta también asiento.

-Tranquila, saldremos de aquí.. Levanto mi cabeza y lo miro mientras muevo mis labios y pregunto cómo.

-Confia en mi. Dice y veo como inclina su cabeza hacia mí, estamos a punto de rozar nuestros labios, pero en este instante la puerta se abre y yo me sobresalto.

-¡Oh que bonito! Perdón por interrumpir su reconciliación. Dice la voz de un hombre.

-Es hora de cantar pajarito. Al decir esto se que algo pasará. Lo presiento.

Dios, ayúdanos.

-Vamos. Agrega otro hombre y me levanta del piso.

Con Caín otro hace lo mismo y con una navaja cortan las cintas de nuestros pies. Caminamos por un pasillo hasta que entramos en la estancia principal.

-Feliz de verte querida Elisa. Agrega Morris quien para ese entonces está de pie en medio del lugar.

-Hola a ti también, Caín.

Veo como atan a Caín a una silla como la primera vez. Morris es quien corta las cintas de mi manos, y mientras lo hace lo escucho hablar.

-Lo vuelvo a preguntar y así ponemos en contexto a tu esposo con todo lo que está pasando. 

-... Hace años un maldito nos estafó. Recibió un dinero por una  mercancía y esa mercancía nunca nos fue entregada así que, como su familia ni el quisieron colaborar, tuvimos que desacernos de su persona.

¡¿Qué?!

-Si, como lo oyes.

-Qusimos hacer las cosas por las buenas y el no colaboró así que tuvimos que enviarle a la policía.

-Eres un maldito. Digo con rabia entendiendo todo.

Para este momento me le voy encima tratando de golpearlo, pero no logro hacerle nada porque en este momento saca un arma y me apunta con ella.

-Eres un maldito. Gesticulo con rabia.

-Ya lo sé y me gusta. Responde nuevamente.

-Se me acabó la paciencia querida Elisa. O me dices dónde está mi droga o te mueres.

Yo lo observo a los ojos y se que habla enserio.

-Si me matas no sabrás cómo llegar a tu mercancía.

-Es verdad. Prometo hacerlo después que me la entregues.

-Y si no quiero. Agrego.

Lo veo reírse y con su arma apunta a un lado de nosotros. El mismo lugar donde se encuentra Caín.

-Lo harás. Veo como levanta su mano libre y dos hombres se mueven hacia donde está. Yo los sigo con la mirada y veo como uno de ellos toma un bate de béisbol y lo impacta en el abdomen de Caín.

¡Oh no!

-¡No!. Grito.

-Sentemonos a ver el espectáculo. Yo me quedo de pie estupefacta al entender lo que harán con el.




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