Jim no se apresuró a recoger sus cosas de la escalera, y se procuró una cerveza y un armado antes de subir. Se tomó su tiempo para llevar el bolso al vestidor y volver a guardar su pasaporte en la caja fuerte. No le corría ninguna prisa. Cada minuto que pasaba lo acercaba al momento de reunirse con ella.
Llevó la computadora a la cama y se recostó con el armado entre los labios, la cerveza al alcance de su mano en la mesa de noche. Le costó hallar una traducción de la letra al inglés que tuviera un poco de sentido. Al fin encontró una que tal vez no fuera demasiado literal, pero al menos le daría una buena idea de lo que decía la canción. No importaba que no fuera exacta. Silvia podría traducírsela bien durante la cena.
La próxima cena.
Porque para entonces ella ya estaría allí.
Con él.
La canción pertenecía a una banda brasileña llamada Paralamas y el título era algo como Linterna de los Afiebrados.
Flexionó un brazo bajo su cabeza mientras leía la letra un par de veces antes de reproducir la canción. Era una típica balada rock de principios de los ’90, simple y dulce, con sentimiento como toda la música que le gustaba a Silvia.
Jim sonrió con los últimos acordes de la canción que Silvia quería que escuchara sólo unas pocas horas antes del reencuentro. No se trataba de una canción que ella podría cantarle a él, sino al revés, con ese estribillo que hablaba de alguien que esperaba, junto a la única luz en medio de la noche, a que el otro hallara el camino para llegar a su lado.
Mientras se preparaba para abandonar cuando amaba en pos del sueño alocado al que ambos estaban dispuestos a apostar sus vidas, mientras luchaba por no ahogarse en temores y dudas y lágrimas y tristeza, Silvia había hallado la forma de hacerle saber que él era su faro. Con todas sus falencias, con todas sus cicatrices, él era luz que la guiaba para salir del túnel.
Ella sabía que la estaba esperando, listo para ayudarla, abrazarla, sostenerla cuanto precisara. Sabía que podía contar con él, y se lo decía con aquella canción, tan especial para ella porque le recordaba a su madre, fallecida más de quince años atrás.
Tal vez se sintiera muerta de miedo. Tal vez se sintiera sola y débil. Pero sabía adónde iba, adónde quería llegar. Porque él era la luz que le mostraba el camino, y ella la seguiría para llegar a sus brazos, a su amor, a lo que el futuro pudiera depararles.
Buen Dios, qué mujer.
Se durmió aún sonriendo, sintiendo una tibieza reconfortante en el pecho que sólo ella podía provocarle. Soñó que ella ya estaba a su lado. Lo soñó sabiendo que era un sueño, y que pronto se haría realidad. Porque ésta había sido la última vez que se iba a dormir sin ella.
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Editado: 15.08.2023