—Ya no lo dejo que sienta, me he prohibido sentir algo siquiera.
El Autor lo observó, sonrió de lado y abrió su pecho, metiendo luego su mano para sacarse de las entrañas el corazón que latía suavemente. Aquel ser parecía dejar este mundo por un momento, cosa que a su contrario le preocupó, pero que no duró mucho pues el Autor levantó a duras penas la cabeza y besó su propio órgano que lo mantenía vivo.
—...todo está en la mente, muchacho. Deja esas cosas de sentimentalismos a alguien más.
Volvió a poner todo en su lugar.
Alejandro trataba de entenderlo.