Un niño despertó rodeado por la oscuridad, abrazó a su osito de peluche, él sentía que le daba seguridad. Los padres del niño no estaban en casa, no podían escuchar que los llamaba con su pequeña voz asustada; con su mano derecha sostenía al osito, y al mirarlo, pensaba que por lo menos él estaba a su lado.
El niño estaba bajo una lluvia torrencial, caminaba por las calles destruidas sin saber a donde ir ni que pensar. Había muchas personas con uniformes que maltratan a los que no los usaban, y aunque nadie parece prestarle atención al niño, lo cierto es que a él todo ésto le asustaba. "No tengo que tener miedo" el niño se decía, mi papá me dijo que mi osito me protegería.
El tiempo pasó y ya caía la tarde, tienes que saber que aquel niño nunca pudo entontrar a sus padres. En algún momento, un uniformado finalmente lo vió, y con alguna lengua extraña, a él se dirigió. El niño no sabía qué decir ni qué hacer, pero el osito lo acompañaba, así que no tenía que temer. Al anochecer, ya había tres pilas de cuerpos que debían quemar los uniformados, y en la sima de una de ellas, se hayaba el cuerpo de un niño con su osito abrazado.
Este niño no tiene nombre, sólo con el osito se puede identificar, eso es lo único que le ha dejado el hombre, lo único que la guerra no le pudo quitar.