Los días bajo el sol, la extenuación del camino, que nunca había estado tanto tiempo fuera del agua sumado a que se había pasado la noche fuera de ésta y no hidratándose como debería, pasaron factura en ella. Encima, además era propensa a verse gravemente afectada.
Precisamente se había cumplido el mayor temor de Aedus, que en esos momentos no se encontraba junto a ella, pero si estaba de vuelta en el lugar tras haber cazado. Cuando oyó el grito de su hermana, rompió a correr con la rapidez que le permitía la condición de humano, pero no era tan rápido en tierra como en el agua; se vio imponente pues por mucho que corriera no iba tan veloz como deseaba.
-¡LLÉVALA AL AGUA! ¡AL AGUA!- gritó al nefilim, que atendía preocupado a su hermana.
-¡PERCIVAL, METELA EN EL RÍO! ¡POR EL ÁNGEL! ¡RÁPIDO! – Ben seguía al rubio un poco más adelantado que él, gracias a su runa de velocidad.
Haciendo caso de los gritos de ambos, Percival corrió con la chica que convulsionaba, hasta la fuente de agua más próxima; trágicamente se trataba de un río bravo, con rocas donde rompía la corriente de agua, provocando que sea sumamente peligroso entrar en ella.
Había jurado proteger cualquier vida como Shadowhunter, y sin pensarlo en exceso se metió en el río. No sabía si debía soltar a Aine, sumergirla o hundirla.
-Suel...ta...me…Per...ci...val…-boqueó ella, notando que el agua la reconfortaba. Pero Percival temeroso de perderla, no lograba soltarla del todo.
Para espanto de los recién llegados al lugar, la aparición de la cola de Aine, golpeó sin querer al nefilim, lanzándolo directo contra la corriente que lo arrastró a las rocas.
-¡PERCIVAL! –Ben contempló impotente cómo su parabatai era arrastrado por las aguas, sin poder ayudarle, pues la corriente era demasiado fuerte.
Aedus se lanzó tras él, luchando contra la fuerza del agua, pero ese era su medio, sabía dominarse sin problemas y logró llegar al cazador segundos antes de que se golpeara contra una roca.
Arrastró el magullado e inconsciente cuerpo del cazador hasta la orilla, donde lo puso a salvo. Ben por su parte se había ocupado de Aine, ayudándola a luchar contra la corriente, débil aún por el dolor. Cuando vio a Percival se intercambiaron los puestos.
Una vez asegurados los dos, Ben junto a la ayuda de Aedus, instalaron el campamento; no podían seguir avanzando por ese día, no en el estado de ambos.
-Puedes pasar si quieres, está descansando. Tragó algo de agua, tiene un par de costillas rotas y laceraciones por todo el cuerpo. Pero nada que un par de iratze no puedan ayudar –Ben tranquilizó a Aedus, cuando le vio pasar por tercera vez por delante de la tienda- Si no te hubieses lanzado, hubiera sido peor, te debe la vida. Gracias por salvar a mi hermano de runa. –le abrazó agradecido- ¿Cómo se encuentra Aine?
-Mejor –se separó ligeramente incómodo por el abrazo- Pero necesita descansar y no puede salir del agua…-advirtió- No hasta mañana.
-Entendido, ve a verle, yo me quedo con ella, tranquilo.
Lo dejó para dirigirse hasta dónde ella reposaba; habían ascendido unos metros sobre el río, a una zona más tranquila, donde se daba lugar una desviación natural del río, creando una pequeña isla de aguas tranquilas. Allí Aine dormitaba.
-Hola, me has asustado, mucho- saludó, al verla, sentándose en las rocas- ¿Qué te ha pasado?
-Hola… -la chica le sonrió desde el agua, intentando salir de ella, pero Ben acabó por meterse, impidiéndolo. - Lo siento… Anoche no debí permanecer tanto fuera del agua –alzó la cabeza de su acompañante cuando éste entristecido, la bajó, pues sabía que había sido su culpa. -No es culpa tuya…lo cierto es que si paramos tanto es por mí, Aedus puede pasar días fuera del agua. Pero yo no…tengo que estar en ella, pero mi hermano nunca me abandona.
-¿Por qué no nos avisaste? Podía haberte perdido, podíamos… ¡por el Ángel! –Ben la abrazó, si bien era difícil por el agua que le obligaba a mantenerse en constante movimiento, pataleando- Lo siento, Aine…creí que te perdía…no podía pensar…
-Eres un nefilim, ¿Qué te importa lo que me pase? –no quería ser dura, pero tampoco ingenua.
-Te lo dije ayer, no se debía a la canción. Me gustas de verdad, Aine…me gustas mucho y no me importa qué somos, si tú eres una sirena o yo un cazador de sombras. Cuando te miro sólo veo a una hermosa mujer, a la que deseo querer y que temo preguntarle por sus sentimientos en caso de que no sean correspondidos; me pierdo entre tus ojos, Aine, en cada encuentro, tu pelo me resulta fascinante y la cola –comentó acariciándola-Es de un color igual al de tus ojos, me impide apartar la vista cuando la refleja el sol…- la mirada de Ben era de adoración mezclada con amor y pasión- Eres una mujer muy fuerte, Aine. Por eso me enamoré de ti…
-Ben…-la confesión conmovió a Aine, quien besó los labios en respuesta al chico.Tuvo que sujetarlo, pues de la impresión se había olvidado de que no hacía pie en el lecho del río y debía nadar – Ben que te ahogas…- rompió a reír, mientras mantenía a flote a los dos. Volvió a besarle, entre las calmadas aguas.