Primero muerta.
Primero muerta que demostrarle a un cabrón como Thomathy Cross que me cago de miedo.
Él no tiene idea de quién soy, pero yo sí. Yo sí sé quién demonios soy, y él no va a verme temblar.
—¿Señor Cross?
—¿Sí? —responde con una sonrisa. La ligera barba que adorna su cara me chilla en la mente, porque de no ser por ella, hubiera sabido que era aquel chico.
—¿Espera que pida disculpas por llamarlo cabroncín? ¿Eso quiere? —pregunto mientras aprieto los dientes.
—Para nada, señorita Blake —fuerza sus ojos a ver el pequeño colgante que tiene mi nombre. Eso significa que no sabe mi apellido de memoria, así que confirmo que no me reconoce. Eso es mucho mejor, lo último que necesito es que don Cabroncin sepa que me acosté con él.
—No planeaba hacerlo —murmuro. Me cruzo de brazos.
Me ruge el estómago, pero necesito concentrarme.
—Ahora que lo dice, si voy a querer una disculpa. ¿No? —responde. Camina hasta el sofá que tiene esta pequeña oficina, desabrocha su saco con mucho detenimiento —Y así tendrá el empleo.
—¿Disculpe?
—Está a solo una disculpa de ser la siguiente empleada del mes —dice —¿Dónde quedó ese sueño que tiene de no morir de hambre?
—Hijo de… —murmuro.
—¿Disculpe? —me reta —No he escuchado.
—Discúlpeme —digo entre dientes y aprieto mis puños.
—¿Es todo, Blake? ¿Dónde quedó su fluidez?
Los ojos verdes de Cross se vuelven aún más oscuros. Justo como aquella vez… justo como cuando nos besamos tras la estatua de Afrodita.
Tiene unos ojos lindos, lo admito.
—Discúlpeme, señor Cross. Jamás debí decirle Cabroncin, usted tiene derecho a vivir en la ignorancia.
Suelta una risotada.
—¿Le causo gracia?
—Me intriga, Blake —me ofrece asiento, y a mi me da igual. Me dejó parada ahí harto rato, ¿Y ahora se recordaba de ofrecerme sentarme? —¿Por qué una mujer con un temperamento de fuego viene a solicitar un empleo de sirvienta?
—¿No es anticuado llamarlas así? Se llaman mucamas, del servicio o doméstica. Yo no vine a “servir”.
—Precisamente eso es lo que estoy buscando lamentablemente—dice cruzando sus piernas —. Quiero alguien que sirva a mi palabra.
Rayos.
—Quiero a alguien que sirva en mi casa, también.
Piensa en mamá, Lissy.
—Bueno, supongo que si separamos lo que es sirvienta y esclava, yo podría… puedo ser lo que está buscando, señor Cross. Sus caprichos serán abastecidos.
Comprendo lo que dije luego de que sale de mi boca.
—Mientras sea digno —añado rápido.
—Jamás se me ocurriría pedir algo que no lo fuera.
Tengo pruebas que dicen lo contrario. Pedirme que lo dejara correrse en mi cara no es algo extremadamente digno, que digamos.
—Ajá.
—El sueldo es de 15,000 mensuales y, además…
—¿Dólares? —interrumpo alarmada.
—¿Dónde vive? ¿No es en América? —pregunta muy divertido —Claro que dólares.
—Oh —vuelvo a mi compostura, quiero quitarle esa expresión de megalómano.
Es más de lo que Adam me dijo que pagarían. Son cinco mil dólares más.
—Tendrá un día libre cada dos semanas, puede acumularlo si quiere. Debe dormir en mi casa —levanta la mirada en el momento que dice lo último —. Y estar disponible a cualquier hora, para mí o mi ama de llaves, que es su superior inmediato. ¿Todo claro?
—Como el agua.
El mal humor está subiendo, lo siento, lo presiento y lo lamento a la vez.
—Sobre su madre —¿Qué? —El seguro médico entra en vigencia de 1 a 48 horas máximo, puede que antes, luego de que firmemos el contrato, cubrirá la tarifa de ingreso en el hospital y lo demás ya lo sabe, ¿No?
—¿Usted cómo sabe de mi madre? —pregunto subiendo el tono, porque honestamente me parece una falta de respeto que haya invadido mi privacidad.
—Investigo a todos los prospectos, señorita Blake, no se sienta especial.
El cáncer de mi madre me ha costado muchas cosas, entre ellas el decir que jamás he dado mi brazo a torcer, no es la primera vez que se ve como si mendigara un empleo, ¿Qué te hace diferencia entre esto y aquella vez que tuviste que rogarle a la señora Bloom para que no te despidiera y ella aún así lo hizo?
Me levanto. Me acerco al señor Cross, él me observa detenidamente, hasta la más mínima imperfección mía; sé que notó que mis medias marrones están rotas en el área de los muslos, porque se queda fijamente mirándolas.
Son las únicas que tengo, y no me depilé las piernas, así que debía ocultarlas si me quería poner esta falda que es la más formal que tengo; y como no quiero gastar en comprar más ropa formal, otras medias o incluso un mísero rastrillo… Pues aquí estamos.
—¿Cuándo firmamos el contrato, señor?
Noto como sonríe cuando le llamo señor.
Sé que tiene un gusto por sentirse en poder. Podré ser muy despistada, pero esa cogida la recuerdo.
—¿Quiere firmar ya mismo, Blake?
—Mientras más rápido mejor —más rápido pasarán esas 48 horas.
—Josie —llama por el telecomunicador que descansa en la mesita del sofá —. Trae el contrato para la señorita Blake.
—¿Cuántas más contratará?
—Solo necesito a dos personas —responde —. No quiero muchas personas en mi nueva casa.
—¿Y toda esta fanfarria? Parecería que quiere contratar todo un equipo.
—A mi me encanta su lengua cínica y venenosa, pero estoy segura de que a la señora Bonnie, la ama de llaves, eso no le caerá bien. Tómelo como advertencia.
La tal Josie entra rápido y apurada. Cross le asiente y ni siquiera le agradeció, ella se retira igual de asustada que como entró. Otra que no tiene ovarios para defenderse del cabroncin.
—Mi asistente personal, tímida pero eficiente, Josie Marlene —me la presenta luego de que se fue, supongo que como vió que la seguí con la mirada.
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Editado: 11.11.2023