Siwar

Siwar y la primera vez

          La luna estaba más blanca de lo normal, y eso para Siwar significaba algo importante. Por primera vez, había conocido el amor. Él intentaba describirlo pero no hallaba las palabras necesarias para hacerlo, sin embargo, a pesar de la frustración lingüística, tenía la calma y la certeza de que, lo que sintió esa noche bajo la luna llena, había sido único. Fue en el calor de la fogata donde encontró los lugares más recónditos de su pasión, donde conoció los bordes de su mundo y acarició las sombras de sus figuras. Aquella noche, había sido inolvidable para Siwar. Pensó que tal vez había sido fruto de un enamoramiento profundo, pues él no solía ofrecer tamaña entrega.

          Siwar buscó las noches siguientes, acercarse de alguna manera, aproximarse a ese momento único que había vivido. En todos sus intentos había fallado. El muchacho corrió a lo de la Vieja Abuela a preguntarle sobre el mundo. La Vieja estaba sentada en su sillón, cubriéndose las piernas atacadas por aquella enfermedad que deformaba cada uno de sus huesos. Siwar la ayudaba cuando ella, con cantos, le llamaba. La Abuela era una señora de más de cien años, y por lo que Siwar escuchaba de sus amigos, era la mujer que sabía todos los secretos del mundo.

- Vieja, ¿Cuándo volveré a verle?- le preguntó sin preámbulos-.

- Cuando el hombre del tiempo se digne en detenerlo y cuando la mujer de la memoria se digne en olvidar, Siwar. Solo allí le verás – La Vieja Abuela ya no tenía dientes pero su sonrisa provocaba cierta ternura en el muchacho. Otros, decían temerle por sus arrugas y pliegues de piel. Siwar, al contrario, adoraba visitarla-.

- Más Vieja, ¿cómo puedo hablar con ellos? – La duda lo invadió – Quisiera, pero no puedo esperar la voluntad de ellos, debo verle de nuevo. Me urge-.

- Aquello que nos urge, Siwar, no es más que nuestra propia voluntad. No puedes forzar la voluntad de otros para corresponderse con la tuya. Cuando el hombre del tiempo se digne en detenerlo y cuando la mujer de la memoria se digne en olvidar, solo allí, le verás-.

El muchacho le dio un beso en la mejilla y se retiró. Quiso llorar pues sabía que el hombre del tiempo y la mujer de la memoria jamás atenderían sus dudas y sus urgencias. Fue a refugiarse en el regazo de su almohada para pensar. La Vieja en algún punto tenía razón, pensaba Siwar. Mientras intentaba encajar las piezas de las palabras de la Vieja Abuela, recordó cómo lo había acariciado, recordó el beso en sus labios y el roce de su piel. En algún punto de su memoria, el sentimiento seguía cantando sus músicas, celebrando los colores de la emoción, pero a Siwar, la canción le retumbaba en las paredes de su cráneo. Era una música tan alegre que lo entristecía. Sus amigos le decían que mientras más tiempo pase en el regazo de su almohada y de su cama, más recordaría la noche de luna llena. Siwar solía decir que aquella noche, la luna brilló con más fuerza para iluminar sus manos hacia los rincones más oscuros del amor.

- ¿Cómo puedo entender la voluntad del hombre del tiempo y de la mujer de la memoria, Vieja? – Era la séptima visita de Siwar en el mes. La tristeza estaba a punto de invadirlo, pues se acercaba una nueva luna llena-.

- Siwar, hijo, cuando tú buscas una semilla para plantar ¿Cómo la consigues? – La Abuela tejía lo que creía iba a ser un chaleco. En realidad, el tejido se parecía más a un gorro. El niño pensaba que la Vieja estaba equivocándose en los puntos-.

- Pues primero tengo que saber qué quiero plantar para decirle como la conseguiré-.

- Creo no me has entendido, Siwar. Suponte que quieres plantar una semilla de limón ¿Cómo la consigues?-.

- Primero debería encontrar un limón para poder sacar sus semillas. Quitarle la cáscara y tomar varias semillas para asegurarme que alguna crezca cuando la plante-.

- ¿Y qué sucedería si, al intentar tomar una semilla, un poco del jugo de limón entra en tu ojo? – La Vieja suspendió el tejido y clavó la mirada en los ojos de Siwar-.

- Entiendo – Siwar le dio un beso en la mejilla y miró el tejido – Eso no es un chaleco-.

- Siwar – le respondió con calma la Abuela – Esto es lo que yo quiero que sea. Tú verás un pañuelo y yo veré una falda. Tú verás un gorro y yo veré una camisa-.

Fue otra noche acompañado de su propia compañía la que pasó Siwar. Pensó que, tal vez, su semilla para plantar nunca salió del limón. El jugo había entrado en sus ojos. La luna llena apareció nuevamente y Siwar recordó la noche del mes anterior… pero fue diferente. Las caricias no las sentía con la misma intensidad y los besos no los recordaba tan sabrosos como antes. Fue la primera vez que pensó más en la Vieja Abuela que en su amor.



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En el texto hay: emociones, adolescentes lgbt, abuela

Editado: 05.01.2020

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