Stefan.
No respondió.
Solo se quedó impresionada ante mi repentina confesión.
Presione un poco más su meñique para que reaccionara. Estoy nervioso. Y para ser sincero, temo mucho a que no reaccione de buena manera.
—¿Te encuentras bien?—inquirí preocupado, pero cuando decidí levantarme de la silla, ella reaccionó y corrió hasta la puerta.
Giró la cerradura, comenzó a desesperarse al ver que no funcionaba.
—No podrás abrirla—ella giró a escuchar mis palabras.—Le pedí a August que la cerrara con llave cuando entraras.—paso sus manos por su cabello y corrió hacia la ventana, pasó exactamente lo mismo.—Lo siento, pero necesito que respondas.
—¿Acaso estás demente?—comenzo a morderse la uña, poco a poco fui acercándome a ella.
—No es como realmente piensas—comente y al ver que me estaba acercando hacia donde ella se encontraba, corrió hacia el otro extremo de la mesa.
¿Cómo podía correr tan rápido con ese vestido apretado?
Comenzamos a caminar alrededor de la mesa del comedor.
Ella me miró con desconfianza, aunque dolía, lo entendía perfectamente.—¿Porque quieres que te enseñe tal cosa?—a su cabello perfectamente recogido hacia atrás se le había escapado dos mechones delanteros. Y aunque quisiera sonar intimidante me daba algo de gracia y ternura.
—Te lo diré si te calmas y nos sentamos a hablar—oferté mirándola a los ojos y tratando de no reírme de la situación.
—Estoy muy calmada—aseguro llevándose uno de sus mechones atrás de su oreja y alistando la falda de su vestido— Y no necesito sentarme, muy perfectamente podemos hablar así.
Después de dar vueltas, nos quedamos quietos frente a frente donde solo la mesa formaba la distancia entre nosotros.
—Habla.— ordenó con seriedad.
Inhale un poco de aire para liberarme un poco de los nervios, mis manos estaban sudorosas pero aún así la miré a los ojos y hablé con toda la confianza que pude conseguir.
—No eres mi tipo—confesé.
Ella me miró con incredulidad ante mis palabras.
—¿Y eso debería reconfortarme?—respondió mientras volteaba su mirada.
—¿Sabes a qué me dedico?—ella negó—. Soy uno de los pocos pintores reconocidos en Austria, solo que pintó bajo un seudónimo y nadie me ha visto en persona. Creé varias obras en la que reflejó mis sentimientos, pensamientos, pesares e incluso historias. Comencé a comercializarlos cuando August vio lo que podía ser y ofreció una de mis pinturas en una pequeña subasta en el centro del país. Nunca pensé que esa simple pintura llamaría la atención de varios críticos, según ellos eran obras mágicas e invaluables. Yo solo veía como disfrutaban del dolor de un chico de quince años. Acepté la oferta de vender mis obras con la condición de que nadie me buscaría para dar entrevistas, solo sería un pintor más como muchos. Aunque también quería hacerlo para no vivir con el dinero que mandaba mi padre. Así fue como mi reputación fue creciendo cada vez más, pero una noche al volver de una de las subastas, August me dio la nota de un crítico con demasiado impacto según él. Remarcaba que mis pinturas solo eran él espejo de alguien vacío, alguien que solo lleva pintando hace años el mismo sentimientos y se preguntaba si podía reflejar algo más o si era un fraude. Y de un cierto modo tenía razón, me enfoqué en sólo una emoción ya que era todo lo que conocía, me dije a mi mismo que podía ser más y salir de mi zona de confort, pasaron los días y aún no conseguía nada en que inspirarme, hasta que llegaste tú—. Ella abrió la boca pero al no saber qué decir proseguí con mi historia—. No se porque o como pero tome nuestro encuentro como una señal, la respuesta que estuve esperando desde hace tiempo y fue en ese entonces cuando te ofrecí el contrato, y fue entonces cuando te ofrecí que me enseñaras a amar. No porque te quisiera y no porque me llames la atención, solo para ayudarme a poder crear una pintura.
Miro sus manos y aproveché el momento para acercarme a ella poco a poco, podie notar que estaba temblando, elevó su mentón y al instante estalló en risa.
¿Qué le ocurre a esta chica?
Cuando terminó de reírse, me miró fijamente aún con un poco de diversión en su cara.
—¿Cuánto?
—¿Perdón?—pregunte confundido.
—¿Cuanto tiempo tardaste en inventar esa historia?—declaró con sarcasmo—. Por qué si me dices que salió en cuestión de segundos, déjame decirte que eres excelente con las historias. ¿Pintor bajo un seudónimo? Para tu información hay varios que hacen exactamente lo mismo, pero ¡Hey! Te dejaré el voto de la duda porque de dónde vengo o de muestras que en realidad demuestras ser quien eres o te consideran un estafador—dio dos pasos hasta a mi, quedando frente a frente—. Así que dime, Stefan—me sorprendí al saber que conocía mi nombre sin haberle dicho—. ¿Cuál es tu seudónimo?—cruzó sus brazos a la espera de una respuesta.
Esta chica no se parece en nada a la conocí la noche anterior. La persona que estaba frente a mí sostiene demasiada determinación y una actitud desafiante. Apenas reconocía a la chica que encontré llorando bajo un árbol pero debo decir que me agrada que tenga varias facetas, y estoy dispuesto a averiguar cada una de ellas.