Había algo que los depredadores detestaban más que cualquier otra cosa en el mundo y era la llegada de los carroñeros que se atrevían a rondar por su territorio esperando la oportunidad para arrancar un poco de carne antes de que la bestia se saciara, ambos animales estaban hambrientos, pero los carroñeros no eran como el depredador, este se obsesionaba con sus presas, las mataba lentamente mientras jugaba con ellas, muchas veces no lo hacía por hambre, si no por diversión, les lamía la cabeza, el pelaje provocando confusión en su presa ¿será que se ha arrepentido de devorarme? ¿Se habrá encariñado de mí? ¿Será que se compadecerá de mí y me dejará libre? ¿Me protegerá de los carroñeros cuando me deje en libertad y corra por las pedreras para que otros depredadores no me ataquen?
Pero el depredador no era ningún amigo, no conocía más que el hambre y las ganas de jugar, era cruel, salvaje y psicópata, siempre buscaba más víctimas, algunas por hambre y otras solo por diversión.
Alen tenía las venas resaltadas en la cien y las manos, la sangré fluía de manera brusca y el calor se apoderó de su cuerpo, estaba tan enojado que se subió las mangas hasta la mitad del brazo y de golpe hizo su entrada triunfal dejando a Oliver y a María con los ojos en blanco y el corazón por la garganta.
—Si vamos a envenenar a la mocosa, entonces debo preparar yo misma su cena, ay, ya quiero que se muera esa infeliz jajaja.
—Podríamos hacerle lo mismo que a sus padres y montar un accidente de auto…
Ni Oliver ni María supieron como reaccionar, tenían la cara pálida, la boca seca, estaban perdidos, el único hijo de la gran familia Bradford estaba entrando con esa mirada ardiente, si sus ojos fueran armas, ya los habría fusilado.
—Vaya, miren nada más lo que tenemos aquí, un par de ratas planeando adueñarse de lo que no les pertenece, perros que muerden la mano que los alimenta, no hay nada más despreciable, sin clase y bajo que traicionar a sus amos ¿no creen?
—Jo…joven Bradford…—exclamó Marí conteniendo su temblor.
—Señorito, no sabemos a lo que se refiere ¿esta perdido? ¿Necesita algo?.—le preguntó Oliver tragando saliva mientras se alejaba de la silla del difunto señor Tesland y se ponía rápida y vergonzosamente de pie.
—No estoy perdido.—exclamó Alen con una sonrisa maliciosa mientras cerraba las puertas encerrándose con ellos y añadió mientras caminaba hacia ellos.—lo escuché todo, acaban de confesar que asesinaron a los padres de mi novia, los envenenaron y causaron un accidente de auto, les pusieron una trampa y montaron una gran obra de arte, no tengo ningún problema con eso, la familia Tesland era un rival para la mía, eran un tronco en el camino, pero desde que se fueron al cielo de los estúpidos, por un par de idiotas como ustedes, mi apellido se hizo aun más prospero, nuestra fortuna se cuadruplicó de la noche a la mañana y ese “accidente” resultó ser una gran bendición para la dinastía Bradford Brenon, pero mi verdadero problema, lo que me parece asqueroso de parde de unos esclavos como ustedes, es que quieran ponerle las manos encima a lo que me pertenece.—declaró Alen con un semblante sombrío.
—Nadie le creerá…la señorita Armin nos tiene en alta estima, yo soy como un padre para ella y maría es como una madre para…—Alen lo interrumpió con una carcajada.
—¡Pfff! Jajajaja ¿qué? Jajajajaja, y ella me adora, mayordomo, aun si esto fuera un invento mío, tengo la capacidad y la maldad suficiente para convertirlo en una verdad.—declaró Alen con una sonrisa brillante.
—Oliver…—susurró María aterrada, pensaba que ya estaba en la ruina.
—Bueno, es verdad, pero no pienso dejarlo salir de esta habitación, recuerde que esta encerrado con nosotros.
—Jajajaja, no anciano, ustedes están encerados conmigo y eso es mucho peor.
Era la primera vez que Oliver y maría se sentían tan desesperados, sabían que Alen tenía el poder para destruirlos, ya no había nada que rescatar, ni fortuna que pelear, estaban completamente perdidos, sabían que estaban acabados y que solo quedaba salir de ahí a como diera lugar antes de que todo se complicara aun más para ellos, preferían ser fugitivos a vivir eternamente en la fría prisión que les esperaba una vez que los Bradfor usaran sus influencias para hundirlos hasta el mismo infierno.
—¿Se quedaron sin palabras? Jajaja, están tan pálidos que temo por su corazón, seguro que les dará un infarto pronto, especialmente a ti abuelo.
—Ya no hay más planes a futuro María, lo único que importa es salir de aquí antes de que este niño arrogante nos joda para siempre.—pronunció Oliver mientras se subía las mangas para enfrentarse a su amenaza.
—¿Que? Pero si lo golpeas te asesinarán y así también, yo no quiero formar parte de esto…—declaró María con el miedo corroyendo los huesos.
—¡Ya estás metida en esto estúpida! ¿Acaso quieres vivir toda tu vida en prisión? ¿Acaso crees que Armin te perdonará por haber asesinado a sus padres? ¿Que te adoptará como un miembro más de la familia y te tira que suplantes a su madre muerta? Nunca te ha considera realmente su familia, siempre te tuvo bajo su techo como una criada, déjate de estupideces y ayúdame a matar a este maldito mocoso.
—No…no quiero…
—Entonces rompe las cámaras y los micrófonos que están en toda la habitación, si me matan y destruyen eso, serán libres de culpa.—les dijo Alen y eso los asustó aun más reconociendo que debían salir e ahí lo más rápido posible y María se encargó de romper todo.
María notaba la alegría en el rostro de Alen, sabía que era perverso, podía oler su perfume malévolo, él no era un tonto, tampoco una buena persona, estaba aquí para hundirlos, pero tenía la esperanza de ganárselo de alguna forma, no importaba lo que tuviera que hacer para ganarse su favor, matar, desnudarse o incluso convertirse en su esclava, haría cualquier cosa con tal de no pisar la cárcel.
—Ven aquí….—exclamó Alen lleno de dicha y él y Oliver comenzaron a pelear, lo que el mayordomo no sabía, era que Alen Bradford era un boxeador nato, nacido para deshacer a sus presas en el ring.
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Editado: 09.12.2024