Gabriela
—¿Ya te vas? —pregunto al verlo aparecer nuevamente en la cocina.
Hace poco más de quince minutos me ayudó a limpiar la cocina luego de que fuese el quien preparara el desayuno. Se fue a duchar y ahora está regresando.
—Sí, debo reunirme con la junta y atender a algunos pacientes —comunica y asiento.
—¿Sobre mí? —Mi curiosidad sale a flote y un asentimiento confirma mis sospechas.
—Es mi fundación y mi centro de salud, puedo despedirlos —Le recuerdo y la sonrisa en su rostro desaparece al instante, dejando una mueca en su lugar.
—Gabriela —disminuye la distancia que separa nuestros cuerpos, me toma de la cintura y una vez más ese maravilloso cosquilleo que se mueve a su antojo por mí sistema, reaparece, lo hace desde el primer beso y en cada consulta que hemos tenido durante cuatro años.
—¿Sí? —atiendo a su mención, lo hago divertida en un intento por disimular a qué se debe el rubor de mis mejillas.
—No es correcto, lo sabes y estoy por completo seguro de que entiendes que solo hacen su trabajo, puesto que su deber es con la sociedad, no con quien los emplea —asiento a cada una de sus palabras, sin embargo, descubro que muy pronto le crecerá la nariz por ser un mentiroso.
—No eres completamente sincero conmigo, ¿cierto? —Mi sonrisa se contagia y el nerviosismo ahora ataca su mirada.
—Me atrapaste —retira sus manos y las eleva en señal de rendición.
—Te escucho —aliento, necesito saber la verdad.
Sus manos regresan a mi cintura y mi trasero termina reposando en la encimera, mientras él se acomoda en medio de mis piernas. Sus dedos acarician mi rostro y no puedo evitar suspirar, puesto que el placer que produce en mí cada caricia estoy segura de que es algo sobrenatural. Nunca me sentí también con alguien, ni siquiera en tantos años de casada con Richard.
En momentos como este, entiendo que cada lágrima que derramé valió la pena, dado que si no me hubiesen descubierto esas dos enfermedades, no creo que estuviese ayudando a tantas personas como lo hago ahora. No conocería a mis niñas y aún estaría con Richard, sin haber descubierto su verdadero ser. Tampoco disfrutaría de aquella hermosa mirada y todo el cariño que habita en ella.
He sufrido, aún lo hago; sin embargo, no cambiaría nada.
—Mi ex empezará a trabajar y necesito más tiempo para ayudarle con los chicos y dijeron que sí, pero necesito que alguien más lleve parte de mis responsabilidades —comenta y no cabe duda de que es buen padre y la madre de sus hijos, ha de estar agradecida, eso creo, dado que yo lo estuviera si fuese el caso—. Por otro lado, me tienes loco y te aseguro que es de formas inimaginables —Me río un poco, ya que me siento igual. Por mucho tiempo he encerrado mis sentimientos en una jaula y ya es hora de que los libere—, no sales de mi mente y cada vez te aferras más aquí —señala su pecho y mi mano viaja allí, su corazón late con un ímpetu, que despierta cada vello de mi piel— y no soporto ser tu doctor, ya que quiero más, Gabriela —confiesa y cada vez que me habla de esta forma y tan cerca, mi pecho brinca de la emoción—, pero eso no aleja el hecho de que todos, hasta los del aseo, entienden que hay mucho más que una relación paciente doctor entre ambos y los directivos también lo notaron, que no haya puesto resistencia ante lo que exigieron, es tema de otro momento —Se ríe con descaro.
—¿Ni un poquito? —indago y niega divertido.
—Hace un largo tiempo dejé de verte como mi paciente —revela y ni se le cruzará por la mente que desde que lo conozco he hecho el esfuerzo de verlo solo como mi doctor y nada más, pero he fallado y fatalmente.
—¿Y...? —Me acerco un poco en busca de sus labios.
—Quiero que llegues a tiempo, Gabe —Con su petición mis ojos se vuelven esferas en su totalidad blancas, al tiempo en que libero un bufido—, es en serio, necesito que te tomes esto con el debido compromiso, que no huyas, menos le hagas la vida imposible —regresa mi rostro a él, lo escucho y veo abandonar una enorme cantidad de aire—. Acepta —pide como última instancia, conociendo lo mucho que le temo a esas revisiones, dado que la vida es una lotería y la probabilidad de que salga de remisión y se encuentren células cancerígenas en mí, es demasiado alta. Ya perdí mis senos y mi matriz, la saqué barata, mi vida podría terminar como la de mi amiga Aixa.
—No prometo nada —contesto y su frente termina reposando sobre la mía.
—¿Qué haré contigo? —cuestiona.
—¿Ahora? —averiguo torturando mi labio— Bésame y luego márchate —respondo ante su pregunta y sus negaciones ocasionan que su nariz logre un leve roce con la mía que de inmediato nos vuelve risueños.
Nuestra unión se efectúa de inmediato y experimento como si un centenar de fuegos pirotécnicos detonaran en todo mi sistema, eso está mal.
De mi boca se escapa un leve jadeo que nos invita a hacer lo que no nos atrevimos anoche, dado que una cosa es que me vea sin una prenda en su rol de doctor y otra es que lo haga en plan emocional, peor, sexual y que deje expuestas todas mis inseguridades.
—Debo irme —marca un límite y no se lo impido, no cuando una de sus manos acaricia mis muslos, mientras mi entrepierna consigue sentir la emoción que carga dentro de sus pantalones—. No llegues tarde —Se aleja por su propia cuenta y solo asiento, experimento más que lindas e inocentes mariposas en mi abdomen.
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Editado: 12.01.2024