Tus ojos muestran lo cansada que está tu alma.
En tu andar noto el peso que cargas en tus hombros,
en tus palabras escucho el enojo con el que lidias,
y entre tus suspiros, lo roto que estás.
Pides ayuda a gritos, a gritos silenciosos,
pues aún no te animas a aceptar
que lo roto a veces se puede volver a armar,
que tu alma sola no tiene por qué estar,
que el brillo de tus ojos no se tiene por qué apagar.