Finalmente, había comenzado el esperado día en que cuatro personas se librarían de sus apretados trabajos y así disfrutar de unas vacaciones que solo durarían unas cuarenta y dos horas. Para muchos, eso sería nada, para ellos, era una gran oportunidad que jamás iban a rechazar; trabajaban seis veces a la semana, desde la mañana hasta el anochecer, y descansaban apenas dos días, aunque el descanso se realizaba al momento de dormir en la noche puesto que sus mañanas y tardes, se iban en otras cosas.
Tres de las cuatro personas, agradecieron muchísimo el esmero de Maira, quien era uno de ellos. Por otro lado, ella agradeció más a aquellas personas de tercera edad que le contaron todo sobre aquél soñado lugar en el que habían ido muchísimas veces. Bastó con mencionar las aguas termales y los excelentes masajistas de aquél reconocido pueblo turístico “Village of the Peace” para convencerla y convencer a sus amigos para ir y así darles a sus almas un profundo alivio aunque fuese temporal y hasta la siguiente vez que eso volviera ocurrir.
Ya era de noche; las horas se fueron entre compras y otras cosas en las que no querían atender al regresar. El ambiente no inspiraba buena vibra, pues apenas y podía verse algo, y los árboles tampoco dejaban que la luz de la luna sirviera de mucho.
Afortunadamente, no faltaba mucho para llegar a aquél pueblo turístico, según el mapa que sujetaba Evelyn, la esposa de Gunter. La alegría de ellos no había llegado al borde de la impaciencia debido a la hora: eran casi las nueve de la noche. Decidieron dejar eso para el siguiente día para así disfrutarlo con más ansias, aparte que estaban cansados por el largo viaje a la ciudad de “Earth Away” para así llegar a Village of the Piece que estaba a las fueras.
Maira y Edgar, quienes estaban en los asientos de atrás, deseaban llegar para así descansar largamente hasta el próximo día. Mientras, durante la espera, no apartaban la mirada de lo que había afuera. Y en el caso de Gunter, nada viajaba a su cabeza, solo dejaba su concentración en la carretera. No quería estar lamentándose toda su vida por haber matado a un animal tras haberlo arrollado, se volvería una de sus peores pesadillas.
— ¿Crees que estemos llegando a ese pueblo turístico? —preguntó Evelyn, dudosa tras llevar su vista alrededor y encontrarse todavía con más y más árboles sin parar.
Gunter alzó sus hombros.
—No lo sé, amor. Yo estoy siguiendo las indicaciones que me has dado. Así que, si nos perdemos, será tu culpa —bromeó Gunter, ganándose que Maira lo golpeara con el mapa que estaba sosteniendo.
—Hablo, enserio, Gunter. Siento que estamos yendo en círculos sin parar —dejó escapar Evelyn, con un poco de escalofrío.
Sin embargo, éste desapareció cuando Gunter señaló con el dedo hacia los reflejos de aquellas numerosas bombillas de luces que se veían a los lejos.
Para Maira, fue una alegría total lo que estaba viendo.
— ¡Qué bien! ¿Escuchaste, Edgar? ¡Por fin llegaremos! —agregó Maira de lo más feliz.
—Sí, Edgar. Por fin llegaremos a Village of the Piece. —Gunter lo miró por el retrovisor.
—Menos mal, porque ya no aguanto más las ganas de ir al baño —soltó Edgar, viéndosele a leguas la urgencia que tenía.
—Amigo, tampoco es que tenga el auto más veloz del mundo como para llegar en un abrir y cerrar a ese pueblo. Tan solo aguanta un poco más, ¿sí?
—Gunter, no creo que pueda hacerlo. ¡Estoy a segundos…!
Gunter disminuye la velocidad de su vehículo. Y cuando éste se detuvo por completo, dio media vuelta para mirar a Edgar.
— ¿Qué? —Edgar tenía el ceño fruncido, no comprendió el motivo por el que Gunter detuvo su auto, por lo que se atrevió a preguntar por eso—: ¿Por qué has detenido el auto?
— ¿No es obvio? Lo hice para que bajaras e hicieras tus necesidades.
—Por Dios, Gunter. No voy a ir allá afuera para desaparecer la necesidad de ir al baño.
—Oh, sí, amigo. Lo vas hacer. No creo que sea el único en este auto en que no quiere oler tus flatulencias.
La cara de Edgar se cubrió de un rojo carmesí.
— ¡Solo tengo ganas de orinar, Gunter! —chilló Edgar, bastante apenado. Para Gunter, no fue más que algo divertido.
—Entonces, sal del auto y haz rápido lo que tengas que hacer. Estaremos cubriéndote desde aquí. —Edgar no quería acceder—. Vamos. Sin peros. —Sin embargo, no le quedó de otra más que hacerlo.
Con disgusto, Edgar salió del auto, mirando con dudas alrededor. Lo que fue una gran necesidad de ir al baño, terminó transformándose en miedo; apenas y veía algo gracias a la luz de la luna llena.
— ¿Qué estás esperando, Edgar? Haz lo que tengas que hacer rápido. No tenemos todo el día —dijo Gunter, sin amonestación, pero tampoco es que hubiera amabilidad en sus palabras.
Su amigo Edgar no dijo nada, solo suspiró hondo y se armó de valor para terminar con su necesidad de ir al baño que había regresado a él como tan pronto se esfumó por unos segundos. Se alejó unos pocos metros de sus amigos, aún tenía dudas; más miedo que dudas. Sin embargo, pudo acabar con su necesidad de ir al baño después de unos largos e intranquilos segundos que casi llegaron a dos minutos.