Sobrevivientes de la Muerte (death Survivors)

4 - La Mina

El camino finalizaba en un ascensor. No había corriente en él, tocaba restaurarla. Por lo menos las luces estaban encendidas.

Sam miraba los cableados para ver de dónde podía accionar para devolverle la corriente al ascensor.

— ¿Este es el único camino que hay? —preguntó Maira.

—No vimos ningún otro mientras caminábamos, ¿o sí? —dijo Sam con poca prudencia. No se supo si lo dijo de mala gana, pero él tenía razón; no vieron otra ruta.

Había una habitación detrás de ellos, pero estaba vacía y era  pequeña. La ignoraron porque nada había.

— ¿No creen que podríamos perdernos aquí en esta mina? Podría ser gigantesca —opinó Evelyn.

La cabeza de Gunter se puso a maquinar al escuchar a su esposa Evelyn. Podía estar en la razón. Si la mina era grande, debían tener un mapa para no extraviarse en el lugar.

Viendo por los lares donde ellos se encontraban, Gunter notó que en la pared se situaba un mapa. Lo examinó, y vio que estaba algo borroso, pero podía verse lo suficiente para memorizarlo; estaba protegido por un fuerte cristal y un marco de hierro oxidado.

—Este mapa es el de la mina —anunció—. Supongo que aquí estamos nosotros —señaló con el dedo en el mapa cuando Sam se acercó a él—. Hay tres lugares por donde salir. La planta subterránea lleva a un ascensor que conduce a una salida, pero es la ruta más larga, según este mapa. Si tomamos la planta que bajaremos, y seguimos por esta salida, será más corto.

Sam y los demás se impresionaron como Gunter explicaba el mapa. Parecía como si él estuviese en la mina desde antes.

—No dejas de ser el Chico Estrella nunca, ¿verdad?

Gunter se apenó un poco. Luego extendió sus labios en gesto de sonrisa.

—Eso creo. En fin. En dado caso que ese camino sea un peligro, tomaremos por esta sección de aquí —continuó, apuntando al mapa—. Nos llevará a las afueras de la mina de todas formas.

Sam asintió.

—Pues, no se diga más. Tomaremos por esa ruta. Nos ahorrará el camino y es más sencillo. Solo debemos rogar que allí no aguarde ningún peligro para así poder llegar rápido a la ciudad.

—Está bien.

— ¡Ey! —llamó Evelyn— Necesitamos de su ayuda.

— ¿Qué pasa? —preguntó Gunter al llegar hasta su esposa.

— ¡Gunter! Creo que tus ojos deberían estar aquí ahora. O los de Sam si es necesario —dijo Maira, dentro de la habitación que habían ignorado.

Ambos fueron hasta Maira. Ella estaba alumbrando un panel con la linterna. Era evidente que controlaba la energía de la mina.

—Te daré un 1000$ como premio si sabes de esto. —Sam fue sarcástico.

Y a pesar que Gunter supo que así era, de todas formas respondió al negar con la cabeza.

— ¿Me permites? —Una vez que Maira se hizo a un lado sin reproches ni mala cara, Sam tocó el panel—. A veces pienso que haber entrado en los SEAL, fue lo mejor.

—Eso me temo —comentó Gunter, prestando atención a lo que Sam hacía.

De pronto, sonó la energía volviendo al elevador.

—Sí… Haber entrado en los SEAL, fue lo mejor.

Sam se ganó la sonrisa de Gunter y Maira.

—Vamos. Vayamos al elevador —prosiguió Sam.

—De acuerdo.

Cuando todos estuvieron a punto de subir en el elevador, detuvieron sus pasos cuando oyeron un gran grito detrás de ellos, a las afueras. Pertenecía a esos monstruos cobrizos.

Se horrorizaron. Todos.

—Me temo que tendremos compañía —habló Sam.

—Esas cosas no van a atravesar esos montones de rocas, ¿o sí? —replicó Edgar.

—Es lo que no sabemos. Como tampoco si abajo hay amenazas como esas criaturas —alegó Sam, seriamente.

Sam sacó otras de sus pistolas que se equipó en caso de emergencia; ahora, se aplicaba esa emergencia.

—Todos debemos andar armados. Gunter, tú tienes munición de tu pistola, ¿verdad?

—Sí.

—Bien. ¿Tú? —se dirigió a Evelyn.

—Sí.

Sam asintió.

—Solo quedan ustedes dos por armas, pero solo hay una. Y serás tú quien la use por si nosotros nos la tenemos liadas y no podamos ayudarte. —Sam estiró el arma hacia Edgar.

Edgar se horrorizó. Tanto que negaba con la cabeza y con la mano al mismo tiempo.

—No, Sam. Yo no usaré esa cosa —finalizó Edgar.

Sam mostró disgusto.

— ¿Por qué no?

—No soy amante de las armas.

—Este no es el momento para ponerse como niña, muchacho. Úsala —prosiguió Sam con insistencia.

—Lo siento, Sam, pero no. —Edgar era firme en su decisión.

Sam se molestó por ello.

—Escucha. Si a mí y Gunter nos llega a pasar algo, tú serías quien defienda a los demás. Y yo no dejaré que un chico afeminado como tú se niegue a usarla. ¡Así que tómala! —El regaño de Sam podría cambiar a Edgar, pero no resultó así. Él seguía igual.



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En el texto hay: monstruos, muerte, survival horror

Editado: 11.01.2022

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