Sobre(vivir)

Capítulo 7 - Los seres andantes-

 

Sol y Giacomo 

 

-¡¿Y ahora qué pasa?!- preguntaron varias personas sentadas en la sala de espera.

-Tranquilidad, por favor, estamos intentando entender qué pasó- avisó la secretaría.

-Bueno, aunque hubiera luz e internet no podría hacer mucho, volver cuando tendréis el certificado original- dijo la señora, que había atendido a la pareja.

-¿Quién es el responsable aquí? Quiero hablar con él, me parece imposible que no podamos empadronarnos- afirmó con cierto enfado Giacomo.

-Amor, déjalo, en nada me llegará la documentación y volveremos.

-¡No me parece justo!- exclamó él.

-Da igual, no pasa nada- seguía diciendo Sol, ella odiaba el conflicto, prefería callarse e irse, mientras su pareja no podía evitar luchar contra las injusticias.

-Vamos, va- suplicó ella, mientras agarraba por la mano a su chico.

-Volveremos pronto, adiós- saludó Giacomo y juntos se fueron.

-¡Joder!- exclamó Sol, dándose cuenta de que había empezado a llover muy fuerte, tanto que la plaza del ayuntamiento ya parecía un gran lago.

Giacomo cogió a su pareja entre los brazos.

-¿Qué haces, amor?- preguntó Sol riendo a carcajadas.

-Con esos tacones te vas a romper una pierna, tampoco te voy a dejar andar descalza, así que esta es la única solución. - afirmó convencido el joven.

Sol, al escuchar aquellas palabras sonrió, y le besó la frente, se agarró a él hasta llegar delante de la puerta del coche, cuando sus pies tocaron el suelo, cogió el rostro de su pareja con las dos manos y le besó, su lengua buscaba desesperadamente la suya.

-Te amo- le susurró en un momento en el cual los dos recuperaban el aliento.

Giacomo abrió la puerta de los pasajeros y entró, mientras Sol se le cayó encima, ambos se habían mojado por la fuerte lluvia, pero tanto Giacomo como su compañera sentían un fuego salir de sus interiores. -Sol, estamos en un aparcamiento- precisó él.

-Ya, ya, me da igual- confesó ella, quitándose el sujetador.

Giacomo empezó a mordisquearle el pecho y alternaba con suaves succiones, mientras Sol estaba ocupada en quitarle los calzoncillos.

-Joder, qué buena estás- susurró Giacomo, mientras ella aprovechaba para mover su lengua hacia el bajo abdomen.

Después de un satisfactorio sexo oral, Sol se puso encima de su pareja y empezó a mover sus caderas; ambos estaban a punto de tener un estupendo orgasmo hasta que algo les asusto desde las afuera del vehículo.

-¡Coño!- exclamó Sol, mientras volvía a vestirse.

-¿Qué pasó?- preguntó Giacomo, asustado.

-Alguien nos estaba observando, calla, escucha- afirmó Sol, su pareja hizo lo que le había dicho y ambos pudieron escuchar unos sonidos muy extraños.

Miraron la ventanilla de la puerta trasera izquierda e improvisadamente algo, no se podía definir lo que era, dio varios golpes al cristal, queriendo romperlo.

-Eso es sangre- susurró Sol alarmada.

-Parece- afirmó su novio, acercándose.

-¡Giacomo!- gritó Sol cuando una persona, o más, un ser no identificado, les miraba fijamente emitiendo unos sonidos vagos.

-Hay más- afirmó Giacomo mirándose alrededor.

-Vienen aquí- dijo aterrada Sol.

-Vámonos, ¡ya!- exclamó Gia, mientras, aún en calzoncillos, se movía al asiento del conductor; arrancó el coche y después de salir del aparcamiento cruzó el pueblo lo más rápido que pudo.

-Esos seres andantes nos están bloqueando el camino- avisó Sol.

-Ya, no son personas- explicó Giacomo, suspiró y aceleró hasta el fondo del pedal.

Aquellos seres no se quitaron de la carretera, al contrario, iban hacia el coche; el cristal delantero se ensució de sangre y la pareja cerró los ojos para no tener que ver aquella horrible escena.

-¿Qué está pasando, amor?- preguntó Sol, mientras le costaba retener las lágrimas.

-No lo sé cariño, pero nada de bueno- contestó Gia, sin mover la mirada del camino.

-No podemos ir a casa ni en ciudad, es peligroso, lo mejor es movernos hacia el norte- añadió.

-Voy a llamar a mis padres- afirmó Sol, cogió el móvil, pero sus manos estaban temblando tanto que tardó unos minutos para abrir la aplicación del teléfono.

-No hay señal.

-Si vamos a por ellos, morimos. Igual…

-No lo digas amor, no lo digas- suplicó Sol, empezando un llanto desesperado.

-Amor, tenemos que salvarnos, esto ellos querrían.

-Quiero encontrarlos.

-Y lo haremos, pero ahora mismo tenemos que buscar un lugar seguro- afirmó Giacomo.

-¿Habrá?

-Lo espero mucho.

 




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