Sol y Giacomo
-¡¿Y ahora qué pasa?!- preguntaron varias personas sentadas en la sala de espera.
-Tranquilidad, por favor, estamos intentando entender qué pasó- avisó la secretaría.
-Bueno, aunque hubiera luz e internet no podría hacer mucho, volver cuando tendréis el certificado original- dijo la señora, que había atendido a la pareja.
-¿Quién es el responsable aquí? Quiero hablar con él, me parece imposible que no podamos empadronarnos- afirmó con cierto enfado Giacomo.
-Amor, déjalo, en nada me llegará la documentación y volveremos.
-¡No me parece justo!- exclamó él.
-Da igual, no pasa nada- seguía diciendo Sol, ella odiaba el conflicto, prefería callarse e irse, mientras su pareja no podía evitar luchar contra las injusticias.
-Vamos, va- suplicó ella, mientras agarraba por la mano a su chico.
-Volveremos pronto, adiós- saludó Giacomo y juntos se fueron.
-¡Joder!- exclamó Sol, dándose cuenta de que había empezado a llover muy fuerte, tanto que la plaza del ayuntamiento ya parecía un gran lago.
Giacomo cogió a su pareja entre los brazos.
-¿Qué haces, amor?- preguntó Sol riendo a carcajadas.
-Con esos tacones te vas a romper una pierna, tampoco te voy a dejar andar descalza, así que esta es la única solución. - afirmó convencido el joven.
Sol, al escuchar aquellas palabras sonrió, y le besó la frente, se agarró a él hasta llegar delante de la puerta del coche, cuando sus pies tocaron el suelo, cogió el rostro de su pareja con las dos manos y le besó, su lengua buscaba desesperadamente la suya.
-Te amo- le susurró en un momento en el cual los dos recuperaban el aliento.
Giacomo abrió la puerta de los pasajeros y entró, mientras Sol se le cayó encima, ambos se habían mojado por la fuerte lluvia, pero tanto Giacomo como su compañera sentían un fuego salir de sus interiores. -Sol, estamos en un aparcamiento- precisó él.
-Ya, ya, me da igual- confesó ella, quitándose el sujetador.
Giacomo empezó a mordisquearle el pecho y alternaba con suaves succiones, mientras Sol estaba ocupada en quitarle los calzoncillos.
-Joder, qué buena estás- susurró Giacomo, mientras ella aprovechaba para mover su lengua hacia el bajo abdomen.
Después de un satisfactorio sexo oral, Sol se puso encima de su pareja y empezó a mover sus caderas; ambos estaban a punto de tener un estupendo orgasmo hasta que algo les asusto desde las afuera del vehículo.
-¡Coño!- exclamó Sol, mientras volvía a vestirse.
-¿Qué pasó?- preguntó Giacomo, asustado.
-Alguien nos estaba observando, calla, escucha- afirmó Sol, su pareja hizo lo que le había dicho y ambos pudieron escuchar unos sonidos muy extraños.
Miraron la ventanilla de la puerta trasera izquierda e improvisadamente algo, no se podía definir lo que era, dio varios golpes al cristal, queriendo romperlo.
-Eso es sangre- susurró Sol alarmada.
-Parece- afirmó su novio, acercándose.
-¡Giacomo!- gritó Sol cuando una persona, o más, un ser no identificado, les miraba fijamente emitiendo unos sonidos vagos.
-Hay más- afirmó Giacomo mirándose alrededor.
-Vienen aquí- dijo aterrada Sol.
-Vámonos, ¡ya!- exclamó Gia, mientras, aún en calzoncillos, se movía al asiento del conductor; arrancó el coche y después de salir del aparcamiento cruzó el pueblo lo más rápido que pudo.
-Esos seres andantes nos están bloqueando el camino- avisó Sol.
-Ya, no son personas- explicó Giacomo, suspiró y aceleró hasta el fondo del pedal.
Aquellos seres no se quitaron de la carretera, al contrario, iban hacia el coche; el cristal delantero se ensució de sangre y la pareja cerró los ojos para no tener que ver aquella horrible escena.
-¿Qué está pasando, amor?- preguntó Sol, mientras le costaba retener las lágrimas.
-No lo sé cariño, pero nada de bueno- contestó Gia, sin mover la mirada del camino.
-No podemos ir a casa ni en ciudad, es peligroso, lo mejor es movernos hacia el norte- añadió.
-Voy a llamar a mis padres- afirmó Sol, cogió el móvil, pero sus manos estaban temblando tanto que tardó unos minutos para abrir la aplicación del teléfono.
-No hay señal.
-Si vamos a por ellos, morimos. Igual…
-No lo digas amor, no lo digas- suplicó Sol, empezando un llanto desesperado.
-Amor, tenemos que salvarnos, esto ellos querrían.
-Quiero encontrarlos.
-Y lo haremos, pero ahora mismo tenemos que buscar un lugar seguro- afirmó Giacomo.
-¿Habrá?
-Lo espero mucho.