Yasmin y Juan
-Calla cariño- riñó Juan a su Beethoven, pero el perro no le hacía caso.
Yasmin encendió la luz del salón y entendió por qué el Golden Retriever estaba tan nervioso.
-¡Lucía! - exclamó la joven.
-Lu- afirmó Sara cogiéndole la mano.
-Hola chicas, ¿tenemos un perro?- preguntó intentando quedarse con los ojos abiertos.
-Es de nuestro nuevo compañero, Juan.
-Hola Lucía, es un placer conocerte- saludó el hombre, con un tono de voz suave y dulce.
-Me alegro de que no estéis solas, un hombre siempre hace falta- confesó Lu.
-Debes descansar, te dimos antibióticos más fuertes, es normal que no tengas energías, pero te recuperarás pronto- explicó Yas.
Lucía suspiró y añadió: -si cierro los ojos no los volveré a abrir, supongo que aún no me fui para saludaros.
-¿Qué coño dices, hermana? - preguntó Sara.
-Qué no soy tan fuerte como pensáis, que ni mi mente ni mi físico lo es.
-Es mentira eso- afirmó Yasmin.
-Solo os pido dos cosas.
-No digas tonterías, calla- dijo Sara, molesta.
-Dos cosas - respiró profundamente para poder seguir hablando. - La primera: sois increíbles, este nuevo mundo os necesita y estoy segura de que os irá genial, a los tres.
-¡Lu, no te vas a morir!- exclamó Sara con las lágrimas a los ojos.
-La segunda: no quiero transformarme, matadme antes por favor, quiero irme con la certeza que no voy a hacer daño a nadie.
-No te puedes ir- afirmó Yasmin.
-No es tu culpa Yas.
-Sí, lo es.
-No, me salvaste, hiciste lo mejor y lo hiciste bien.
-No te morirías si lo hubiera hecho bien.
-No, me hubiera transformado y habría sido peor.
Yasmin lloraba en silencio, las lágrimas le caían lentamente.
-Tienes que ayudar a más personas, ellos te necesitan.
-Yo no soy un médico.
-¿Por qué? ¿Solo por qué te falta un papel? Lo eres, eres el mejor médico que conocí.
Yas no podía decir nada.
-Te quiero, amiga- le agarró la mano Lu. - Y a ti- añadió acariciándole la cara a Sara.
-Perdóname.
-No tengo que perdonarte de nada Yas, lo sabes.
-Os protegeré, en cualquier lugar este, yo velaré por vosotras.
-Lu- susurraba Sara sollozando y con la vista ofuscada por las lágrimas.
-Os quiero - dijo con la poca fuerza que le quedaba, mientras poco a poco cerraba los ojos.
-¡Lu!- gritó Yasmin, mientras se levantó y empezó a dar puñetazos a la pared.
-Para, con esto no va a volver- afirmó Juan, mientras le alejaba de la pared con la fuerza.
-La maté yo - repetía sin parar.
Juan le cogió el rostro y seriamente dijo: -tú no mataste a nadie, escúchalo bien, no mataste a nadie.
-Juan tiene razón, no es tu culpa- afirmó Sara, acercándose y abrazando a los dos.
-Tenemos que cumplir con las dos únicas cosas que pidió - afirmó el hombre.
-Yo no puedo matarle - confesó Sara.
-¿Quieres que lo haga yo? - preguntó Juan a Yasmin.
-No, tenemos que hacerlo nosotras - afirmó, mientras cogía las manos a sus compañeras. -Juntas- susurró.
Las jóvenes cogieron el cuchillo y lo acercaron a la cabeza de su amiga.
-Gracias Lu, para enseñarme a ser una chica más fuerte- afirmó Sara.
-Gracias amiga mía, por todas las risas y todos tus consejos- dijo Yasmin.
-¡No te olvidaremos!- exclamaron las dos jóvenes, mientras clavaban el arma blanca en la cabeza de su compañera.
Juan cogió una sábana y la tapó, mientras las dos chicas se abrazaban y lloraban juntas.
En las horas sucesivas Beethoven y su dueño intentaron consolar a las dos amigas y organizar un pequeño funeral.
-Podríamos enterrarla en los Jardines de Monforte, es su lugar favorito- sugirió Yasmin. -Era, quería decir- corrigió.
-Es muy peligroso llegar hasta allí- avisó Sara.
-Tenemos coche, podríamos intentarlo, de aquí son pocos minutos - afirmó Juan.
Mientras el grupo organizaba un funeral digno de su amiga fallecida, el sol empezaba a salir y daba la bienvenida a una nueva mañana, un nuevo día en aquel nuevo mundo, donde ya nada tenía sentido y los vivos sufrían más que los muertos.