Sobre(vivir)

Capítulo 18 - Lucía -

 

    Yasmin y Juan 


 

-Calla cariño- riñó Juan a su Beethoven, pero el perro no le hacía caso.

Yasmin encendió la luz del salón y entendió por qué el Golden Retriever estaba tan nervioso.

-¡Lucía! - exclamó la joven.

-Lu- afirmó Sara cogiéndole la mano.

-Hola chicas, ¿tenemos un perro?- preguntó intentando quedarse con los ojos abiertos.

-Es de nuestro nuevo compañero, Juan.

-Hola Lucía, es un placer conocerte- saludó el hombre, con un tono de voz suave y dulce.

-Me alegro de que no estéis solas, un hombre siempre hace falta- confesó Lu.

-Debes descansar, te dimos antibióticos más fuertes, es normal que no tengas energías, pero te recuperarás pronto- explicó Yas.

Lucía suspiró y añadió: -si cierro los ojos no los volveré a abrir, supongo que aún no me fui para saludaros.

-¿Qué coño dices, hermana? - preguntó Sara.

-Qué no soy tan fuerte como pensáis, que ni mi mente ni mi físico lo es.

-Es mentira eso- afirmó Yasmin.

-Solo os pido dos cosas.

-No digas tonterías, calla- dijo Sara, molesta.

-Dos cosas - respiró profundamente para poder seguir hablando. - La primera: sois increíbles, este nuevo mundo os necesita y estoy segura de que os irá genial, a los tres. 

-¡Lu, no te vas a morir!- exclamó Sara con las lágrimas a los ojos.

-La segunda: no quiero transformarme, matadme antes por favor, quiero irme con la certeza que no voy a hacer daño a nadie.

-No te puedes ir- afirmó Yasmin.

-No es tu culpa Yas.

-Sí, lo es.

-No, me salvaste, hiciste lo mejor y lo hiciste bien.

-No te morirías si lo hubiera hecho bien.

-No, me hubiera transformado y habría sido peor.

Yasmin lloraba en silencio, las lágrimas le caían lentamente.

-Tienes que ayudar a más personas, ellos te necesitan.

-Yo no soy un médico.

-¿Por qué? ¿Solo por qué te falta un papel? Lo eres, eres el mejor médico que conocí.

Yas no podía decir nada.

-Te quiero, amiga- le agarró la mano Lu. - Y a ti- añadió acariciándole la cara a Sara.

-Perdóname.

-No tengo que perdonarte de nada Yas, lo sabes.

-Os protegeré, en cualquier lugar este, yo velaré por vosotras.

-Lu- susurraba Sara sollozando y con la vista ofuscada por las lágrimas.

-Os quiero - dijo con la poca fuerza que le quedaba, mientras poco a poco cerraba los ojos.

-¡Lu!- gritó Yasmin, mientras se levantó y empezó a dar puñetazos a la pared.

-Para, con esto no va a volver- afirmó Juan, mientras le alejaba de la pared con la fuerza.

-La maté yo - repetía sin parar.

Juan le cogió el rostro y seriamente dijo: -tú no mataste a nadie, escúchalo bien, no mataste a nadie.

-Juan tiene razón, no es tu culpa- afirmó Sara, acercándose y abrazando a los dos. 

-Tenemos que cumplir con las dos únicas cosas que pidió - afirmó el hombre.

-Yo no puedo matarle - confesó Sara. 

-¿Quieres que lo haga yo? - preguntó Juan a Yasmin.

-No, tenemos que hacerlo nosotras - afirmó, mientras cogía las manos a sus compañeras. -Juntas- susurró.

Las jóvenes cogieron el cuchillo y lo acercaron a la cabeza de su amiga. 

-Gracias Lu, para enseñarme a ser una chica más fuerte- afirmó Sara. 

-Gracias amiga mía, por todas las risas y todos tus consejos- dijo Yasmin.

-¡No te olvidaremos!- exclamaron las dos jóvenes, mientras clavaban el arma blanca en la cabeza de su compañera.

Juan cogió una sábana y la tapó, mientras las dos chicas se abrazaban y lloraban juntas.

En las horas sucesivas Beethoven y su dueño intentaron consolar a las dos amigas y organizar un pequeño funeral.

-Podríamos enterrarla en los Jardines de Monforte, es su lugar favorito- sugirió Yasmin. -Era, quería decir- corrigió.

-Es muy peligroso llegar hasta allí- avisó Sara.

-Tenemos coche, podríamos intentarlo, de aquí son pocos minutos - afirmó Juan.

Mientras el grupo organizaba un funeral digno de su amiga fallecida, el sol empezaba a salir y daba la bienvenida a una nueva mañana, un nuevo día en aquel nuevo mundo, donde ya nada tenía sentido y los vivos sufrían más que los muertos. 

 




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