Sobre(vivir)

Capítulo 19 - Su risita -

Adonay, Beatriz, Sol y Giacomo

-¡Pequeñita!- exclamó Adonay acercándose a su hija. -Es peligroso usar esta arma- añadió quitándole de las manos la pistola y guardándola en la parte trasera de sus vaqueros.

-No me llames pequeña- afirmó Bea, - además le ayudé, no quiero que más personas sean como esos monstruos, como le pasó a mamá.

-Mamá no está…

-¡¿Y por qué no está aquí con nosotros, eh?! - empezó a gritar, mientras su rostro se coloreaba de un rojo fuego.

-Cariño, para, por favor.

-Mamá me abandonó.

-No, no lo pienses, no lo hizo, tampoco está muerta, estoy seguro de que las encontraremos.

Beatriz, no obstante su padre intentaba calmarle, no paraba de llorar.

Fue entonces que Sol, que había escuchado la conversación, se arrodilló delante de la niña, le cogió el rostro y dijo: - princesa, nos salvaste la vida, eres una niña muy valiente, seguramente como tu mamá y, ya que nos ayudaste nosotros saldremos a buscarla y estoy segura de que la encontraremos.

-¿De verdad? - susurró Bea, mientras se secaba los ojos.

-Saldremos y regresaremos con ella.

-Sol, ¿qué dices?- afirmó Giacomo, cogiendo el brazo a su novia y susurrándole la locura que estaba diciendo.

-Cariño, se lo debemos.

-No, o sea, sí, pero tú no saldrás.

-Estoy de acuerdo con él, es muy peligroso - afirmó Adonay.

-Saldremos nosotros - dijo Gia.

-Solo nosotros dos, no queremos que nadie más esté implicado en esto - explicó Ad.

-No, no te voy a dejar solo.

-Necesito que tú te quedes con la niña - confesó Adonay. -si no tuviera que volver, quiero saber que está a salvo - añadió.

-Amor, te vas a quedar con ella, parece que tengáis una buena conexión - dijo sonriendo a su pareja. -y no te preocupes, que volveremos, no tengo dudas - afirmó, pasando la mirada a su nuevo compañero de aventuras, Adonay.

El hombre se acercó a su hija y se sentó a su lado: - cariño, yo y este joven vamos a recoger a mamá, ¿ok? Después volveremos aquí, los tres, pero mientras tanto, te quedas aquí con los demás, ayudarás a preparar la mesa para comer, harás tu cama todos los días y escucharás lo que te dirá Sol, ¿vale?

-Sé cuidarme sola, papi.

-Eres una niña aún.

-No, en este nuevo mundo, los niños no se pueden portar como niños.

-No es verdad.

-Un día, quizá pronto, saldremos de aquí y tendré que matar a los monstruos, dime, ¿alguna vez viste a un niño matar a alguien?

Adonay no contestó.

-Bea, esos son monstruos, es como en las películas, son villanos y nosotros somos los buenos - dijo Sol.

-Y los buenos siempre ganan - añadió Giacomo.

-¿Entonces no soy mala?

-¿Por qué dices esto? - preguntó preocupado Ad.

-Antes disparé y le di a un monstruo.

-Gracias a esto nos salvaste la vida, eres una pequeña heroína. - afirmó Giacomo.

-¿De verdad? - dijo Beatriz, mientras sus ojos brillaban de ilusión.

-Cierto, eres una niña heroína.

Beatriz sonrió y abrazó a su padre.

-Pero para mí serás siempre mi pequeña - le susurró Ad.

- Ten cuidado - afirmó Bea, mientras apretaba sus manos al cuello de su padre.

Las horas pasaron, Adonay y Giacomo ya tenían sus mochilas llenas: comida, kit de supervivencia y mucha agua.

-¡Esperad! - exclamó Jaime.

-¿Qué pasa? - preguntó Adonay.

-Eres muy bueno con el hacha, pero Giacomo necesita algo más que un simple martillo, pasé toda la noche buscando y encontré esta preciosa katana.

-¿Es para mí? - preguntó Gia, casi con lágrimas de emoción en los ojos.

-Claro, hombre.

-No sé cómo agradecerte, Jaime.

-Usandola bien y cada vez que sea necesario.

-Seguramente.

-¿Le darás un nombre? - preguntó Sol, mientras abrazaba a su pareja.

-Luna.

-¿Luna?

-En este mundo, las dos cosas que necesito son, mi arma, Luna y el amor de mi vida, Sol.

La joven sonrió sorprendida y sus mejillas se enrojecieron.

-Te amo- dijo, mientras le besaba apasionadamente.

-Oye, nena, este no va a ser un adiós.

-Lo sé - dijo Sol, mientras movía la mirada al suelo.

-Mírame.

-Ten cuidado.

-No llores, volveré muy pronto, de verdad te lo prometo.

Los dos se abrazaron y Giacomo se dirigió al portal, donde Adonay le estaba esperando.

Sol cogió en brazos a la pequeña Bea, mientras saludaban con las manos a sus dos hombres.

-¿Quieres jugar a las cartas? - preguntó Sol a Beatriz.

-Debo…

-¿Qué debes hacer?

Bea miró a los ojos a Sol, sonrió y dijo: -nada, jugaremos a las cartas, pero prepárate, soy muy buena.

-Vale, ya lo veremos, apostamos unas chuches de cola - sonrió Sol.

-Quién llega último tendrá que preparar las cartas - afirmó Beatriz, mientras empezaba a correr hacia la mesa de juego.

-Ey, tú, ¡así no vale! - exclamó Sol persiguiéndole, mientras en toda la sala sonaba la risa de Bea, una risa dulce y contagiosa; hasta que, en el nuevo mundo, había risitas como esa, entonces nada estaba completamente perdido.




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