Capítulo Seis

Sofía

Capítulo 6: Volver a lo que fuí

Max

Siempre pensé que los aeropuertos eran los lugares más fríos del planeta.

No por el clima, sino por lo que representan. Despedidas, reencuentros, idas, venidas... pero sobre todo, los cambios. Y yo, sinceramente, nunca he sido muy fan de los cambios.

Estaba sentado en una de esas incómodas sillas de metal en el aeropuerto de Londres, esperando que llamaran a mi vuelo de regreso a México. Tenía mi maleta a un lado, el pasaporte en la mano y la cabeza llena de pensamientos que no me dejaban en paz.

Habían pasado tres años desde que me fui a Inglaterra, y ahora me encontraba en este limbo, entre dos mundos que de alguna manera ya no encajaban.

—Es lo mejor —me repetí por enésima vez, como si decirlo en voz alta lo hiciera más cierto.

Mis padres pensaban lo mismo. "Será bueno que termines tu último año de preparatoria en México, Max. Para que no pierdas la conexión con tus raíces", me decían. Pero, ¿qué conexión? Después de tres años viviendo en otro país, rodeado de otra cultura, todo en México se sentía... distante.

Pero por más que lo negara, había una razón en particular que me hacía sentir una especie de peso en el pecho cuando pensaba en regresar.

Y ese era el hecho de que la última vez que estuve en México, las cosas no terminaron bien con una persona en particular: Sofía.

Era raro pensar en ella después de tanto tiempo, pero no podía evitarlo. Antes de irme, éramos prácticamente inseparables.

Sofía y yo habíamos sido amigos desde siempre, o al menos, eso me parecía.

Nuestra amistad era tan fácil, tan natural, que nunca pensé que algo pudiera cambiarlo. Pero luego, justo antes de mi partida, todo se volvió incómodo.

Hubo algo en esa última semana que hizo que nuestras conversaciones se sintieran forzadas, como si ambos supiéramos que algo se estaba rompiendo, pero ninguno de los dos quisiera admitirlo.

Me dolía pensar que la distancia había convertido algo tan bonito en lo que ahora era: un recuerdo incómodo. Un tema que prefería evitar, como un álbum de fotos al que no quieres volver porque te hace recordar lo que perdiste.

Me preguntaba si Sofía pensaba en eso, si había cambiado tanto como yo o si aún seguía siendo la misma chica espontánea y divertida que recordaba.

Saqué mi teléfono y miré el fondo de pantalla: una foto de mi último viaje por la ciudad de Londres. Mis amigos de aquí me habían organizado una pequeña fiesta de despedida.

Inglaterra había sido una etapa importante para mí, no solo por la educación, sino porque de alguna manera, había aprendido a esconderme detrás de una nueva versión de mí mismo. Una versión que no tenía que preocuparse por lo que dejaba atrás en México.

Suspiré y dejé el teléfono a un lado. ¿Qué me esperaría cuando volviera? ¿Un México que ya no reconocía? ¿O una versión de mí mismo que no encajaba en ninguna parte?

Sabía que Fernanda, nuestra amiga en común, seguía en contacto con Sofía.

Lo había visto en sus redes sociales. Por alguna razón, no me atreví a seguir a Sofía en ninguna de ellas. ¿Era miedo? ¿O tal vez no quería enfrentarme a la realidad de cuánto habíamos cambiado? No lo sé, pero ahora que regresaba, me di cuenta de que, tarde o temprano, tendría que verla.

En ese momento, mi teléfono vibró. Era un mensaje de mi mamá, preguntando si ya había abordado. Respondí rápido con un simple "Aún no", y volví a dejarlo a un lado.

Todo en mí estaba dividido: una parte de mí quería regresar y enfrentar lo que fuera que me esperaba, y la otra quería quedarse aquí, en esta burbuja en la que podía seguir evitando el pasado.

Llamaron a los pasajeros para abordar el vuelo. Miré la pantalla por última vez antes de levantarme. Sabía que, aunque quisiera evitarlo, México significaba regresar a las raíces que tanto había intentado enterrar.

Pero más que nada, significaba regresar a una parte de mi vida que, aunque no quisiera admitirlo, nunca había dejado de importarme.

Sofía... Si ella también había cambiado, entonces tal vez el regreso no sería tan difícil. Tal vez, después de todo, yo no era el único que sentía que el tiempo había creado una distancia que era difícil de salvar.

Caminé hacia la puerta de embarque, con la mochila colgando en mi hombro y la cabeza llena de dudas. Inglaterra quedaba atrás. Y México... bueno, México me esperaba. Con todo lo que eso implicaba.

El avión despegó, y mientras miraba por la ventana cómo Londres se hacía cada vez más pequeña bajo una capa de nubes, mi mente seguía vagando por todos esos "¿y si...?" que había acumulado durante tres años.

¿Qué hubiera pasado si nunca me hubiera ido? ¿Si Sofía y yo hubiéramos seguido siendo los amigos de siempre? ¿Si las cosas nunca se hubieran vuelto incómodas?

Pero sabía que no podía vivir en el pasado, aunque, por alguna razón, ese pensamiento no hacía más fácil dejarlo atrás.

El vuelo fue largo, demasiado largo para alguien que no quería llegar a su destino. Dormí un rato, intenté leer un libro, pero nada me mantenía enfocado.

Mi mente volvía una y otra vez a ese momento antes de irme, cuando las cosas con Sofía empezaron a cambiar.

Nos distanciamos justo antes de mi partida, como si supiéramos que al final no importaría cuánto lo intentáramos, las cosas nunca serían las mismas.Nos distanciamos tres semanas de aquel suceso.

Al aterrizar en México, sentí una mezcla de alivio y ansiedad. Alivio porque finalmente había llegado, y ansiedad porque ahora tenía que enfrentar todo lo que había estado evitando.

Caminé por el aeropuerto con mi maleta, viendo las caras de la gente, familias reunidas, amigos abrazándose después de tanto tiempo.

Y ahí estaba yo, con una especie de vacío en el pecho.

Sabía que mi familia me esperaba afuera, pero en el fondo tenia una pequeña esperanza de que Sofía estuviera aquí, y también había una parte de mí que sentía que nadie en este país realmente me conocía ya.