Solicitud denegada

#1

— ¡No permitiré que se lleven a mis hijos!—. Grito Julie aferrándose con fuerza al suéter de su pequeña niña de 9 años y a la mano de su niño de tan solo 5 años. —¿¡Por qué me haces esto!?—. Exclamo con desesperación la mujer sin soltar a sus dos hijos. Sus cabellos negros cubrían sus ojos pero incluso así podía notarse como estaba a punto de romper en llanto al estar a punto de perder aquello que le daba sentido a su vida, lo que aun le permitía continuar cuerda; Sus hijos. —¡Son lo único que me queda y lo sabes!—. A pesar de estar siendo rodeada sus ojos solo buscaban a una persona, intentando a la distancia que recapacitara.

—Señora Roberts… Aléjese—. Exclamo uno de los tantos policías que habían sido llevados a la escena. El uniformado  hizo una seña a sus compañeros para que bajen sus armas, después de todo con dos infantes en medio no podían abrir fuego. —Tenemos una orden dictada por el juez, tiene que permitirnos hacer nuestro trabajo, no haga las cosas más difíciles—. Finalizo entre suspiros. A pesar de estar siguiendo órdenes tampoco quería estar allí, separando a una madre de sus hijos, siendo participe y cómplice de la ruptura de una familia. La pobre Julie Roberts se notaba destrozada, todos los oficiales la conocían y estaban al tanto de la situación por la que ella había pasado, después de todo el pueblo no era tan grande y ella fue una persona ligeramente importante. En definitiva nadie quería estar en ese estacionamiento.    

—¡Vives en tu auto, perdiste la casa!—. Hablo finalmente el responsable de todo el conflicto, su futuro ex-marido; James Donils. Desde que el proceso de divorcio había comenzado las cosas entre ambos empeoraron más de lo que ya estaban. —¡No eres apta para cuidarlos!—. Aunque nadie dijo nada todos notaron la malicia en aquellas palabras.  A decir verdad los ex-esposos no querían volver a verse pero sus hijos se lo impedían, es una lástima que James no fuese tan flexible como ella. Quería todo para sí mismo, simplemente dejar en la ruina a la mujer que quizá en algún momento amo.

Los gritos no cesaron en ningún momento, los niños no querían soltar a su madre y ella tampoco a ellos, los oficiales con un nudo en la garganta terminaron por separarlos a la fuerza para finalmente cumplir con su deber, aquello por lo que fueron llamados en un primer momento. La gran Julie Roberts, como era llamada por algunos, se tiro al suelo de rodillas y con lágrimas en sus ojos suplico a los uniformados que le impedían avanzar para que la dejasen quedarse con sus hijos, pero por más que aquellas palabras llegaran al corazón de los policías estos no podían ceder.

Los niños patalearon y se sacudieron en todo momento, el meterlos dentro del auto del señor Dolins fue una verdadera lucha. Todos comprendían que los infantes, a pesar de su corta edad, odiaban a su padre y que sin importarles las condiciones en las que se encontraba su madre, ellos querían continuar con ella.

—¡Mama! ¡Por favor no!—. Suplico la niña entre sollozos casi incomprensibles antes de que la oficial cerrase la puerta del auto. Utilizo toda su fuerza de voluntad para no llorar, pero le fue imposible. Observo a sus compañeros, los cuales tenían la cabeza gacha y sin más se alejo. Se alejo lo más posible del auto para no golpear al señor Dolins, el cual sonreía con descaro al ver a Julie de rodillas, algo que ella jamas habria hecho en el pasado o al menos no por él.

Sin más James se subió a su auto, abriendo la ventanilla para saludar a su ex-mujer, completamente satisfecho al verla destrozada. Al instante en el que el motor se encendió la señora Roberts se puso de pie e intento con todas sus fuerzas correr hacia el auto, pero los oficiales la sostuvieron justo a tiempo. Obligándola a ver como sus hijos se alejaban lentamente de su lado, para siempre.

—¡No!–. Grito con fuerza, tanta así que es muy probable que sus cuerdas vocales hayan sufrido algún daño. Su dolor había sido transmitido a todos los presentes, tanto oficiales como transeúntes curiosos. Se tiro al suelo y lloro, un llanto el cual nadie podria calmar. Lentamente todos fueron abandonando la escena dejándola sola, soledad a la que, le gustase o no tenia que acostumbrarse.

Y así intento hacerlo sin éxito alguno. Al haberse quedado sin dinero para alimentos se vio en la obligación de vender su auto, pero a pesar de haber conseguido una buena cantidad este tampoco le duro demasiado, su nuevo vicio era costoso pero era lo único que lograba relajarla, lo que le permitía dejar de sentir dolor y le daba la ilusión de estar junto a sus niños, comiendo una deliciosa cena y durmiendo en una cómoda cama. Completamente alejada de su realidad actual, en la cual se encontraba  sola sobre un cartón mojado por culpa de la lluvia que había llegado al pueblo, había leído algo sobre estas tormentas en el periódico, pero su mente no se encontraba en condiciones de recordar absolutamente nada, ni siquiera el extraño nombre con el que fue bautizado el torrencial. Su estomago gruñía por el hambre pero solo podía limitarse a retorcerse en su lugar.

—¿Por qué?—. Se pregunto a si misma levantando la cabeza al cielo, percatándose de cómo ya había anochecido ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que vio a sus hijos? Ni siquiera ella lo sabía ¿Cuáles eran sus nombres? Por mucho que intentase recordarlos, al estar completamente ida le era imposible.Y le dolia. —¿Qué paso con mi vida?—. Susurro moviendo su cabeza hacia la izquierda, sin lograr descifrar si aquella figura que se acercaba era una ilusión o parte de la realidad. Pocos segundos le fueron necesarios para saber la verdad, las ilusiones no pueden tocarla, pero aquello la sostuvo por el cuello con fuerza y la apunto con lo que supuso fue un arma. —Hazlo—. Pronuncio sin intentar evitar absolutamente nada, su vida había acabado hacia ya mucho tiempo, sin sus hijos no tenía una razón de ser.

¿Qué había hecho ella para merecer aquel cruel destino? Nada, siempre fue una buena empleada, una buena madre y una buena persona, pero eso no evito que fuese despedida al quedarse sin un hogar, tampoco pudo permanecer junto a sus hijos y la vida simplemente le había dado la espalda. Una ráfaga de cordura le hizo percatarse de la verdad, algo en lo cual nunca antes había pensado... ¿Su culpa? No, no lo fue, de eso no cabia dudas, sus problemas iniciaron en un momento especifico con lo cual ella no tenia relacion alguna. Finalmente se decidio, encontraría al culpable aunque eso fuese lo ultimo que haga, Julie Roberts no podía morir de esa forma y no lo hizo. Desarmo al sujeto que la aprisionaba, lanzando al suelo a su atacante y abandono el sitio con un solo pensamiento en mente; Descubrir la verdad.      




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.