Solna

Capítulo 1.

20 años antes...

En otoño, cuando los árboles habían perdido su hoja, un grupo de personas estaban a la espera de un nacimiento milagroso, el cual tenía escrito hace mucho tiempo. Era de noche y una fina capa de frio penetraba las pieles de los presentes en el pueblo.

En Laudes, vivían unas personas muy peculiares, todas de cabellos oscuros y ojos claros, muchos de ellos eran divinos al ojo humano y eran personas con clase, entre ellos existían dos jóvenes que fueron destinados a casarse desde su nacimiento. Sin embargo, como dictaba la profecía, no todo iba acorde a lo planeado, ya que todo tenía su propósito.

Ya era el tiempo de traer a los bebes, la madre estaba preocupada por cómo iba a suceder las cosas y miro a su amado, el cual le dedico una sonrisa, haciendo que ella se tranquilizara.

—Es hora de traerlos al mundo —suspiro la partera, la madre tenía ya dolores de partos—. Mírame, no estes nerviosa que los bebes no serán como lo dice la profecía, serán bebes normales. No te preocupes.

—En caso de que sí lo sean...

—Ya veremos cómo lo manejaremos, —interrumpió su amado—, por ahora concéntrate de traerlos al mundo.

La labor comenzó, los gritos se escuchaban por el pequeño pueblo. El cielo comenzó a brillar como si fuera de día, las nubes ocultaron a las estrellas y el sol salió en el cielo como si de magia se tratase. Con eso, el primer bebe nació.

—Es un niño. —comentó la partera, la cara de felicidad de los padres era notoria, eso significaba que iban a ser niños y no niñas. Una preocupación menos.

Segundos después, el dolor comenzó de nuevo, esta vez el cielo se tornó más oscuro de lo normal, las estrellas y la luna resplandecieron como nunca visto, con eso el segundo hijo nació. Él bebe no lloro, por lo que la partera preocupada miro a la madre que esperaba a que le dijera el género de este.

—La niña no respira —susurro con miedo.

—¿No respira? —pregunto la madre asustada—, como que no respira.

La partera no hizo caso a los nerviosismo de la muchacha y trato de darle unas palmaditas a la niña, cuando ya estaba por rendirse, está reacciono con un llanto fuerte.

—Son mellizos —no le dio tiempo de seguir explicando, cuando de la nada en el cielo se formó un eclipse, dando a entender lo de la profecía. Todo estaba destinado, los bebes milagrosos eran los hijos de la luna y el sol, ambos fueron bendecidos por el eclipse y su camino ya estaba marcado.

10 meses después del acontecimiento, la nueva familia, se encontraba en un viaje para ver a un viejo amigo, el cual era un monje reconocido por saber las historias que dictaba el oráculo, para su mala suerte, no había nada que él pudiera hacer, las cosas se tenían que cumplir porque si y no había vuelta atrás.

—Lo único que podrán hacer es nombrarlos, solo eso —comento el viejo monje—, después de eso, prepárense para lo peor. No estarán con sus bebes, ninguno de los dos. Se los digo para que no los tomen de sorpresa y preparen todo, esto formara un caos y la gente que se sienta amenazada, vendrá a matarlos a todos.

—Me estás diciendo que nunca voy a verlos crecer —la tristeza de la joven era notoria, sus lágrimas resbalaban por su rostro.

—Lo único que puedo hacer es hablar con una vieja amiga para que los ayude —suspiro el monje—, es de confianza, se llama Lurenia, es hija de uno de los mayores cazadores de caníbales y carroñeros, la chica es bastante fuerte y podría con ellos, sabe defenderse y sé que los cuidará como si fueran de ellos.

—No quiero dejar mis hijos a manos de una extraña.

—No es una extraña —la corrigió su esposo—, a ella la conozco, íbamos a prácticas de defensa juntos. Según tengo entendido iba a casarse con el rey Gris, pero no pudo porque el hijo que esperaba nació muerto y ella no pudo con eso, dejo al rey y se unió al ejército de su padre. Es una chica buena y el monje tiene razón, es mejor hablar con ella para ver que dice.

Sin esperar más tiempo, el monje contacto a la chica mediante un búho, tuvieron que esperar días para que Lurenia fuera a las tierras alta.

—Me parece una locura todo lo que me están pidiendo que haga —negó la chica con un tono frío—, es mucho lo que me piden, además estoy más concentrada con los carroñeros y los caníbales como para ocuparme de dos bebes milagrosos.

La morena se levantó de donde estaba y a punto de salir, cuando el papá de los bebés la tomó del brazo, haciendo que esta se volteara y lo mirara a los ojos, estos les suplicaban a gritos que aceptaran.

—No puedo hacerlo, es algo que no está en mis manos. Está bien que quieran protegerlos de la profecía, pero no estaría mal que murieran, así los libran de la carga que conlleva esa responsabilidad o simplemente escóndanse en un lugar en donde nadie sepa de sus vidas e invente una historia.

—No es tan fácil como lo describes, nuestra familia tiene sangre dorada, somos reconocidos a lo lejos, además no podemos huir y dejar todo —suspiro abrumado, no podía creer que las palabras de su antigua compañera fueran tan frías. Si sabía que era así, pero nunca lo había experimentado hasta ahora—. Está bien, no tienes que hacerlo. —soltó su brazo dejándola libre—. Vete con tu familia.

Lurenia no comento más nada y se fue. Los jóvenes padres regresaron a su hogar, tristes, pero con un pequeño grano de fe, ellos sabían que algo se podía hacer.

Los meses pasaron y los bebés ya pronto cumplirían dos años cuando el rumor de unos niños milagrosos estaba rondando por todo los lugares, ya todos lo sabían, no había escapatoria.

Una noche de verano, los carroñeros deciden hacerle una visita al pueblo donde estaban los bebés, esos seres horrendos con caras pálidas y todas deformes, su rey, estaba arriba de un animal con 2 metro de altura, este al llegar a Laudes, sigue su instinto y va directamente hacia donde el cree que es su presa.




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