Conundold nunca había sido un lugar muy transcurrido. Y no los culpo, las historias que la gente externa cuenta de ese lugar alejaría a cualquiera de la cuidad.
Mia Brown siempre se preguntó por qué sus amigas le tenían tanto miedo al otro lado de Conundold. Ese que nadie nunca había logrado pisar. No por que no se pudiera, si no por que les daba miedo. Aquella chica de 18 años no tuvo mejor idea que largarse de su cuidad natal. A escondidas, por supuesto, tremenda golpiza le hubiera metido su abuela si de sus planes se hubiera podido enterar.
Todo fue extremadamente sigiloso. A media noche, cuando todos dormían, tomó sus ahorros y un poco de los de su madre, y salió de la ciudad. Londres no quedaba muy lejos de ahí, pero aun así no sabia con exactitud como llegar. Conundold ni siquiera aparecía en el mapa de Inglaterra.
Logró llegar a la capital, y después de casi un año, decidió regresar. No por que quisiera, si no por que se le habían acabado los ahorros, y al no tener estudios, haber nacido en un lugar cuyo nombre no aparece en el mapa, no tener familia cerca y no tener hogar, nadie quiso contratarla en algún trabajo.
Su manera de ingresar a Conundold fue igual de sigilosa que su manera de salir. Llegó a la puerta de la que antes era su casa y tocó. Su madre, al verla, de inmediato la abrazó, después la reprendió, y por último la golpeó.
Mia jamás logro adaptarse a los repentinos cambios de humor de su madre, pero decidió no rechistar. Todas se enteraron del regreso de la chica, y las que recordaba como sus amigas no tardaron en buscarla.
Les contó, todo lo que había vivido y todo lo que había visto. Por conveniencia se saltó la parte de los seres masculinos, más conocidos como hombres. Al enterarse de que aquellas leyendas que su abuela le contaba de pequeña se recordaban en la cuidad con el triple de fuerza, no dudo en ocultar esa parte del mundo que le había tocado conocer.
Y es que ella sabía, que aquellos a quienes apodaban 'bestias', eran nada más y nada menos que hombres. Por alguna razón, las ancianas del pueblo querían ocultarlos.
Y bueno, Mia nunca fue una chica a la que le gustara obedecer las reglas, estaba decidida a descubrir el secreto que las madres y abuelas ocultaban y el por que.
Y que mejor manera de hacer eso, que cruzando al otro lado de Conundold.