2003-06-15
— Pero mamá, no quiero ir que tal si esos tíos son malos. Sabes que no me gustan las personas así.
— Ni siquiera sabes si todos son niños, además la familia viene de lejos y tenemos que ir a saludar.— Observo a mamá retocar sus labios, mientras me cruzo de brazos con total disgusto.
Odio tener que conocer personas, soy demasiado tímida y llorar cuando no puedo adaptarme es difícil para mi.
Lo que me queda por hacer es callar y hacer lo que me dicen, las niñas de mi edad son más sociables incluso para tener nueve años en cambio yo, soy todo un bicho raro para las demás solo por que no me gustan las muñecas y prefiero los juegos de niños, aunque me resultan más interesantes que peinar muñecas.
*****
Todos empiezan a abrazar a mamá, yo solo me quedo detrás de ella esperando mi turno escucho algunos comentarios de mis otros parientes sobre como estoy creciendo.
— Pero mira nada más, la gordita a tomado unos buenos centímetros.— Mi tío, hermano de mi abuela me abraza con efusividad. Pariente que no logro recordar.
Me dedico a solo sonreír y devolver el saludo.
— Buenos días tío, si pasa que los niños habíamos crecido cada año.
Carcajada de parte de ellos y solo me queda reír junto con ellos, aún se me hace incómodo puesto que no los recuerdo del todo.
— Está vez eh venido con tus primos, en realidad son tus tíos también pero, están peques todos así que queden en primos.
Esta es la parte que más temía, donde tengo que saludar a niños y niñas que me son un total nudo de cables para Nintendo.
Son tres, dos señoritas y un varón, cuya estatura veo que a de ser el más pequeño de los tres.
Nos saludamos con beso en la mejilla mientras el, con su risa me dedica un - Hola-. Yo solo puedo pensar en sus ojos, todo atisbo de miedo e inseguridad se va de mi, como si hubiera estado en un trance todo este tiempo.
Nueve años y me siento sonrojada, me siento por otra parte me siento acongojada por que es mi tío y se que eso está mal, muy mal.
— Mishelle, a ti te gusta la fruta de aquel árbol? — la mayor de los tres llama mi atención, Dunnia.
— La verdad es que no, pero la bisabuela las lleva a la heladería de la esquina es el mejor, dicen.— largo una risilla por mi comentario y ellos también.
— Me parece un cerebro al abrir esa fruta, odio lo que se parece a una parte del cuerpo me provoca ñañaras.— Rebecca, la hermana del medio hace un gesto gracioso que concuerdo con ella.
Y el último de ellos, se queda en silencio mientra se mete a la boca unas semillas de girasol. A mi también me gustan, pero me siento nerviosa por no poder siquiera pedirle un poco.
Hasta que lo escucho hablar, su voz me parece tan tierna que me aguanto la risa.
— Pues lo que sea que me den de comida, por mi estómago esta bien.— sus hermanas ruedan los ojos mientras ríen ante su comentario. —Excepto que sea pescado, no me gusta y ya me lo ofrecieron desde que bajamos del auto.
Todos reímos por ello, aquí la familia siempre ofrece pescado puesto que es lo que más se degusta.
— Hay hermanito, no entiendo donde te entra tanto y no veo lonjas en tu cuerpo, deberías de decirnos como le haces se supone somos tus hermanas.— lo abraza y le da un beso en la coronilla de su cabeza. El solo se limita a seguir comiendo.
— Todo está en, ves esto. —le muestra las semillas de girasol.— Bueno no hacen nada, pero solo te las enseñaba.
Reímos nuevamente por sus bromas tontas.
Nos hablan para el almuerzo y yo solo puedo pensar en él. Su personalidad tan confiada y graciosa verlo rechazar el pescado es lindo, los demás familiares comentan sobre como a mi mamá tampoco le gustaba y hacen referencia de cómo es que eso debió pasar, generaciones después.
— Mishelle sigue llorando cuando conoce personas, recuerdo que era muy reacia a los que conocía. No sé dejaba tocar con nadie nuevo.— Todos ríen excepto yo, solo me limito a fingir una sonrisa. Odio que recuerden como era antes sigo siendo tímida, pero ya no tanto.
La comida siguió normal, los adultos tomaron café y yo solo me senté a lo lejos a observarlo como seguía comiendo sus semillas y alguna que otra fruta, reía por lo que conversaba con sus hermanas y el resto de primos. Luego de eso mi madre aviso que era hora de irnos a casa, nos despedimos de todos y yo solo quería irme de allí antes de que el viniera a despedirse de nosotras.
El camino a casa fue silencioso, llegamos y me fui a bañar me sentía rara ya lo era, pero esta vez fue distinto.
Mientras me acostaba, mi madre y yo dormíamos en un mismo dormitorio, la casa no era grande pero no nos faltaba nada, exceptuando por alguien, esa noche no lloré y me sentí faltando el respeto a su memoria, sentía que si no derramaba esa noche las lágrimas que le dedicaba junto a mi dolor por no recordarlo era que lo empezaba a superar.