Solo pido un día más

28.

JEREMY

Salgo corriendo detrás de Amanda, quien azota la puerta de mi casa casi frente a mis narices. Abro la puerta y camino con premura hasta tomarle del brazo con suavidad.

― ¡Suéltame, Jeremy! ―gruñe, bastante molesta.

La suelto, pero no se marcha. Sus ojos están llenos de lágrimas y respira con agitación.

—Pensé que iba a poder, pero no. No puedo, Jer. No puedo ver cómo la miras, cómo le hablas, cómo sales corriendo a ver cómo se encuentra. Cómo te preocupas por ella y yo para ti soy un cero a la izquierda. Lo peor es que ¡no puedo culparte! No puedo culparte por no sentir nada por mí, no puedo forzarte a que me quieras —suelta y se limpia las mejillas con rudeza—. Esta no soy yo, maldita sea.

―Amanda, por favor. ¿Me dejas hablar? ―suplico.

― ¿Para qué? Si vas a mentirme, si vas a mentirte a ti mismo ―dice.

 ―Es mi abuela ―confieso ―. Perdió la vista, está envejeciendo. Tengo que ir a verla.

—¿Y ella tiene que ir contigo, cierto?

—Se ofreció y es mi amiga, Amanda. Ni siquiera deberíamos tener esta conversación.

—No, porque no somos nada —masculla con rudeza—, pero me es imposible controlar lo mal que me pone verlos juntos.

—¡Pero es que no hay nada entre nosotros! —le recuerdo.

—Jeremy, por favor. Ya no te mientas, no me mientas más. Es ella, Jeremy. Ella es con quien quieres estar, no conmigo.

—Deja de decir eso, por favor —suplico, restregándome el rostro con las manos—. Samantha es mi amiga, mi mejor amiga. Nada más.

—No puedo, porque veo todas las señales ahí, abofeteándome la cara —responde, tomando distancia—. Solo que tú no lo quieres ver por temor a arruinar la amistad con ella y por herir a Dylan.

—Amy, por favor…

—Tranquilo, no insistiré. Seguramente el viaje a Boston te aclare todo esto y verás que tengo razón —vuelve a tomar su pose defensiva, cruzándose de brazos y alzando el mentón—. No puedo quedarme, lo siento. Parece que no, pero también tengo corazón.

Se da media vuelta y camina en la dirección contraria a la casa. ¿Cómo le hago entender que no me gusta su hermana menor? No debo estarlo, no puedo. Dylan no me lo perdonaría y… no quiero alejarme de ninguno.

***

SAMANTHA

Amanda llega a nuestra casa y yo me levanto del sofá, cruzándome de brazos.

— ¿Dónde estabas? ¿Por qué no me contestaste las llamadas? —pregunto y ella se sienta en el sofá, suspirando.

—Me quedé con Jack, tranquila —musita y me mira—. ¿No deberías ir a la consulta?

—Estoy esperando que Jeremy llegue con Leonard. ¿Vas a ir cambiarte? —pregunto, ya que tiene la ropa de ayer.

—No iré, tengo mucho trabajo que adelantar. Lo siento.

— ¿Es por Jeremy?  —pregunto.

—No estoy para interrogatorios. Debo trabajar y tú debes ir a chequear que mi sobrino o sobrina se encuentre bien, ¿sí? —me pide y estrecha mi hombro con su mano antes de subir a la habitación.

Tocan el timbre, así que tomo mis cosas y me encamino a abrir la puerta. Leonard es quien está del otro lado.

— ¿Y Amanda? —pregunta.

—No puede venir —miento como ella me mintió a mí.

Nos trepamos en el carro de Jeremy, quien se queda mirando a la puerta por unos segundos. Hago una mueca porque sé que espera que Amanda salga y nos acompañe.

―No vendrá, Jer ―susurro. Él parece volver a sí y se pone en marcha―. Estoy nerviosa, me da miedo pensar en que no esté bien mi bebé. No me había estado cuidando bien y mi estado de ánimo no era el mejor. No sé, estoy nerviosa.

―Hey, hey ―me llama Jeremy, tomando mi mano. Le miro, esperando a que hable―. Todo saldrá bien.

Aprieto con fuerza su mano y suspiro, sonriéndole. Él suelta mi mano para seguir manejando y en unos minutos nos detenemos en la clínica. Me bajo del carro y camino hasta la entrada, deteniéndome allí. Mis ojos se cristalizan ante el recuerdo y quiero salir corriendo de vuelta a casa.

Esta es la clínica donde trajeron a Dylan, donde lo vi con vida por última vez.

―Samantha, hey. ¡Sam! ―Leonard me llama, agitando mis hombros levemente―. ¿Todo bien? Tenemos que entrar.

―Eh sí, claro. Lo siento, yo… estaba pensando en algunas cosas. Podemos pasar ―digo.

Jeremy observa la entrada de la clínica y puedo notar como tensa su mandíbula. Tomo su mano porque lo que más necesito ahora es de su apoyo. Él mira nuestras manos y sonríe con tristeza.

―Vamos, por favor ―pido.

Nos adentramos al lugar y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo cuando observo todo lo que nos rodea; la recepción, las sillas donde dormí esperando poder verle… Cuando sentí su tacto.

Jeremy pregunta por el doctor en la recepción y él nos indica a cual consultorio debemos ir. una vez dentro, miro la camilla y aprieto mis labios en una fina línea. Mis mejillas arden de la vergüenza ante la idea de que me vean allí.




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