Solo sangre

Capitulo VIII — Perdida de tiempo

POV`S Vladislav Denndorfer

 

La caminata al centro de la ciudad se me había hecho poco emocionante, no había ni una sola mujer caminando por este paraje, solo pasaban unas cuantas carrozas con ancianos; eso era desagradable para mí. La humanidad me daba mucha lástima, son una especie muy débil y simple, son todos miméticos; uno hace algo y los demás lo hacen, haciéndolos inferiores a nosotros; ellos no pueden combatir a la muerte ni al envejecimiento, aunque dicen que las arrugas son el paso del tiempo ganado, de que los ancianos son portadores de la experiencia de la vida, que es necesario todo un ciclo para realmente vivir la vida, entre otras patrañas más, pero yo no lo veo así; para mí no es necesario ser anciano y morir, la juventud eterna es quien realmente disfruta la vida, el tiempo no nos impide, nada ni mucho menos la muerte es una rival, no existe nada en el mundo que nos pueda impedir el placer de la vida eterna.

Di un ligero suspiro, moví fuertemente mi cuello de cada lado hasta que hizo un ligero crujir.

La ciudad ya estaba cerca, aunque este pequeño viaje no estaba en mis planes, ni mucho menos era una visita de placer —como me hubiese gustado que fuera por placer—; más bien era todo lo contario; la única razón por la que estaba aquí era por mi hermano. Él me había pedido hace ya tres días antes de que partiera a Italia por asuntos de clanes, que hablara con esa joven castaña, que la tratara de atraer a nosotros, de brindarle confianza, ya que él quiere tenerla lo antes posible y con ese viaje perdió tiempo, aunque es extraño ya que él dice que tiene todo el tiempo del mundo, y aun no logro entender porque quiere a esa niña con nosotros, solo porque es fuerte; ya tiene a Victoria si lo que quiere es tener sangre fuerte, pero él piensa que la castaña es más recia, lo que me parece una pena ya que Victoria tiene un gran y radiante cuerpo digno de cualquier inmortal.

Acelere mi paso a sentir el olor de esa pequeña mortal; había muchos humanos caminando de un lado a otro, pero entre ellos se podía ver con mayor realza a una castaña que se adentraba a una tienda pequeña. La seguí entrando en ese sitio que al parecer era una tienda de listones, fruncí el ceño a ver que solo había niñas, al menos quería disfrutar si encontraba a alguien interesante aquí.

Me acerque a Scarlett sin rodeos mientras ella examinaba unas cintas rosas y doradas, parece que estaba indecisa de cual elegir.

 

— En mi opinión encuentro las dos perfectas para usted —comente sin dudar mostrándome encantador.

 

Ella me vio de soslayo y cuando se dio cuenta que era yo se giró sobre sus talones para verme por completo.

 

— ¿Cree usted eso realmente? —pregunto con cierta risa.

— Así es. Aunque si estuviera mi hermano tendría otra elección.

 

Me vio un tanto curiosa pero no resalto tanto su interés.

 

— Soy Vladislav Denndorfer —me presente con una ligera reverencia.

— Sí, se quién es usted. Lo he visto varias veces caminando por el centro —hablo mientras seguía eligiendo las cintas—. Especialmente cerca de los cabaret.

— Siempre he tenido cierto agrado a esos sitios. Espero que no me discrimine por ello —sonreí de manera complaciente.

— Descuide cada quien es libre de elegir los sitios que visitan —me vio con un gesto inocente—. ¿Y su hermano el Sr. Vlad? Tengo varios días que no lo veo —pregunto cohibida.

— Él está en una reunión… lejos de Rumania —mi tono fue un tanto serio.

— Ya veo —dijo sin ánimo, dejo las cintas donde estaban y camino hacia la salida.

 

La volví a seguir.

 

— Tan mala le pareció la noticia —bufe posándome a su lado.

— No, no es eso —vacilo al hablar—. Es solo que tengo asuntos que atender. Unos muy largos asuntos.

 

Soltó una leve risa nerviosa

 

— Lo dijo algo cortante Srta.

— Me disculpo si sonó de esa forma —se disculpó apenada.

— Descuide, no tiene importancia —hable de forma relajada.

 

Ella me vio dedicándome una ligera sonrisa con una sutil inclinación. Sin ver mucho a Scarlett era solo una niña que aún le faltaba desarrollarse, sus senos no estaban tan grandes, aunque lograba esquivar las miradas de quien la viera en su fina cintura, tenía unas caderas que daba a cualquiera a la imaginación, pero aún le faltaba mucho por cambiar y por desgracia su cuerpo no va a llegar a tal madurez.

Una pena absoluta, suspire compungido.

 

— ¿Y dígame Joven Vladislav va a dedicar toda la mañana a seguirme? —interrogo.

— Me temo que sí. Mi hermano no la quiere dejar sola y yo creo que ya la veo como parte de la familia.

 

No dijo nada, solo se limitó a sonrojarse y dar pasos lentos.

 

— Es verdad —hable—. Aunque no nos conocemos muy bien, pero siento eso con usted. Seria agradable tenerla con nosotros…claro si acepta ser parte.




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