Solo tú

¡Juguemos!

Salí para buscar un poco de aire, esas ocho cervezas estaban empezando a hacer efecto en mi estómago, sin mencionar los jueguitos de quién toma más. ¡Malditas cartas! Según sabía, solo se usaban para póker.

Por primera vez en muchísimo tiempo, me sentía relajado. Bueno, desde mi viaje a Grecia con Louis. Aquellos recuerdos, no me importaba nada más que tomar y pasarla bien. Recuerdo muy bien cómo empezaba a sentir cosas por Charlotte, era divertida y graciosa, la pasábamos bien y el sexo era de dioses egipcios y griegos calientes. Aún no entiendo el punto de lastimar a las personas. Me hizo daño, no voy a ocultarlo.

Lo bueno es que la superé rápido y no me quedé en casa pensando en cómo había podido engañarme. No me gustaba sentirme vulnerable en cuestiones del corazón, miren a Holly, se entregó y salió como colador de esa relación. Aun así, el dolor era un recordatorio de que estaba vivo.

Aclaración, no quiero sentirlo nunca más. Una vez es suficiente.

Tomé un par de bocanadas de aire antes de regresar a la sala, donde todos mis conocidos estaban sentados en círculo con las cartas del infierno. Resulta que dependiendo de qué carta te salga, te toca una penitencia. ¡Kings! Me recordé a mí mismo, quizá algún día pondría a todos en la élite a jugarlo.

Tomé mi asiento junto a Bree, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura. Sentí una mirada antes de caer en la cuenta que Renny estaba justo frente a mí. ¿Qué hace aquí?

—¿Renny? —pregunté, viéndola fijamente.

—¡Oh, Dios! ¿La conoces? —preguntó Bree, acercándose un poco más a mí—. Estamos juntas en clases. ¡Es increíble!

—Cálmate, Bree, te vas a caer de la silla. Ya estás borracha.

Escuchar su voz era como un balde de agua fría. Maldición. ¿Por qué provoca esto en mí?

—No, no lo estoy —sí, el primer paso es negarlo. Claro que estaba borracha y yo la estaba alentando a estarlo.

Renny puso los ojos en blanco antes de levantar una carta. La vi cómo se mordía el labio, concentrada, el punto no era sacar las peores cartas y sabía de antemano que la peor era el siete —la puta—, en la que tú escogías a alguien para que te pusiera hacer lo que él o ella querían.

No tuvimos esa suerte con Renny, le tocó un dos de corazones. Las mujeres levantaron su trago dando un brindis. Esas penitencias eran las peores. Mujeres toman, hombres toman, todos toman. Eran las menos interesantes.

Erika tomó la siguiente carta, gritó, ¡bomba!, y todos gritamos tirándonos al suelo. Era algo divertido de hacer, realmente estos juegos de mortales eran únicos y divertidos. En la élite todo era muy cuadrado. Si te tirabas al suelo de ese modo todos te verían raro y pensarían que eras un ridículo, pero aquí, viendo a todos reír, era increíble, diferente.

Cuando fue mi turno de agarrar carta, calenté mis manos como si estuviera a punto de hacer un truco de magia, ahora yo estaba siendo un idiota, pero era divertido. Levanté la carta revelando mi número favorito cuando no estaba en mi contra.

—Siete de diamantes —dije y mostré la carta que todos querían sacar.

—¡Puta! —gritó Kyle, señalándome emocionado—. Puedes elegir a tu puta, hermano.

—¿Tiene que hacer lo que yo quiera? —pregunté sabiendo la respuesta.

—Claro, hasta que salga la otra puta. Pero será tuya durante ese tiempo. Puedes pedir lo que sea.

Me quedé viendo la carta unos segundos, ya sabía a quién quería. No solo porque podría convencerla de hacer lo que yo quisiera, con esto podía demostrarle que aún tenía el maldito control. Me encantaba enseñarle que yo mandaba. ¡Maldición! Me encantaba que lo entendiera.

Levanté la vista para ver esos ojos verdes, su cabello rojo, perfecto. Le di una sonrisa para que supiera que es lo que estaba pensando. Oh, sí, Renny Ren, serás mi maldita puta. Un momento… ¡Qué boca la que me estoy cargando en estos momentos!

—Ni por un infierno, Hamilton, estás loco —dijo poniéndose de pie.

—Reglas son reglas, Renny Ren, eres mi puta. Ahora, ven y siéntate a la par mía. Bree, cambia de lugar con ella.

—¡¿Qué?! —gritó Bree, bastante sorprendida. Si creyó que la elegiría a ella estaba muy equivocada.

—Ya sabes las reglas, mujer —dijo Kyle señalándome—. Eres su puta.

Su cara se transformó en ira. La princesa estaba enojada, quería tirarme al suelo y reír como estúpido dando vueltas por todo el sucio suelo, lleno de colillas de cigarro y bebida derramada. Claro, solo en eso pensaba, reír hasta orinarme en mis pantalones. Ella, la rebelde Renny, estaba a mi merced.

¡Alguien que lo grabe! Esto no iba a volver a suceder.

Acerqué mi mejilla, señalándola con mi dedo índice. Muchos del grupo gritaron «¡beso!» y eso era exactamente lo que quería. Me encogí de hombros, golpeando otra vez con el dedo. De esta no se escapa.

—Vas a pagarla, Hamilton —dijo antes de darme el beso bastante babeado. Me hubiera dado asco de ser alguien más, pero por algo extraño, no me molesto.

—Me encanta tu saliva, señorita Scott. Así que no te preocupes.

Esta hizo un gruñido antes de tomar su siguiente carta. Estaba a segundos de decir algo cuando le dio la vuelta a la carta, suspiré aliviado al ver que era k de diamante. Fondo blanco de un trago bien fuerte, pensé que le tocaría tomárselo a ella, pero resulta que tenía que dárselo a alguien. Cuando me tiró la carta poniendo el vaso frente a mí entendí que estaba pagando mi parte por haberla escogido. Definitivamente este traguito me mandaría a la mierda.

—¡Fondo, Race! —gritaron las chicas colocando sus ojos encima de mí. Ya, maldición. Aquí vamos.

Empecé a tragarme esa porquería, el alcohol quemaba toda mi garganta con un sabor a menta y naranja. Estaba asqueroso. Paré unos segundos tapando mi boca, pensé que vomitaría enfrente de todos si no paraba un segundo. Como si no fuera lo suficientemente estúpido, me lo bajé con la cerveza que tenía enfrente. Renny señaló el vaso que aún estaba a la mitad.



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En el texto hay: amor, aventuras, decisiones

Editado: 24.04.2020

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