Solo tú

9. Elenor

El viernes llega y la presentación del libro también. Me atavío con un vestido negro ceñido, medias para frenar el frío y tacones negros, cojo el pequeño bolso para meter mi cartera y mi móvil y bajo al aparcamiento. 

Conduzco hacia el hotel donde se va a celebrar el evento, estaciono a unos metros de la entrada y camino con rapidez al darme cuenta de que se me está haciendo tarde. 

Entro en la sala decorada con adornos dorados, busco con la mirada a mi jefe y al escritor, y me dirijo a ellos al divisarlos a un lado del escenario donde descansa una larga mesa rectangular. 

—¿Cómo te encuentras? —le pregunto al escritor ignorando a mi jefe. 

—Nervioso. Aún no ha llegado nadie. 

—No te preocupes. Seguro que llegarán en unos minutos. ¿Quieres tomar una tila? 

—Mejor algo más fuerte —responde el hombre con las manos en el estómago. 

—Te prometo que te lo daré en la fiesta, ahora, debes estar en todos tus sentidos. Te traeré un refresco. Espera aquí.

Doy media vuelta para dirigirme hacia la mesa de las bebidas, cojo un vaso que el camarero me llena y regreso con el escritor. Le entrego el vaso y le dejo una palmadita en el hombro para calmarlo. 

Mi jefe agarra mi brazo para alejarme y hablar conmigo, pero lo detengo cuando veo que la gente empieza a entrar en la sala, presididos por los jefes superiores. 

Una mujer que entra con ellos, se acerca a mi jefe y le deja un beso en los labios cuando le baja la mascarilla. 

Mis ojos se asombran de ver ese afecto y clavo mi mirada confundida en él. 

—Cariño, te presento a Elenor Santana, la editora del señor Lee Ho Woo, el escritor de esta maravillosa obra. Ella es Suzanne Stanley, mi esposa y editora jefe —nos presenta mi jefe, haciendo que mis ojos se abran de par en par y temo que se me salgan de las cuencas. 

—Encantada. Su marido ha presumido mucho de usted, aunque se le olvidó mencionar que trabaja en la misma empresa —contesto con una mini reverencia como saludo hacia la mujer. 

—Igualmente. Estoy segura de que esta presentación será estupenda. Ha elegido un buen lugar para llevarla a cabo —me halaga ella con unas arruguitas en los ojos que me indican que está sonriendo debajo de la mascarilla. 

—Será mejor que empecemos o la gente se impacientará —digo dando un paso hacia el escritor para agarrar su brazo y subir al improvisado escenario. 

***

La presentación ha sido todo un éxito y la fiesta aún más. Todos se están divirtiendo y los libros de mi escritor se están vendiendo como churros, como decimos en mi tierra.

No dejo de hablar con todos los presentes, evitando con premeditación a mi jefe, sobre todo, estar a solas con él. No sé cómo puede engañar a su esposa de esta manera tan poco discreta. No quiero que me ponga en un compromiso delante de ella y mi paso por la empresa acabe en un escándalo. 

“Tienes que encontrar otro empleo, Elenor. Cuanto antes, mejor”, pienso dando el último sorbo de mi copa de champán. 

También he evitado ir al servicio, sin embargo, no podré aguantar por más tiempo si los camareros no dejan de traer copas y más copas. 

Me disculpo con las personas con las que estoy hablando en ese momento, dejo la copa vacía en una mesa y me dirijo a los aseos a paso ligero. 

Me siento en el inodoro y miro mi móvil. En la pantalla me aparece un mensaje del chico del gimnasio y recuerdo que esa noche tengo una cena con él. 

Abro el mensaje y veo que contiene la ubicación del restaurante y un archivo. Clico en el archivo y la foto aparece en mi pantalla haciendo que una sonrisa se dibuje en mis labios. 

Observo su rostro con detenimiento y no puedo apartar mis ojos de los suyos. Bueno, solo los desvío una vez para clavarlos en sus labios y el lunar debajo de su labio inferior. 

Mi lengua humedece mis labios y me sorprendo ante esa reacción involuntaria. Salgo del aseo y me estoy limpiando las manos en el lavabo cuando siento que alguien me agarra la cintura desde la espalda, se pega a mi cuerpo y me besa el cuello dejando pequeños mordiscos en su recorrido hasta mi hombro. 

Alzo la mirada hacia el espejo y veo que es mi jefe. Se está desabrochando el pantalón con rapidez y le clavo el codo en el estómago para que se retire. 

—¿Se puede saber qué te pasa? —me inquiere al toser e inclinarse ante el dolor. 

—¿Qué haces tú? No me dijiste que estás casado y ahora quieres engañarla cuando ella está en la misma sala que tú. ¿De qué vas? —le grito histérica. 

Estoy cansada de que me mientan, sobre todo, los hombres. No voy a dejar que siga haciendo daño a esa mujer y, mucho menos, ser parte contribuyente de ese daño. Ni hablar. 

—¿Y qué? Ambos queremos sentir nuestros cuerpos. ¿Qué más da dónde estemos? —intenta acercarse de nuevo a mí.

—Ni se te ocurra ponerme un dedo encima —le advierto preparando mis puños para estamparlos en su cara. 

—Mm, estás preciosa cuando te pones guerrera. 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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