Después de un fin de semana largo y aburrido, el sonido estridente del despertador me recuerda, una y otra vez, que tengo que levantarme para ir a clase. Aunque estoy a gusto en la cama decido levantarme y como todavía me queda tiempo, me doy una ducha rápida. Cojo el uniforme, que está perfectamente doblado en mi armario, y no tardo mucho en estar lista para afrontar un nuevo día.
Abro la puerta de mi habitación y compruebo que en el piso de abajo solo se escuchan la voz de mi madre y Joséphine y eso significa que mi hermana todavía no ha terminado de desayunar. No me lo pienso dos veces y aprovecho la oportunidad para caminar de puntillas hasta la puerta principal y salir corriendo hacia el coche.
Noel da un respingo en el asiento en cuanto cierro la puerta trasera, gira su cuerpo para mirarme y se lleva la mano al pecho.
—Hoy has madrugado más que de costumbre.
—Quería salir de casa cuanto antes —digo mientras suelto un suspiro.
—¿Has tenido algún problema con tus hermanos?
—No exactamente...
—¿Quieres que hablemos del tema?
Quería contarle lo que había pasado a Noel, pero Joséphine nos interrumpe entrando en el coche.
—¿Estabais hablando? —Nos pregunta—. ¿He interrumpido algo?
—No —dice rápidamente Noel—. ¿Estáis listas para irnos?
Joséphine asiente con la cabeza antes de sacar su teléfono de la mochila y colocarse los auriculares. Yo hago lo mismo y paso todo el camino hasta el instituto perdida en mis pensamientos.
—Ya hemos llegado —nos avisa Noel.
Me despido de él y salgo del coche a toda prisa. Hemos salido pronto de casa, pero no puedo entretenerme si no me quitaran el mejor sitio de la clase.
—Buenos días —le digo a Jessica nada más sentarme a su lado.
—¿Qué te pasó el sábado? Te marchaste sin despedirte de nosotras.
—Problemas con mi madre, ya sabes, lo de siempre.
Jessica no lleva mucho tiempo en mi vida, pero es una de las únicas personas que me conoce realmente, tal y como soy. Aunque no se lo transmita con palabras sabe que estoy pensando en cada momento. Por eso la quiero tanto.
Mi grupo de amigos actual lo formé el año pasado, tras una mala experiencia con gente que solo quería aprovecharse de mí.
Ser hija de alguien importante no siempre te hace ser popular.
En mi caso, la gente del colegio me evitaba y los escuchaba hablar de mí a mis espaldas, y eso que solo éramos unos críos. Cuando entré en el instituto pensaba que la situación había cambiado, porque cuando mi padre consiguió el cargo político todo el mundo comenzó a acercarse a mí como si realmente quisieran conocerme.
En mi segundo año de instituto, formé un grupo de amigos bastante agradable con la gente más popular del instituto y en el que también estaba Travis, mi exnovio. Salíamos juntos a comer y gracias a la paga semanal, que me daba mi padre, siempre los invitaba a todos y pagaba alguno de sus caprichos para contentarles.
Fue el año pasado, cuando tuvimos una discusión muy fuerte delante de todo el instituto, cuando me di cuenta de que realmente no eran mis amigos y de que Travis no era el novio tan perfecto que creía. Dijeron cosas horribles de mí y no me defendí, era muy cobarde pero Jessica y Zoé intervinieron para ayudarme.
Aun sin conocerme, me defendieron.
—Después de clase quiero que me lo cuentes todo, ¿vale? —dice sacándome de mis pensamientos.
Asiento rápidamente con la cabeza.
El timbre va sonando una y otra vez hasta el almuerzo. Nos reunimos con los demás, en nuestro sitio de siempre, y les cuento a todos lo que pasó con mi madre en el club. Es la misma historia de siempre, pero ellos no parecen estar hartos de querer escucharla.
Las horas pasan rápidamente y cuando suena el timbre que da por finalizada la última clase, recojo mis cosas y salgo del aula. Sorprendentemente no hay nadie por los pasillos. Por eso, me confío y camino distraída, con la mirada en el suelo, hacia la puerta principal.
De pronto, choco contra algo, mejor dicho, contra alguien que me hace caer al suelo.
—¡Mira por dónde vas! —grito antes de darme cuenta de quién es.
Marc abre los ojos sorprendido ante mi reacción y rápidamente extiende su mano para ayudarme a levantarme.
—Puedo yo sola, gracias.
Mientras me levanto del suelo le doy un repaso de arriba abajo a su cuerpo. El uniforme le queda tan ceñido y se ajusta perfectamente a todos sus músculos, un detalle del que no me había dado cuenta hasta ahora y que hace que mis piernas comiencen a temblar.
A su lado me siento tan pequeña. Marc es mucho más alto que yo, seguramente me tendría que poner de puntillas para poder besar sus labios.
Avergonzada, intento eliminar rápidamente ese pensamiento.
—Perdona, estaba distraído.
No le puedo echar toda la culpa a él porque yo también lo estaba.
—¿Te vas ya a casa? —me pregunta con curiosidad.
—Sí.
—Voy a acercar a tu hermano a casa, ¿quieres venir con nosotros?
Su oferta no me parece tan mala idea, si saliera ahora llegaría muy tarde y seguramente me tocaría comer sola.
—Claro, gracias.
Marc sonríe y me pide que le acompañe al aparcamiento. Le sigo por detrás y compruebo que su coche es el único que queda aparcado.
Me acerco a la puerta trasera y estoy a punto de abrirla cuando Marc se me adelanta. Mientras me siento, rodea el coche y se coloca en el asiento del conductor.
—Hola hermanita —dice Bruno asomando la cabeza por el asiento—. ¿No prefieres ir caminando a casa? Como haces siempre —dice esto último con tono irónico.