"Se acaban de conocer, pero sus ojos se miraban como si ya se quisieran."
—Brando. Bocanadas y Besos. (Mind Of Brando)
—Vete a la mierda — espeté enojada
—Ven acá, Laia Hamilton. Respeta a tus mayores.
Me encontraba caminando a toda velocidad hacia mi habitación, con Kenneth siguiendo mis pasos con rapidez. Llegó a visitarme y con la hermosa noticia de que había regresado con su ex, que, por cierto, le tenía un grande odio porque se atrevió a ponerle los cuernos en sus propios ojos, le pidió que le diera otra oportunidad, que estaba arrepentida.
Menuda mentira.
Estuvo dos meses encerrado—por lo que me conto mi mejor amigo—, mientras lloraba y yo siempre intente estar con él para que no cayera.
Entre a mi habitación azotando la puerta y cerrando con pestillo.
—Abre la puerta, Laia. — se escuchaba muy enojado
—Entiéndelo, Ken. No es no, vete a meter con ella otra vez, pero cuando te vuelva a ver la cara de estúpido, no vengas a pedirme que te ayude de nuevo.
Porque si, después de que dejaba de llorar, venia hasta el hospital y me contaba sus penas mientras lo abrazaba y me pedía de rodillas que lo ayudara a olvidarse de ella.
Escuché como se alejaba y pude respirar mejor, me senté en mi cama y me perdí viendo a todo Boston por la ventana, todo se miraba tan nostálgico, el día estaba nublado, los árboles se veían tan altos y opacos, así siempre era, rara la vez que estuviera soleado, Boston era muy distinto a diferentes ciudades, en si porque era la ciudad más grande de Massachusetts y entre cinco de las más grandes en Estados Unidos, me encanta esta ciudad y por nada me iría de aquí. Pero de nada servía que fuera la más grande y "hermosa", porque me sigo sintiendo igual, igual que esta ciudad, tan gris, tan nublado y deprimente. Nada cambia, no puedo salir, ni siquiera puedo caminar diez minutos porque me canso rápido, se siente terrible el sentimiento de sentirse encerrada y no poder hacer nada.
Sentirse atada a la misma rutina de todos los días, ver a las mismas personas y por dentro tener esa sensación de insuficiencia por permanecer en un sitio donde cosas atroces les pasan a personas que no tienen el privilegio de tener una vida libre de ataduras a todo lo malo. Deseando, por lo menos salir un rato sin miedo a que algo trágico pueda pasar en el camino, deseando sentir la brisa, el aire golpeando el rostro y haciendo volar el cabello tapando la vista.
Lamentablemente no todos somos afortunados, los que sí, se malgastan la vida haciendo cosas que arriesgan su vida sin importar lo que les pueda pasar, no saben el dolor que cargan las personas que luchan por intentar dormir y hacer el esfuerzo por poder despertar al día siguiente.
Minutos después escuche la cerradura de la puerta y por ella, entraba Ken junto con Grace, este le agradeció con un asentimiento de cabeza antes de que Grace saliera de la habitación, le fulmine con la mirada y me dio una de disculpa, con eso, salió cerrando la puerta.
—Vale, Laia. Ya sé que estas enojada porque regrese con Katy, pero entiéndelo, ella me gustó, me gusta y me seguirá gustando. Aparte, soy mayor que tu como para hacer caso a tus berrinches de hermana celosa.
¿Berrinches? ¿Hermana celosa? Verá que de lo que dice, nada es verdad.
— Okey, yo la verdad no te entiendo. ¿Qué es lo que estás diciendo? ¿Cuáles berrinches? Demasiado ilógico tu comentario, si tanto dices que soy una berrinchuda y que eres mayor que yo, ¿Por qué vienes a mi pidiendo una oportunidad si sabes cuál será mi reacción y respuesta?
Me miraba con recelo. Iba a hablar, pero lo interrumpí.
«Es la verdad, Kenneth. Te la pasabas llorando porque te puso los cuernos, frente a tus ojos y se río de ti en ese momento, y tienes la dicha de decirme que le de otra oportunidad. Y de lo que te dijo que quiere cambiar, ¿quién se cree esa mentira? Solo tú. También, la tachabas de estúpida, pero creo que al final, el estúpido fue otro.»
—Pero...Tienes que entenderme, por favor. Sabes que las personas cambian y todos merecemos segundas oportunidades.
Sus ojos fueron la clara demostración de que estaba dolido, pero no me importa, él sabe que soy muy sincera con mis palabras y que, lo que le digo, es para que abra los ojos y recapacite. Por su bien.
—Intento entenderte, pero no puedo, simplemente no. Y si, te apoyo en lo de las segundas oportunidades, pero no va para todas las personas, y mucho menos para ella. Aparte, no sabes cuánto me dolía verte llegando hasta acá, con los ojos hinchados y rojos, sin ganas de andar y yo no poder hacer nada. Créeme, que para mí tampoco fue fácil, yo aquí encerrada y tú en casa llorando, me esforcé mucho para distraerte y hacerte sonreír, aunque sea una vez en el día para que al final, todo lo que llevabas avanzado, ¿lo eches a la basura? Claro que no, Kenneth. Estas mal.
«Y no te digo esto para atacarte o hacerte sentir mal, solo te lo digo para que entiendas que volver con ella, no te hará bien. Si lo hizo una vez, lo hará más veces. Y si no te gusta lo que te digo, bien, pero cuando te vuelva a mandar a terapia, no me busques, no me llames y mucho menos preguntes por mí. Bastantes problemas tengo yo, como para tener más, y siendo de alguien mayor»
—Eres mi hermana y me tienes que apoyar, sabes que yo estaría para ti en cualquier momento, no entiendo porque tu no.
—Lo entiendo, pero yo no he cometido un error y sé que debo apoyarte en todo, pero no es mi obligación, no solo tu pasas por cosas. También es cansado para mi intentar resolver o apoyar con problemas que no me competen, por un momento en tu vida, madura. Y se consciente de que tus actos traen consecuencias, ella no va a estar contigo siempre, yo sí, pero tus errores harán que las personas que realmente te valoran, se alejen de ti.