Inglaterra, Londres de 1846
Abr. 17
—Sueños, sueños y a dormir —cantaban al unísono, con tal entonación que ambas no se permitían dormir—, o sino ella vendrá hacia ti —compartieron miradas y sonrieron—, que nunca te vea así —miraron juntas hacia la puerta—, porque luego… —rieron y se cubrieron con las sábanas.
—¡Amelia! —gritó cansada de que esta se escabullera al cuarto de Elizabeth cada que podía—¡A tu dormitorio! —miró sus ojos tristes, pero se negó a darle otra noche con Elie, dormía más en él que en el suyo—He dicho.
—Pero Madre María —insistió Amelia.
—Amelia… —esta entendió y bajó de la cama de Elie, yendo junto a la monja María; se despidió con un “adiós” y se retiró.
Nov. 28
(Tres días después de la muerte de Amelia)
Henry, el Padre, entró a la Iglesia, se persignó, y oró por el espíritu de Amelia; lamentando su muerte, aterrado por el suicidio de esta; ella era una niña con demasiados desafíos en la vida, con demasiadas vivencias injustas, todo ello la aferraba a la oscuridad del alma, él temía; Amelia no entendía la verdadera fe, y tenía un pensamiento errado acerca de Dios Padre.
Sostuvo su cruz con sus dedos, lo apretó y respiró profundo.
Levantó su mirada sintiendo un poco de armonía en su pecho, observó la crucifixión y sonrió; lentamente su mirada bajó hacia los espejos triangulados decorativos en la columna frente suyo, en aquel momento no pensó, sintió sus ojos llenarse de lágrimas y su temperatura bajó.
Amelia.
Volteó con temor, y tras no ver nada se puso de pie y avanzó torpe hacia el Atril, sosteniéndose a veces de los bancos. Amelia no era un ser maligno, por ello, tal vez, pudo entrar en la Iglesia.
El miedo provenía de sus palabras.
Henry negó y movió las páginas con agilidad intentando encontrar el versículo correcto. Pero aquella imagen de Amelia muerta en la cama, con cicatrices, marcas, y sosteniendo la cruz que él le dio como obsequio seguía en su memoria. Como si se sintiese culpable de su muerte.
Limpió sus lágrimas que salían sin pudor, en ello escuchó algo caerse, volteó hacia el ruido y el collar de cruz estaba allí, en su campo de visión se encontraba inversa.
«¿Y si usted perdiese su fe?»
Recordó sus palabras, retrocedió agitado, se apoyó del Atril y comenzó a oír ruidos extraños. Y cuando todo acabó la Madre María estaba en la entrada, asombrada tras ver cómo el Padre rompía la Biblia.
Inglaterra, Londres de 1847
Nov. 25
Cuando cobró sentido observó a detalle el cuerpo de Elie flotando, sus hermosos cabellos cafés enredados entre sus dedos. Las lágrimas comenzaron a caer, y la cruz en su cuello relucía con la luz de la Luna. Había perdido aquella fe que una vez lo mantuvo cuerdo y lo fortalecía, había perdido las intenciones de vivir.
Tomó el cuerpo de Elie y la abrazó, disculpándose inútilmente.
Se aferró a esa luz que sólo una infante con muchas ambiciones e interrogantes poseía, y lentamente se fundió en la oscuridad.
Inglaterra, Londres de 1845
Nov. 24
—Bienvenida Amelia —le invitó a entrar con ademanes—. Me llamo María del Rosario, pero me conocen como Madre María, nosotros seremos…
—¡Nosotros seremos tu nueva familia! —dijeron los otros niños.
—Sí, aquí aprenderás muchas cosas, y entre ellos…
—¡La fe! —volvieron a interrumpir con emoción y alegría.
—Mu-Mucho gusto —sonrió decaída, preguntándose el por qué ellos eran felices sabiendo que sus familias no los querían.
—Así que tú eres la nueva estudiante —Amelia se quedó cautivada por aquella armonía que emanaba aquel hombre, aquel día el sol brillaba, y él era como su representante—. Me llamo Henry, pero todos me llaman…
—¡Padre Henry! —algunos niños y niñas lo abrazaban con mucho entusiasmo.
Amelia sintió repulsión hacia aquel hombre, él era amado, él era respetado, él era oído, él era feliz.
Y ella tenía que vivir tras las sombras, callando, siendo maltratada y no deseada.
—Amelia, ¡bienvenida! —removió sus cabellos.
Inglaterra, Londres de 1993
Nov. 25
Evolet volteó de un lado a otro, desconcertada, con miedo, con frío, con dolor, con hambre. Retrocedió desorientada y sintió lo gélido de las aguas; se movió y observó algo en lo profundo de este, se acercó para ver qué era, y mientras más lo hacía veía en el fondo de aquella laguna.