Soltera divorciada

ARMANDO

—¡Adam!— Corrí a alcanzarlo antes de que entrara al elevador en la mañana, él se giró, tenía mala cara. — ¿Si iremos a cenar hoy? ¿Puedes? — Él seguía serio. 

Suspiró profundamente y me escupió un.

—Sí. — Después comenzó a reír. 

—Me espantaste, pensé que estabas enojado. — Dije aliviada. 

—Claro que no, no fue tu culpa. — El elevador se abrió, dejamos que todos salieran y después entramos. 

—¿Entonces me perdonas? 

—No hay qué perdonar, pero lleva la cuenta, ya van dos. — Me mostró dos dedos y presionó el botón.

—Lo sé. — Pensé que en ambas veces que había dejado plantado a Adam, ambas ocasiones había estado con Alejandro. 

Entramos a nuestro piso, nos dirigimos a nuestros escritorios.

—Tengo un regalo para ti. — Me entregó una pequeña caja.

—¿En serio? 

—Abrelo. — Parecía ansioso, lo hice y era un collar con un dije de la letra A. — Es una A de Armando. — Señaló el dije.

Los dos nos miramos unos segundos y después explotamos a reír. 

—Lo sospechaba. — Miré la letra por varios segundos, era muy bonito el dije. — Me lo pondré. 

—Te ayudo. — Adam se puso detrás de mí, tomó el collar y yo levanté mi cabello.  — Se te ve bien. — Dijo cuando se puso frente a mí para verme. 

—Ya lo sé, todo se me ve bien. 

—Lo que me gusta es que no eres arrogante ni presumida. — Adam me contestó con ironía, reímos y continúe con los pendientes de ayer.

Una hora más tarde, Elizabeth estaba en nuestro piso hablando con Tabata, todos nos sorprendimos porque lo hizo espontáneamente, ni tiempo nos había dado de que llegara el rumor al piso.

 Después Elizabeth fue hasta mi escritorio. 

—Hola, Ana ¿Cómo estás? — Me sonrió abiertamente. 

—Muy bien, gracias ¿Y usted? — Me puse de pie.

Todos en el piso estaban sorprendidos por nuestra plática.

—Excelente, no habíamos podido hablar y no pude agradecer el regalo que me ayudaste a escoger. — Asentí incomoda. — Le encantó, nos regalaste una velada hermosa, Alejandro estaba muy feliz. 

—Me da gusto. — Es la primera mentira que le digo a Elizabeth acerca de mis sentimientos, realmente no me daba gusto, me molestaba. 

—¡Escuchen! ¡Escuchen! — Berna llegó emocionado al piso. — El señor Sosa y la señora Elizabe… — Miró a Elizabeth y se cubrió la boca. 

—¿Alejandro y yo qué? — Elizabeth comenzó a reír. — ¡Vamos! Dilo porque me muero por saber. 

Todos mirábamos a Berna, Elizabeth lo animó a hablar. 

—Es que… — Dudó. — Iba a decirles a mis compañeros que llegaron juntos y los ví besandose. — Berna estaba muy rojo. — Es que nos gustan como pareja, nos emocionamos por ustedes. — Aclaró.

—¿Dónde nos estábamos besando? — Preguntó Elizabeth. ¿Eso era necesario? Todos la miraron confundidos.

—En el ascensor y en recepción. — Respondió Berna en forma forzada.

—Sí, es cierto. — Elizabeth admitió y todos se pusieron contentos mientras aplaudían, yo no comprendí esta acción.— ¿No te da gusto a ti? Tú me has ayudado. — Me preguntó al notar que yo no aplaudía.

—Sí me da gusto. — Aplaudí y me forcé a sonreír.

—Gracias. — Elizabeth reía con nerviosismo. — Luego nos vemos, a ver cuándo salimos a cenar. — Elizabeth me sonrió de nuevo y se fue. 

— Eso fue extraño. — Adam veía a Elizabeth alejarse.

—Ni me lo digas. — Tenía un presentimiento. — Pero bueno. — Sonreí. — Debemos acostumbrarnos, pronto se casarán y estarán así todo el tiempo. — Me senté pero no pude dejar de pensar en eso, tomé mi teléfono, presentía algo y debía estar segura. 

”Elizabeth sabe lo de nosotros?? "

Le envié el mensaje a Alejandro pero me arrepentí, si Elizabeth lo leía se iba a imaginar lo peor. Mejor no meterse en problemas. 

Eliminé el mensaje y volví al trabajo. 

Mi teléfono sonó.

"¿Qué pasó? "

Era un mensaje de Alejandro.

"Nada"

Contesté y volví a lo mío.

"Dime. "

Lo ignoré pero volvió a sonar mi teléfono. 

"Lo que sea puedes decirme. "

Suspiré y le contesté. 

"Ya te dije que nada"

Alejandro me llamó, miré alrededor, nadie me estaba prestando atención. 

—¿Si? 

—Ve a la azotea, ya. — Me colgó. 

¡Agh! Empezaba a odiar la azotea. 

Me puse de pie con pesar. 

—Voy a sacar copias ¿Quieres que te saque unas? — Le pregunté a Adam. 

—No, gracias. — Me sonrió y volvió a su computadora. 

Yo entré al elevador y subí, presioné el botón de la azotea pero se abrió en el piso del departamento, Alejandro iba a subir pero no había nadie más que él y yo así que Alejandro me tomó de la muñeca arrastrándome hasta su departamento. 

—¿Qué pasó? — Pregunté cuando cerramos la puerta. 

—¿Qué decía el mensaje? — Preguntó interesado. 

—Te dije que nada, en verdad. No te preocupes. — Quise salir pero él detuvo la puerta con su mano. 

—Entonces, ¿Por qué me mandaste mensaje? — Pidió una explicación.

—Me equivoqué. — Mentí. — El mensaje no era para ti. — Intenté volver a salir. 

—¿Para quién era? — Volvió a detener la puerta. 

—Para un compañero de la oficina. — Quizá con eso se calme. — Era algo del trabajo. 

—¿Compañero? — Puso mala cara. — ¿Quién? 

—Que te importa. — Dije por inercia. 

—¿A quién se lo enviaste? — Advirtió con voz tenebrosa. 

—¿Por qué debes saberlo? Es mi privacidad y por algo se pueden borrar los mensajes. 

—¿Quién? — Insistió. 

—A alguien.

—¿¡Quién!? — Preguntó más fuerte. 

—¡Alguien! — Repetí. — Alejandro, no estoy de humor. — Fui honesta. — Déjame en paz, quizá luego hablemos, pero hoy no, me siento mal. 

— Solo debes decirme qué decía el mensaje y para quién era. — Alejandro insistía molesto. 

—No. — Lo reté y me crucé de brazos. 

—Cuento hasta tres, Ana. — Lo miré esperando a que contara hasta tres ¿Qué hará? — Uno. — Alcé nunca ceja, me moría de curiosidad. — Doooos. — Alargó mucho la letra O. — Tres. — Alejandro me cargó como costal de papas, yo pataleaba.



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En el texto hay: comedia, romance, venganzayamor

Editado: 26.12.2020

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