Interludio
Punto Muerto
Transcurrieron varias semanas desde aquél terrible incidente en la Facultad de Derecho. El segundo semestre había comenzado ya para los leguleyos, pero bajo circunstancias completamente distintas, pues ahora las reglas habían cambiado drásticamente para todos.
Silfer, el nuevo monarca y soberano de la, hoy alicaída Facultad, ha sumido a todos los leguleyos en una descomunal oscuridad, mientras el edificio en sí presentaba algunas heridas superficiales, fisuras, marcadas por un ambiente y una energía negativa sin precedentes en su historia, casi como una crónica de muerte anunciada. Sus estudiantes, hoy por hoy celebraban a su nuevo héroe, aquél que los había libertado de la amenaza de un joven, quien presuntamente los engañó mostrando una cara de honestidad y valor frente a la adversidad, pero que al final resultó ser un despiadado asesino, un monstruo, oculto tras un velo de ingenuidad. Aquel joven era precisamente Magnus, el Portador de Luz, otrora Héroe de la Facultad y hoy, un mal recuerdo, posiblemente un trago amargo de años anteriores que los propios leguleyos querían olvidar lo antes posible.
Sin embargo, aquellas celebraciones no eran más que el artilugio manipulador causado por el nefasto control mental y oscuro maquinado por la distorsionada mente de Silfer, quien ahora caminaba por los pasillos de la Facultad con absoluta impunidad y privilegio, ya que ahora su eterno rival había desaparecido tras ser expulsado, humillado, destruido y repudiado por sus compañeros, sus amigos, y la mujer que alguna vez amó, siendo estos últimos en particular, cómplices con el malévolo ser de su victoria, lograda finalmente tras años de constantes derrotas y fracasos.
Durante los días que siguieron a la partida de Magnus y Flora, la Facultad de Derecho siguió con sus actividades normales, supeditados total y absolutamente a las nuevas reglas y políticas académicas establecidas por Silfer, quien no solo dominaba a sus compañeros, sino también a los profesores y a los administrativos, a quienes manipulaba y persuadía con destreza y astucia, con el fin de mejorar el nivel intelectual y académico de todos los leguleyos, a veces imponiendo normas muy extremas y a menudo, radicales.
Al principio hubo quienes se opusieron a este nuevo camino, compañeros que no veían con buenos ojos al Portador de Sombra, a quien acusaban de ser un tirano sin corazón ni emociones, que era más bien una especie de androide frío y calculador, que buscaba la perfección total solo para su propio beneficio, a costa del sacrificio y el esfuerzo de todos los demás. Entre esos opositores estaba Monty, la antigua líder estudiantil, quien hasta antes de la partida de Magnus era la leguleya más influyente entre los suyos y que hoy, con el ascenso del de Sombra al poder, no era más que una insignificante mujer sin liderazgo ni apoyo por ningún lado, ni siquiera por parte de los profesores, ni tampoco de sus propios compañeros, ya que fue el propio Silfer quien se encargó de desprestigiarla frente a todos, aunque en un grado mucho menor a lo que hizo con Magnus, acusándola de haber sido negligente y de tomar malas decisiones, además de ser cuestionada por haber apoyado a los 5 de la Luz y por su amistad cercana con los tórtolos, Julius y Josy, entre otras razones.
Tras estos dichos, el prestigio y la reputación de Monty terminó por los suelos, siendo cuestionada, criticada, humillada e incluso aislada arbitrariamente de todas las actividades estudiantiles, como si se tratara de una cualquiera, cosa que la dejó muy triste y acongojada, además de ser obligada a dejar su cargo como líder leguleya, quedando así abandonada a su suerte. Ni siquiera sus grandes amigas y colaboradoras, Lily y Vicky, pudieron siquiera convencerla de no bajar los brazos, pues al igual que ella, no solo habían sido cuestionadas por los 5 de la Sombra, sino que también, eran blanco de crueles amenazas, tanto de ellos, como del resto del estudiantado.
Silfer no solo impartía órdenes a todos respecto a las notas y las evaluaciones, sino que además, cambió la manera en que debían relacionarse los estudiantes. Ya no existía el compañerismo ni la empatía, tampoco la amistad y la colaboración mutua. Para los 5 de la Sombra, aquellos valores que identificaban a los leguleyos con los extintos 5 de la Luz eran considerados subversivos, por lo que cualquier ayuda ofrecida entre ellos debía ser castigada y condenada tajantemente, desde una nota roja a título de amonestación, hasta la expulsión inmediata.
Y esa fue la labor que realizaron los temibles colaboradores del nuevo monarca de Derecho. En los pasillos, Marcus, Sans, Aivi y también Gaby actuaban como inquisidores, detectando la más mínima señal de conducta que era calificada como subversiva por la Facultad, desde el compañero que prestaba apuntes para estudiar, hasta aquél que mostraba su talento artístico, pasando por la compañera que solicitaba apoyo solidario para ir en auxilio de otros, hasta incluso interferir en las decisiones del propio centro de alumnos. En este punto en particular, la directiva estudiantil estaba fuertemente amenazada e influenciada por los 5 de la Sombra, y especialmente por Silfer, quien siempre hacía acto de presencia en todas y cada una de las asambleas de carrera. Y pobre que alguien intentara manifestar algo que significara quebrantar las reglas ya establecidas, porque no solo el estudiantado se le tiraría encima como panteras en celo, sino también sufriría las consecuencias de la terrible influencia oscura de Silfer y sus aliados.
Para el Portador de Sombra todo aquello que no representara excelencia académica perfecta (es decir, nota 7 absoluta), era considerado negativo, y por tanto, decidía su destino con castigos cruelmente despiadados, desde tortura psicológica, hasta incluso ser masacrados a golpes por sus subordinados, neutralizando la mente de sus víctimas, quedando así sumisos frente a sus decisiones sin rechistar. No había opositores ni mucho menos conspiradores, pues Silfer tenía a todos los leguleyos sometidos bajo su mandato y amenazaba constantemente con la expulsión a todos aquellos que no fueran leales ni partidarios con sus ideas y dogmas. Incluso Monty, quien al principio había amenazado a Silfer con la expulsión en el pasado, ahora era golpeada con la misma piedra por el propio Portador de Sombra, bajo la condición de mantenerse en silencio y con la garantía hipócrita de que él aseguraría su egreso al final de la carrera mientras no abriera la boca e intentara cualquier cosa que supusiera algún tipo de amenaza o peligro alguno para su dominio. Esos eran sus métodos, reprochables en el sentido común, pero aceptables para la gran mayoría de los estudiantes de Derecho.
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Editado: 28.06.2020