Sombras De Deseo

La Luna De Miel Toxica

La luna de miel de Lucian y Elena se celebró en una villa apartada, ubicada en una isla paradisíaca rodeada por aguas cristalinas y vegetación exuberante. Desde la distancia, la villa parecía un refugio idílico, un lugar donde el amor podía florecer en medio de la naturaleza virgen.

Sin embargo, para Elena, ese paraíso pronto se convertiría en un nuevo escenario de su encierro, una jaula de oro rodeada por las aguas inquebrantables del control de Lucian.

El viaje en yate hacia la isla fue un reflejo de las emociones encontradas de Elena. La brisa marina acariciaba su rostro con una suavidad engañosa, mientras las olas golpeaban el casco del yate con una constancia que le recordaba el incesante control de Lucian sobre su vida.

Lucian, sentado junto a ella, irradiaba una felicidad oscura, una satisfacción que venía de saber que había ganado una batalla más en su lucha por poseerla completamente.

La villa en la isla era un sueño de lujo y elegancia. Cada rincón estaba decorado con un gusto exquisito, desde los suelos de mármol hasta las cortinas de seda que ondeaban suavemente con la brisa del mar.

Los ventanales enormes ofrecían vistas panorámicas del océano, reflejando una serenidad que contrastaba brutalmente con la tormenta emocional que Elena sentía en su interior.

Los primeros días de la luna de miel se desarrollaron en un ritmo de falsa tranquilidad. Lucian planeaba actividades diarias, desde paseos en bote hasta cenas íntimas bajo las estrellas.

Cada momento estaba cuidadosamente orquestado para demostrar su amor y devoción, pero para Elena, cada gesto era una cadena más que la ataba a su dominio. La villa, aunque hermosa, se sentía como una trampa dorada, donde cada paso la acercaba más a la desesperación.

Una tarde, mientras paseaban por la playa, Lucian tomó la mano de Elena, sus dedos entrelazados con una posesión que se sentía como una garra.

- ¿No es este lugar un paraíso, Elena? - dijo Lucian, su voz suave pero llena de autoridad - Aquí, lejos de todo, podemos ser verdaderamente libres.

Elena, mirando el horizonte infinito, sintió un nudo en la garganta. El océano, vasto y libre, era una cruel ironía frente a su propia situación.

- Sí, Lucian - murmuró, tratando de ocultar la angustia en su voz - Es hermoso.

Pero dentro de ella, cada ola que rompía en la orilla parecía un recordatorio de su encierro. Las aguas, que deberían simbolizar la libertad, se sentían como muros líquidos que la mantenían atrapada. La arena bajo sus pies, cálida y suave, era como una alfombra que ocultaba las espinas de su realidad.

Las noches eran aún peores. En la oscuridad, mientras la luna brillaba sobre el mar, Lucian la envolvía en sus brazos con una pasión posesiva. Sus caricias, aunque suaves, eran una afirmación constante de su dominio. Cada beso era una marca de propiedad, cada susurro una promesa de que nunca la dejaría ir.

Elena sentía que su alma se desvanecía, cada noche más atrapada en la red de Lucian. Sus sueños, una vez llenos de esperanza y creatividad, ahora estaban teñidos de sombras y miedo.

En sus momentos de soledad, intentaba encontrar algún resquicio de libertad, algún pequeño rincón donde pudiera ser ella misma. Pero incluso esos momentos eran breves y fugaces, rápidamente arrasados por la presencia omnipresente de Lucian.

Un día, mientras estaban en la villa, Lucian se acercó a Elena con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

- Tengo una sorpresa para ti - dijo, su voz suave como la seda - He encargado una nueva colección de arte en tu nombre. Quiero que seas conocida no solo por tu talento, sino también por tu visión y estilo únicos.

Elena sintió una punzada de ansiedad. Sabía que esto era otro movimiento de Lucian para controlarla, para asegurarse de que su carrera estuviera siempre bajo su dominio.

- Gracias, Lucian - respondió, tratando de sonar agradecida -Pero a veces siento que necesito más espacio para explorar mis propias ideas.

Lucian la miró, su expresión endureciéndose brevemente antes de suavizarse nuevamente.

- Elena, todo lo que hago es para ti. Quiero que tengas éxito, que brilles más que nadie. Confía en mí, y verás que juntos podemos lograrlo todo.

Elena asintió, sintiendo cómo las cadenas invisibles se apretaban un poco más. Su vida, sus sueños, todo parecía estar envuelto en las sedas suaves pero implacables del control de Lucian. La villa, con su belleza deslumbrante, se había convertido en una cárcel donde cada esquina, cada rincón, reflejaba su desesperación.

Esa noche, durante una cena a la luz de las velas, Elena trató de encontrar algún consuelo en la vista del mar. Las olas brillaban bajo la luna, y el sonido rítmico del océano debería haber sido una melodía tranquilizadora. Pero para Elena, era un recordatorio constante de su prisión. Lucian, sentado frente a ella, la miraba con una intensidad que la hacía temblar.

- Elena - dijo Lucian, su voz baja y posesiva - eres mi mayor logro, mi joya más preciada. Te prometo que haré todo lo posible para que seas feliz.

Elena, sintiendo las lágrimas arder en sus ojos, respondió con un susurro.

- Gracias, Lucian. Solo quiero... quiero ser libre.

Lucian la tomó de la mano, sus dedos firmes como un grillete.

- Eres libre, Elena. Libre conmigo, bajo mi protección. Nada ni nadie te hará daño mientras estés a mi lado.

Elena asintió, sintiendo cómo su corazón se rompía un poco más con cada palabra. Sabía que sus palabras de libertad eran solo una ilusión, una promesa vacía que ocultaba la realidad de su control absoluto.

La luna llena brillaba sobre la villa, proyectando sombras largas y siniestras que parecían alargarse hacia el horizonte. En la oscuridad, Elena sentía que cada sombra era un recordatorio de su encierro, cada rayo de luz una promesa de libertad que se desvanecía ante el control de Lucian.

En esos momentos de desesperación, el recuerdo de Ethan y su promesa de liberarla se convertía en su única esperanza. Sabía que debía encontrar una manera de comunicarse con él, de buscar su ayuda.




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