Sombras De Obseción

Oscuridad Interior

Lucian Evernight se encontraba en la penumbra de su lujoso dormitorio, un espacio vasto y elegante adornado con muebles antiguos y artefactos de incalculable valor. La luz de la luna se filtraba a través de las cortinas de terciopelo, proyectando sombras inquietantes en las paredes. A pesar de la magnificencia del entorno, Lucian sentía una inquietud creciente que no podía ignorar.

Sentado en el borde de su cama, Lucian apretaba las manos contra las sienes, tratando de calmar los pensamientos que le asaltaban. La imagen de Ethan Hart no dejaba de aparecer en su mente, perturbando su tranquilidad habitual. ¿Cómo era posible que alguien tan sencillo y aparentemente insignificante tuviera tal poder sobre él?

Cada intento de acercarse a Ethan, cada encuentro que había planeado meticulosamente, solo había servido para incrementar su frustración. Ethan seguía siendo un enigma indescifrable, una fortaleza inexpugnable que Lucian no podía conquistar.

Lucian se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación, sus pasos resonando en el suelo de madera. Los pensamientos se arremolinaban en su mente, convirtiéndose en un torbellino de obsesión y deseo. La imagen de Ethan, su voz, su indiferencia, todo se mezclaba en un caos que Lucian no podía controlar.

— Es mío — murmuraba para sí mismo, sus palabras apenas audibles en la quietud de la noche — Debo tenerlo, debo poseerlo.

Se detuvo frente al espejo, observando su reflejo. Su rostro perfecto, su cuerpo esculpido, todo lo que siempre había sido su mayor ventaja, parecía inútil ante la resistencia de Ethan. La frustración se convirtió en rabia, y golpeó el espejo con un puño cerrado, haciendo que el cristal temblara.

La rabia pronto dio paso a un delirio de desesperación. Lucian cayó de rodillas, susurrando el nombre de Ethan como si fuera un mantra, como si al repetirlo pudiera de alguna manera obtener el control que tanto anhelaba. La oscuridad se cerraba a su alrededor, y en su mente, la imagen de Ethan se transformaba en una obsesión que devoraba todo a su paso.

Mientras tanto, en un apartamento modesto al otro lado de la ciudad, Ethan Hart también luchaba contra sus propios demonios. Las últimas semanas habían sido un torbellino de estrés y confusión. La constante presencia de Lucian en su vida había comenzado a desgastar su ánimo y su concentración.

Sentado en su pequeña mesa de trabajo, Ethan revisaba los documentos de la próxima iniciativa benéfica, pero su mente estaba lejos. Cada vez que cerraba los ojos, veía la intensa mirada de Lucian, sentía la presión invisible de su obsesión. La sensación de ser observado, de ser un objeto de deseo, lo perseguía constantemente desesperandolo al extremo.

El cansancio y la ansiedad comenzaron a afectar el rendimiento de Ethan. Cometía errores que normalmente nunca hubiera cometido: olvidaba citas importantes, perdía documentos cruciales y, en una ocasión, llegó tarde a una reunión esencial para la organización benéfica.

Sus colegas empezaron a notar su distracción y preocupación, pero Ethan se cerraba en sí mismo, incapaz de compartir el verdadero origen de su angustia.

Un día, mientras trabajaba en el centro comunitario, Ethan se dio cuenta de que había enviado un cargamento de suministros al lugar equivocado. Este error causó un retraso significativo en la distribución de ayuda, y las familias que dependían de esos suministros se vieron afectadas.

La culpa y la frustración lo abrumaron, y por primera vez, Ethan se sintió incapaz de enfrentar los desafíos que siempre había manejado con tanta facilidad.

Ethan se encontraba solo en su oficina improvisada en el centro comunitario, la cabeza entre las manos. La presión de la obsesión de Lucian, combinada con sus propios errores y la culpa que sentía, lo estaban llevando al borde de un abismo emocional.

— ¿Qué me está pasando? —  murmuró, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos. La fortaleza interior que siempre había sido su refugio estaba empezando a desmoronarse, y la sensación de impotencia era casi insoportable.

En ese momento, la puerta se abrió lentamente, y Ethan levantó la vista para ver a Lucian de pie en el umbral. La sombra del hombre enmarcada por la luz del pasillo parecía más amenazante que nunca.

— Necesitamos hablar — dijo Lucian, su voz suave pero firme, como una serpiente deslizándose entre la hierba.

Ethan se puso de pie, secándose rápidamente las lágrimas. 
— No tengo nada que decirte, Lucian.

— Pero yo tengo mucho que decirte a ti — respondió Lucian, entrando en la habitación y cerrando la puerta detrás de él.

Su presencia llenaba el espacio, y Ethan sintió que el aire se volvía más denso, más difícil de respirar. Lucian dio un paso hacia adelante, sus ojos fijos en los de Ethan.

— No puedes seguir ignorándome, Ethan. No puedes seguir resistiéndote a lo inevitable.

Ethan retrocedió un paso, su corazón latiendo con fuerza.

— No sé qué es lo que quieres de mí, Lucian. Pero esto tiene que parar.

— Lo que quiero —  dijo Lucian, su voz baja y peligrosa — es a ti. Todo de ti.

La declaración cayó como un martillo, y Ethan sintió el peso de esas palabras como una prisión invisible que se cerraba a su alrededor. La obsesión de Lucian se había vuelto un abismo del que no veía escapatoria.

La confrontación en la pequeña oficina del centro comunitario fue solo el principio. Mientras Lucian se sumergía más en su delirio, Ethan se enfrentaba a una batalla interna que amenazaba con destruir todo lo que había construido.

Esa noche, mientras Lucian regresaba a su mansión, su mente seguía atrapada en un torbellino de deseo y frustración. En su soledad, la imagen de Ethan seguía persiguiéndolo, y la obsesión que lo consumía se profundizaba con cada latido de su corazón.

Ethan eres solo mío.

La mente enferma de Lucian repetía es frase una y otra vez.




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