Ethan había pasado meses en la casa de campo de Tomás, encontrando la paz y la fuerza para reconstruir su vida. El tiempo pasado entre la naturaleza y el apoyo constante de su amigo le habían dado una nueva perspectiva. Sabía que no podía huir para siempre y que debía enfrentar su futuro con valentía. Después de todo era su vida y Lucian no tenía derecho alguno de arruinarsela.
Decidió regresar a la ciudad, pero esta vez con un plan claro. Retomar sus estudios de arte, algo que siempre había amado, y buscar un nuevo trabajo para establecer una rutina y recuperar su independencia. El arte había sido su refugio durante su juventud, y sabía que perderse en el dibujo y la pintura le ayudaría a sanar.
Ethan se matriculó en clases de arte y pronto sus habilidades comenzaron a florecer nuevamente. Sus dibujos, llenos de vida y emoción, reflejaban su viaje interior de recuperación y crecimiento. Al mismo tiempo, consiguió un trabajo como secretario en una prestigiosa firma de abogados. El trabajo era demandante, pero le daba una estructura y un propósito.
Por primera vez en mucho tiempo, Ethan se sintió genuinamente feliz. Disfrutaba de sus clases de arte, donde se sumergía en la creación de nuevas obras. Sus compañeros y profesores admiraban su talento, y eso le daba una confianza renovada. En su trabajo, se integró rápidamente y encontró satisfacción en las tareas que realizaba.
Ethan solía caminar por la ciudad después de sus clases, sintiendo una conexión renovada con el entorno que antes le había parecido opresivo. Los parques, las cafeterías y las galerías de arte se convirtieron en sus lugares favoritos, donde podía relajarse y dejar volar su imaginación.
Una tarde, mientras trabajaba en la firma de abogados, Ethan estaba organizando archivos en la recepción cuando la puerta de una de las oficinas principales se abrió. Levantó la vista y su corazón se detuvo al ver a Lucian Evernight saliendo de la oficina de uno de los socios principales.
Lucian se veía tan imponente y encantador como siempre, vestido con un traje oscuro a medida. Al verlo, los recuerdos y la ansiedad volvieron a inundar a Ethan, quien sintió una mezcla de miedo y rabia. Lucian, al notar a Ethan, esbozó una sonrisa fría y se acercó con pasos medidos.
—Ethan — dijo Lucian suavemente, sus ojos celestes fijos en los de él —Qué sorpresa encontrarte aquí. Creí que te había tragado la tierra.
Ethan tragó saliva, tratando de mantener la compostura.
—Lucian. ¿Qué estás haciendo aquí?
— Oh, solo negocios — respondió Lucian con un tono casual, pero la intensidad en su mirada era innegable — El socio principal es un viejo amigo mío.
La presencia de Lucian en su lugar de trabajo era una amenaza silenciosa. Ethan sabía que Lucian estaba enviando un mensaje claro: no había escapatoria.
Lucian se acercó un poco más, reduciendo la distancia entre ellos.
— Me alegra verte bien, Ethan. Realmente espero que todo te esté yendo muy bien.
Ethan sintió un nudo en el estómago. Sabía que detrás de esas palabras amables había una amenaza implícita.
— Estoy tratando de seguir adelante con mi vida, Lucian. Por favor, déjame en paz.
La sonrisa de Lucian se amplió, pero no alcanzó sus ojos.
— No te preocupes, Ethan. Solo quería saludarte. Espero que podamos ser... amigos.
La palabra "amigos" sonaba vacía y cargada de peligro. Ethan sintió que el mundo a su alrededor se tambaleaba, pero se obligó a mantener la calma. — Tengo trabajo que hacer — dijo, dando un paso atrás — Disculpa — Ethan no iba permitir que Lucian tire abajo todo lo que había construído con gran esfuerzo estos últimos meses con la ayuda de Tomás.
Lucian asintió lentamente, sus ojos nunca dejando los de Ethan.
— Claro, no quiero interrumpir tu trabajo. Nos veremos muy pronto, Ethan.
Con eso, Lucian se giró y se marchó, dejando a Ethan temblando de pies a cabeza. Sabía que la pesadilla aún no había terminado y que Lucian no se detendría hasta tener lo que quería. O sea a él. Mantener lo que construyó e intentar vivir su vida sería mucho más difícil de lo que imaginó.
Ethan se sentó en su escritorio, su mente corriendo a mil por hora. La felicidad y el sentido de normalidad que había comenzado a reconstruir en su mente, se tambaleaban bajo el peso de la amenaza de Lucian.
Sin embargo, también sintió una chispa de determinación. No podía dejar que Lucian lo controlara de nuevo. Había trabajado demasiado duro para recuperar su vida y no estaba dispuesto a rendirse.
Mientras el día avanzaba, Ethan decidió que debía tomar medidas para protegerse. Habló con su jefe sobre la situación, explicando brevemente que había alguien de su pasado que lo estaba acosando.
Su jefe, comprensivo y preocupado, le aseguró que tomarían medidas para garantizar su seguridad en el trabajo.
Esa noche, de regreso en su pequeño apartamento, Ethan se sentó a dibujar. El arte siempre había sido su refugio, y esta vez no sería diferente. Con cada trazo del lápiz sobre el papel, canalizaba su miedo y su determinación, creando una obra que reflejaba su lucha y su fuerza. Un dibujo de contrastes entre luces y sombras.
Ethan sabía que la presencia de Lucian sería una constante amenaza, pero también sabía que tenía el poder para enfrentarlo. No estaba solo. Con el apoyo de sus amigos y su nueva comunidad, estaba decidido a no dejarse vencer. Su vida era suya, y estaba listo para luchar por ella.
Mientras, las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse por la ventana, Ethan terminó su dibujo y lo observó.
Era un fénix, renaciendo de las cenizas. Una representación perfecta de su propio viaje. Sonrió con una mezcla de esperanza y determinación, preparado para enfrentar lo que viniera.