Extractos del pasado

Extractos del pasado.

Reino de Eowyn, hace 18 años atras.

Una vida, una muerte.

El aire en el castillo estaba cargado de una tensión que no se había sentido en siglos. La luna llena iluminaba sombras largas y delgadas en las paredes de la cámara real, donde el ambiente era aún más denso, lleno de preocupación y expectativa.

La reina madre Rhia de Eowyn, estaba postrada en su lecho, su rostro normalmente sereno ahora marcado por el dolor y el esfuerzo. Su largo cabello plateado se extendía como un río sobre las almohadas, y sus ojos, normalmente llenos de vida, ahora estaban velados por el sufrimiento, cada segundo que pasaba el brillo sobrenatural de sus ojos se iba apagando, su piel se ponía cada vez más pálida y lágrimas de sangre surcaban su bello rostro; Cada contracción era una batalla, cada grito un eco de la fuerza y la determinación de Rhia.

Las horas pasaban lentamente, cada minuto una eternidad, volviéndose un día completo de labor de parto, Finalmente, con un último grito desgarrador y un temblor que sacudió todo el reino de Eowyn se escuchó un llanto de un recién nacido llenó la habitación, entonces los cielos se volvieron negros, la luna dejo de brillar y un escalofrió recorrió a todos, El alivio momentáneo fue rápidamente reemplazado por un profundo horror cuando la reina Rhia, exhausta y pálida, comenzó a desvanecerse, en medio de plata y fuego, de sangre y cenizas la reina observo a la pequeña criatura que había dado a luz, su ultimo vástago, de piel color porcelana.

Las parteras acercaron al vástago a la reina, quien casi sin fuerzas sostuvo a la criatura entre sus flácidos brazos, la cual abrió sus pequeños ojos y unas brillantes gemas celestes le devolvieron la mirada; La reina había dado a luz a una niña y en ese momento mientras la reina acunaba a su hija, con sus últimas fuerzas, miró a su esposo y luego a su hija, su expresión una mezcla de amor y tristeza. Con una voz débil pero clara, susurró:

"Cuida de nuestra pequeña Rhiannon”

Entonces el llanto de la recién nacida resonó en el castillo y el reino, señalando algo sin precedentes, un recordatorio de la vida que acababa de comenzar y del sacrificio que la había traído al mundo.