La noche cae sobre San Gabriel, y la brisa del océano acaricia las ventanas de la pequeña casa de Lucía. Ella y Alejandro acaban de regresar de la colina, donde decidieron enfrentar el futuro juntos, y el ambiente entre ellos ha cambiado. Hay una electricidad palpable, una tensión que ambos han sentido pero que ahora parece imposible de ignorar.
Sentados en el sofá de la sala, sus manos se entrelazan mientras hablan de todo y de nada, solo disfrutando de la compañía del otro. Pero a medida que el tiempo pasa, las palabras comienzan a desvanecerse, reemplazadas por miradas cargadas de significado.
Alejandro se inclina hacia Lucía, y sus labios se encuentran en un beso suave, pero lleno de una necesidad que ninguno de los dos puede seguir reprimiendo. Lucía responde al beso con la misma intensidad, sintiendo que todo su cuerpo se enciende bajo el toque de Alejandro. Él la atrae más cerca, profundizando el beso, y sus manos comienzan a explorar, acariciando la delicada curva de su espalda.
Lucía: "Alejandro…"
Alejandro no responde con palabras, sino que deja que sus labios y manos hablen por él. La besa con una pasión que había mantenido contenida, pero que ahora se libera completamente. Sus dedos desabrochan lentamente los botones de la camisa de Lucía, cada uno desvelando más de su piel suave, mientras ella siente cómo la anticipación se intensifica dentro de ella.
Lucía cierra los ojos, entregándose por completo al momento, dejando que el calor que se acumula en su interior la guíe. Cuando la camisa se desliza de sus hombros, Alejandro la observa con un deseo ardiente en sus ojos, admirando cada centímetro de su cuerpo como si fuera la primera vez que la ve.
Alejandro: "Eres hermosa, Lucía… no tienes idea de cuánto."
Lucía siente que sus mejillas se sonrojan ante el cumplido, pero también se siente poderosa, deseada como nunca antes. Sus manos tiemblan ligeramente mientras se acercan al cinturón de Alejandro, desabrochándolo con torpeza y ansia. Él le sonríe, sus ojos llenos de amor y lujuria mientras la ayuda a deshacerse del cinturón y luego se inclina sobre ella, besando su cuello, bajando lentamente por su clavícula.
Los suspiros de Lucía llenan la habitación mientras Alejandro explora cada rincón de su cuerpo con sus labios, manos, y lengua. La delicadeza con la que la toca contrasta con la urgencia que ambos sienten. Cuando él finalmente la recuesta en el sofá, deslizándose sobre ella, el mundo parece reducirse a ese momento, a la conexión física y emocional que comparten.
Los dedos de Lucía se enredan en el cabello de Alejandro, y un gemido escapa de sus labios cuando él la besa de nuevo, esta vez con más intensidad, sus cuerpos presionándose el uno contra el otro, buscando más, queriendo todo. Los movimientos de Alejandro son seguros, expertos, pero también llenos de una ternura que hace que Lucía se sienta segura y deseada.
Cuando sus ropas finalmente quedan esparcidas por el suelo, ambos se detienen por un momento, sus respiraciones entrecortadas mientras se miran a los ojos. Es un momento de puro entendimiento, de aceptación mutua, antes de que Alejandro se incline sobre Lucía y la posea con una mezcla de suavidad y fuerza que la deja sin aliento.
Lucía: "Alejandro…"
Alejandro responde a su llamado con una intensidad renovada, sus cuerpos moviéndose al unísono, como si hubieran sido creados el uno para el otro. Cada toque, cada beso, es una declaración de amor y deseo, un recordatorio de lo que han decidido enfrentar juntos. La habitación se llena con los sonidos de sus suspiros, sus jadeos, el ritmo de sus cuerpos en perfecta armonía.
Lucía siente que todo su ser se incendia, su piel ardiente bajo el toque de Alejandro, su corazón latiendo con fuerza mientras ambos alcanzan un clímax que los deja temblando, exhaustos pero satisfechos, sus cuerpos aún entrelazados.
Finalmente, cuando el fuego en sus venas comienza a calmarse, Alejandro se acurruca junto a Lucía, envolviéndola en sus brazos. Ambos permanecen en silencio, disfrutando del calor del otro, sabiendo que lo que han compartido es más que simple pasión; es una promesa, un compromiso de enfrentar lo que venga con la misma intensidad con la que se han amado esa noche.
Alejandro: (susurrando en su oído) "No importa lo que pase, Lucía. Estaré contigo, siempre."
Lucía cierra los ojos, sintiendo una paz que nunca había experimentado antes. En los brazos de Alejandro, todo parece posible, incluso enfrentar el futuro incierto que los espera. Y mientras se quedan dormidos, abrazados bajo las sábanas, Lucía sabe que, pase lo que pase, han encontrado algo que vale la pena luchar.
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Editado: 20.08.2024