"Sombras del Pasado: La Redención de Rodrigo Almonte"

Capítulo 21

Rodrigo llegó deprisa a la hacienda, con el ceño fruncido y el paso acelerado. Su padre, que estaba sentado en la sala, levantó la vista al verlo entrar así.

"¿Qué te pasa, hijo? ¿Por qué vienes tan furioso?" preguntó, preocupado.

"No me pasa nada, padre," respondió Rodrigo, tratando de calmarse. "Solo tuve una discusión con Elizabeth."

"¿Por qué discutieron?" insistió su padre.

"Por una tontería," respondió Rodrigo, dejando escapar un suspiro. "La vi hablando con un hombre en la tarde y no me gusta ese tipo para nada."

"¿Y le reclamaste por eso?" preguntó su padre, arqueando una ceja. "Rodrigo, ella es una mujer soltera. Es lo más normal que tenga pretendientes. Además, es muy hermosa."

Rodrigo se dejó caer en una silla, frotándose las sienes con las manos. "Lo sé, padre. Pero no puedo evitarlo. No quiero que personas desconocidas estén cerca de Dieguito."

Su padre lo miró con una mezcla de comprensión y preocupación. "Entiendo tu preocupación por Dieguito, pero también tienes que entender que Elizabeth tiene derecho a rehacer su vida y a relacionarse con quien ella decida. Lo importante es que ambos mantengan una buena comunicación por el bien de su hijo."

Rodrigo asintió lentamente, sabiendo que su padre tenía razón. "Tienes razón. Solo quiero proteger a Dieguito y a Elizabeth también."

"Entonces habla con ella, pero sin reclamarle," aconsejó su padre. "Expresa tus preocupaciones de una manera que no la haga sentir atacada. Ambos tienen que trabajar juntos por el bienestar de Dieguito."

Rodrigo suspiró, sintiéndose un poco más calmado. "Lo haré, padre. Hablaré con ella y trataré de manejar esto de la mejor manera posible."

Su padre sonrió, sintiendo que Rodrigo había entendido el mensaje. "Así se hace, hijo. Ahora, relájate y trata de dejar atrás esa furia. Todo se resolverá con calma y diálogo."

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Rodrigo se dirigió a su habitación, sintiéndose agotado. Se desnudó y se metió en la ducha, dejando que el agua caliente relajara sus músculos tensos. Al salir del baño, se secó rápidamente y se acostó en la cama, suspirando del cansancio acumulado. En cuestión de minutos, cayó en un profundo sueño.

En la madrugada, Rodrigo comenzó a soñar. Se veía jugando con su hijo Dieguito y con una niña que tenía un parecido asombroso a él. Estaban en el patio de la hacienda, riendo y corriendo entre los árboles. De repente, un delicioso olor a galletas recién horneadas llenó el aire.

"Vamos a la casa, que su madre está horneando galletas," les dijo a los niños con una sonrisa.

Los tres se dirigieron a la cocina. Rodrigo vio a una mujer de espaldas, con el cabello largo y suelto que le llegaba hasta la cintura, tarareando una canción suave. Su corazón dio un salto al reconocer la melodía. La niña corrió hacia ella y exclamó, "¡Mami!"

La mujer se dio la vuelta, y Rodrigo se quedó observándola, incrédulo. La mujer de sus sueños era Elizabeth. Ella le sonrió con dulzura mientras colocaba las galletas en la mesa.

De repente, Rodrigo se despertó, su corazón latiendo a mil por hora. Se quedó en la oscuridad de su habitación, reflexionando sobre el hermoso sueño que había tenido. Los sentimientos que creía enterrados empezaron a surgir, y no pudo evitar preguntarse qué significaba todo aquello. Mientras trataba de calmarse, comprendió que quizás aún albergaba esperanzas de reconstruir una vida junto a Elizabeth y Dieguito.

 

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A la mañana siguiente, Rodrigo se dirigió a desayunar con su familia. Al entrar en el comedor, encontró a su padre leyendo el periódico y tomando café. Su madre ya estaba sirviendo el desayuno, y el aroma de huevos y tocino llenaba el aire.

"Buenos días, hijo," lo saludó su padre, levantando la vista del periódico. "¿Ya estás más calmado?"

"Sí, padre. Gracias a tu consejo, pude descansar," respondió Rodrigo mientras se sentaba a la mesa. "He pensado muy bien las cosas."

"Me alegra escuchar eso," dijo su padre, dejando el periódico a un lado. "¿Qué has decidido hacer?"

"Voy a hablar con Elizabeth. Quiero aclarar todo con ella y asegurarme de que podamos llevarnos bien por el bien de nuestro hijo," explicó Rodrigo con determinación. "Es importante que Dieguito vea que sus padres pueden comunicarse y trabajar juntos, incluso si ya no estamos juntos como pareja."

Su madre, que escuchaba atentamente, sonrió con aprobación. "Esa es la mejor decisión, Rodrigo. Dieguito necesita ver que ambos pueden ser un equipo.

 

Mientras desayunaban, el padre de Rodrigo lo miró con seriedad. "Hijo, sabes que tenemos que volver a Nebraska para revisar los negocios que tenemos allá, ¿verdad?"

"Sí, padre, lo sé," respondió Rodrigo. "He estado pensando en eso. Voy a aprovechar que Dieguito sale de vacaciones para llevármelo. Así, él podrá conocer más del mundo."

Su madre sonrió, asintiendo con aprobación. "Tienes toda la razón, hijo. Es muy bueno que el niño vaya conociendo el mundo y entendiendo el trabajo que ustedes hacen."

"Y podrías invitar a Elizabeth," sugirió su madre. "Estoy seguro de que no querrá separarse de su hijo durante tanto tiempo. Además, le serviría como distracción. Su madre me comentó que nunca se ha tomado unas vacaciones; siempre está pendiente del restaurante y de Dieguito."

Rodrigo reflexionó sobre la idea y sonrió. "Es una muy buena idea, madre. Se lo comentaré. Estoy seguro de que le hará bien a Elizabeth tomarse un descanso y disfrutar de un cambio de escenario."

Después del desayuno, Rodrigo se sintió más animado. Sabía que tenía mucho que hablar con Elizabeth, pero confiaba en que la invitación a Nebraska podría ser el primer paso hacia una nueva etapa en sus vidas.

 

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En la empacadora, Don Diego se encontró con Rodrigo y lo llamó aparte. "Elizabeth me comentó que anoche te enojaste porque la viste con otro hombre. ¿A qué se debe tu reacción, muchacho?"



#3771 en Novela romántica

En el texto hay: pasado, negocio, rancho

Editado: 15.07.2024

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