Sombras Del Secuestro

PARTE 3/2

Mi Viaje Desde Siberia a la Libertad

Mi nombre es Oxana, pero ahora me llaman Elisa. Vengo de un pequeño pueblo en Siberia, Rusia, donde mis padres llevaban una vida humilde. En su granja, criaban animales y cultivaban verduras para vender. Tenía dos hermanos varones menores que yo, y nuestra rutina parecía inmutable hasta que cumplí 17 años.

Un día, unos hombres llegaron a la ciudad con la intención de comprar terrenos. Fue entonces cuando conocí a Yury Udinov, un hombre 14 años mayor que yo. Rico y poderoso, Yury controlaba todo a su alrededor. Sin embargo, su mirada no me transmitía seguridad; al contrario, me llenaba de desconfianza.

Un encuentro inesperado cambió el rumbo de mi vida. Entré en casa y lo encontré sentado junto a mi padre. La conversación que presencié selló mi destino: Yury le hizo una oferta que mi padre no podía rechazar. A cambio de mantener su patrimonio, debía casarme con él. Aunque rechacé rotundamente la idea, en ese momento, era solo una niña sin voz.

Me escapé esa misma noche, pero no llegué muy lejos. Sus hombres me atraparon, me drogaron y me llevaron de vuelta a su lado. Así comenzó una vida de sufrimiento.

Las primeras semanas, Yury no me tocó. Era amable y me trataba bien, pero yo lo miraba con odio constante. Hasta que una noche, todo cambió. Entró en mi habitación, hambriento como un animal salvaje, y me arrebató mi inocencia.

Cuando nació mi hija, obtuve ciertas libertades. Ideé un plan para escapar de Siberia sin dejar rastro. Contacté a un traficante de personas y aproveché un viaje de negocios de Yury. Con mi hija, algunas joyas y la ropa que llevaba puesta, emprendimos un largo viaje hacia Alaska.

Allí, en un control policial que buscaba inmigrantes ilegales, conocí a Ray. Abrió la puerta de la cabina y me encontró con mi bebé en brazos. Ray, con su corazón de oro, nos ayudó. Nunca se acercó a mí ni me pidió nada. Nos casamos y nos mudamos a Chicago, donde criamos a nuestro hijo Daniel.

A pesar de los años, el miedo persiste. Siempre hemos sido sobreprotectores, temiendo que Yury pueda encontrarnos y arrebatarnos a nuestra hija, Leah. Pero nuestra familia ha encontrado la paz en esta nueva tierra, y cada día agradezco a Ray por su bondad y valentía.

 




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