Sombras y legados

Parte 2

A la mañana siguiente, la ciudad capital de Itharia despertó envuelta en un ambiente tenso. La noticia de la muerte del rey y la llegada de Dorian habían resonado en cada rincón, y el pueblo murmuraba con inquietud. A medida que Elara se preparaba para enfrentar otro día en la corte, no podía sacudirse la sensación de que todo estaba a punto de cambiar, y no necesariamente para bien.

Tras un rápido desayuno, se dirigió al salón del consejo, donde los nobles ya estaban reunidos. El ambiente era denso; las miradas de desconfianza y curiosidad se centraban en ella. A pesar de su juventud, sabía que debía mostrarse fuerte y decidida. Tomando un respiro profundo, se sentó en la gran mesa, donde los rostros de sus consejeros la observaban expectantes.

Lord Kaldor fue el primero en hablar. “Princesa, con la llegada de este nuevo pretendiente al trono, es vital que establezcamos nuestra posición. Los rumores sobre Dorian podrían dividir a los nobles y, peor aún, al pueblo.”

“Así es,” interrumpió Lady Elira, cruzando los brazos. “Debemos actuar rápidamente y mostrar fortaleza. No podemos permitir que un bastardo reclame lo que no le pertenece.”

Elara alzó la mano para silenciar el murmullo que se había levantado en la sala. “Entiendo sus preocupaciones. Pero antes de tomar decisiones precipitadas, necesitamos más información sobre Dorian. Si realmente es el hijo del rey, debemos averiguarlo antes de actuar.”

“¿Y qué si se trata de un impostor?” replicó Kaldor, su voz llena de desdén. “¿Qué pruebas tenemos de su legitimidad?”

“Lo averiguaremos,” respondió Elara con firmeza. “Me gustaría hablar con él de nuevo. Tal vez pueda ofrecernos más claridad sobre su historia y las circunstancias de su crianza.”

El consejo murmuró entre sí, pero finalmente asintieron. Con un gesto, Elara hizo llamar a Dorian.

Cuando entró en la sala, su presencia era innegable. Su porte era imponente, y su mirada denotaba una mezcla de confianza y desafío. Sin embargo, había algo en su expresión que mostraba que estaba tan ansioso como ella por demostrar su valía.

“Dorian,” comenzó Elara, “quiero que nos cuentes sobre tu infancia y cómo llegaste a estar lejos de la corte. ¿Por qué ahora, después de tantos años, decides reclamar tu derecho?”

Dorian se mantuvo erguido, midiendo sus palabras. “Mi madre me llevó a un lugar seguro después de que el rey decidió que mi vida corría peligro. Creció en una aldea alejada, protegida de la influencia de la corte. Desde niño, supe que era el hijo del rey, pero no podía regresar hasta ahora, cuando el reino se encuentra vulnerable.”

Elara frunció el ceño. “¿Qué sabes sobre tu madre? ¿Por qué nunca se habló de ti?”

“Ella era una mujer de un linaje noble, pero su relación con el rey fue siempre un secreto,” explicó Dorian. “Mi madre me enseñó sobre nuestra historia, pero también sobre los peligros que enfrentaría si regresaba. Nunca pensé que el rey Aldric estuviera en su lecho de muerte, y aquí estoy.”

Elara sintió un torbellino de emociones. Por un lado, había un dolor sincero en su voz; por otro, sabía que la corte no aceptaría a un bastardo sin pruebas. “¿Y qué planeas hacer ahora? ¿Qué esperas de esta reunión?”

“Busco reconocimiento,” respondió Dorian. “No quiero un trono por la fuerza, sino por derecho. Si quieres que el reino se mantenga unido, debemos trabajar juntos. Hay quienes desean desestabilizarnos, y juntos seremos más fuertes.”

Las palabras de Dorian resonaron en la sala, y aunque algunos nobles se mostraron escépticos, Elara podía ver una chispa de esperanza en su propuesta. Aún así, la advertencia de su padre la mantenía alerta.

“Si es verdad lo que dices, entonces deberás someterte a un juicio de legitimidad,” dijo Elara, sintiéndose más segura. “Necesitamos asegurarnos de que lo que afirmas sea cierto.”

Dorian asintió. “Estoy dispuesto a lo que sea necesario para probar mi valía.”

A medida que avanzaban las horas en la sala del consejo, la conversación se tornó en cuestiones prácticas sobre cómo llevar a cabo el juicio. Elara sabía que la situación se volvía cada vez más compleja, y que las elecciones que tomara en ese momento definirían el futuro de Itharia.

Mientras los nobles discutían, su mente regresó a la carta de su padre. Aún había preguntas sin respuesta. Helmar, el consejero de las dos caras, no era una opción que pudiera ignorar, y Elara decidió que debía investigar su pasado más a fondo.

La corte continuó discutiendo sobre el juicio de Dorian, mientras Elara se sentía cada vez más atrapada entre la lealtad hacia su familia y la necesidad de asegurar la paz en Itharia. La tarde se tornó oscura, y el frío comenzó a hacer mella en el ánimo de los presentes.

Mientras las discusiones proseguían, Elara decidió que era hora de actuar. Se excusó de la sala y se dirigió a sus aposentos, donde necesitaba un momento de soledad para ordenar sus pensamientos. Cuando cerró la puerta detrás de ella, sintió una presión en el pecho que no podía ignorar.

Aún sin poder sacudirse la inquietud, se dirigió a su escritorio y comenzó a revisar los documentos que había encontrado en la caja de su padre. Notas sobre la corte, cartas a aliados, pero también fragmentos de correspondencia sobre un misterioso grupo que había estado operando en las sombras de Itharia, uno que su padre había tratado de contener.

Los nombres que aparecían eran familiares: algunos nobles y otros miembros de la corte, pero también había menciones de un grupo que buscaba socavar la paz en el reino. El corazón de Elara se aceleró. ¿Podría Helmar estar involucrado en esto?

Sin previo aviso, un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Era Valeria, su amiga y confidente. “¿Puedo entrar?”

“Por supuesto,” respondió Elara, escondiendo los documentos rápidamente. No quería que Valeria se preocupara más de lo que ya lo estaba.

“¿Estás bien? He sentido la tensión en la sala,” dijo Valeria, acercándose. “¿Qué sucede?”



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En el texto hay: fantasias

Editado: 30.09.2024

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