Tanto Callen como Millana se encontraban en la residencia de la señora Bailen junto a Keb disfrutando del pastel de cumpleaños de Callen número seis.
—¿Podemos seguir jugando con el balón cuando terminemos con el pastel?— interrogó Keb a una joven señora Bailen.
—Si Millana está de acuerdo, por mí no hay problema— respondió mientras acariciaba el cabello de su pequeño.
—¿Puedo, mama?— se sumó el pequeño Callen.
Callen observó la escena con una leve sonrisa dibujada en su rostro, jamás hubiera imaginado que tuvo momentos en los que fue feliz y que esos momentos incluían a su madre.
—Claro que puedes, pero antes, ¿puedes hacerme un favor?
El pequeño Callen asintió.
—Olvidé mi cartera en casa, está sobre la mesa del living, ¿será que puedes traérmela?— interrogó Millana con una amplia sonrisa.
El pequeño asintió.
—Volveré rápido— avisó el pequeño y salió de la residencia de la señora Bailen con gran rapidez.
Millana fue tras él con cautela, al igual que Callen.
Ailan ingresó en la puerta contigua a la de la señora Bailen y llevó la mirada hacia la mesa del living.
Esta vez, la residencia lucia en un mejor estado, aunque continuaba siendo pequeña, para entonces la cocina había sido finalizada y el viejo sillón fue reemplazado por uno más moderno y una mesa ratona había sido puesta frente al mismo.
El pequeño se acercó hasta la mesa ratona, pero en su lugar había un gran paquete. Lo observó con curiosidad y vio una nota sobre el.
—P, a, r, a— comenzó a leer el pequeño pausadamente— C, a, l, l, e, n— y el niño que comenzaba a aprender a leer, hizo un gran esfuerzo por entender lo que decía.
—Para Callen— se oyó una voz femenina a sus espaldas— Es un regalo para ti, cariño— Millana se encontraba apoyada sobre el marco de la puerta observando con emoción a su pequeño.
—¿Para mí?— el niño lucia aún más emocionado.
Millana caminó hasta él y lo tomó entre sus brazos.
—¿Quieres que te ayude a abrirlo?
Y Callen asintió repetitivamente.
Millana sentó al pequeño en el sillón y se sentó junto a el para seguidamente tomar el paquete entre manos y extenderlo hasta el pequeño.
—Veamos de qué se trata— esbozó Millana con emoción.
El pequeño abrió el paquete con euforia y se emocionó aún más cuando vio lo que traía dentro.
—El oso de peluche— los ojos de Callen se cristalizaron.
—¡El osito de peluche que tanto deseaba!— gritó el pequeño con efervescencia.
Y seguidamente envolvió a su madre en un gran abrazo.
—¡Gracias, mama!
Millana envolvió al pequeño entre sus brazos.
—¿Puedo sumarme a su abrazo?— se oyó la voz de un hombre que estremeció el cuerpo de Millana y la mirada del pequeño cambió drásticamente.
Se giró con rapidez hacia la entrada, al igual que Callen, y un escalofrío recorrió su cuerpo.
—¿Qué, qué haces aquí, Cam?— interrogó Millana con las palabras entrecortadas.
—¿Qué crees?, acabo de salir de prisión. ¿Recuerdas que gracias a ti fui puesto tras las rejas tres años tras?— preguntó con una inquietante tranquilidad.
—Cam, sabes que no fue mi culpa— se defendió mientras se aferraba al pequeño.
—No te preocupes, sin resentimientos. Estos tres años tras las rejas me han ayudado para reflexionar.
Pero Millana se limitó a observarlo con terror.
—A reflexionar de quien de ustedes dos me deshacía primero— y sonrió con la más malévola de sus sonrisas.
—Por favor, Cam. Hoy es el cumpleaños de Callen.
—Oh, claro que lo sé. Es por eso que le he traído un presente.
Cam se adentró en la vivienda y se acercó hasta el pequeño mientras que este intento refugiarse en su madre.
—Tranquilo, solo te daré el presente que compre para ti.
Cam extendió un paquete que traía en manos hacia Callen y este lo tomó con completa desconfianza.
—Ábrelo, pequeño— pidió Cam.
Ailan abrió lentamente el paquete, pero rápidamente lo arrojo a un lado al observar de qué se trataba.
—¿Qué es, cariño?— indagó Millana con preocupación mientras Cam reía ante la reacción del niño.
Fue en búsqueda del paquete y dentro de él había un terrorífico muñeco de juguete.
—¡Cam!— regañó Millana—No es el juguete para regalarle a un niño.
—¿Por qué?, ¿no es adorable?
—Por favor, ¿no puedes irte por hoy?
—¿Por qué me iría de mi propia casa?
Millana lo observó con pavor.
—¿Vas a quedarte aquí?
Cam se acercó hasta Millana.
—¿No puedo quedarme en mi propia casa?— volvió a decir con intimidación.
—Pero tienes una orden de restricción.
—Si no lo denuncias, no habrá problema, ¿no crees?
Y los ojos de Millana se cristalizaron.
De pronto, el ambiente había cambiado y frente a Callen, se encontraba la imagen de Millana frente a un lienzo mientras se encontraba en plena construcción de una escultura. Por otro lado, Cam se encontraba frente al televisor y una cerveza entre manos.
Callen tomó el teléfono y buscó la fecha en la que se encontraba.
"Veintiocho de febrero de mil novecientos noventa y siete"
Un sonido provino de la habitación de Callen.
—¡Te dije que le dijeras al niño que se mantuviera en silencio!— se quejó Cam— No me hagas encargarme de él.
—Iré a ver lo que sucede— respondió Millana rápidamente.
Millana se dirigió hasta la habitación del pequeño.
—¿Qué ocurre, cariño?
—Solo estoy jugando con mis herramientas.
Millana se agachó a la altura de Callen.
—Sabes que a tu padre no le gustan los sonidos, menos aún cuando está viendo la televisión, ¿podrías no hacer ruido por el momento?
El niño asintió apenado.
—Lo siento, mama.
—Yo lo siento, realmente lo siento. Prometo que trabajaré muy duro para que podamos irnos de aquí y puedas vivir libremente, ¿de acuerdo?— aseguró en un susurro mientras acariciaba su cabello.
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Editado: 21.08.2022