Lowell:
Oigo el ruido de la puerta y sé que es Xavier antes de que aparezca en la cocina, con olor a quemado y una gran herida en su costado.
Nuestro lazo no es tan fuerte, sus heridas no me afectan, solo en ciertas ocasiones sucede. Pero lo primero que veo, son sus manos. Nunca antes lo había visto sin sus guantes negros.
La piel de sus dedos está totalmente chamuscada y sangrante, la mueca de resignación y enojo en su rostro me indica que no está sanando como tal vez debería. La sangre empieza a ensuciar el suelo y yo siento que no puedo moverme, no sé qué hacer para ayudarlo.
No sé si gritarle por ensuciar el piso, saltar a curarlo, abrazarlo por el alivio de que esté vivo o empujarlo contra la pared y besarlo.
Sí, besarlo.
— ¿Qué tanto me miras? —espeta tomando un rollo de cocina para tratar de frenar la hemorragia, pero se le resbala de las manos, las cuales le tiemblan terriblemente.
—Tus dedos —digo tomando su mano, trata de apartarla, pero no lo dejo—. ¿Qué fue lo que pasó?
—Gravity salió con el Ancla de Aqua a no sé dónde y mientras volvían, fueron atacados por una legión de ángeles, tuve que ir —explica—. Son monstruosos, eran más poderosos que los que habíamos derrotado tiempo atrás y tuve que usar mis poderes, mis dedos se queman cuando lo hago.
Me lo quedo mirando a sus ojos color azul apagado.
— ¿Y Zaphire? —exclamo cuando razono que pudo haber salido lastimada.
—Herida, pero viva —masculla soltándose de mí.
—Déjame ayudarte.
—No, déjame solo. —Hace un ademán con su mano y se marcha de la cocina.
Conocí a mi híbrido a los doce años. Todavía no vivía en la casa Phanton, ni siquiera sabía lo que era un híbrido realmente. Era consciente de que tenía algo distinto, de que no podía encajar con los demás niños de mi edad.
Sentía la fuerte ausencia de algo, la necesidad de calor. Calidez que ni mis supuestos padres ni nadie más que Xavier pudo darme. Cuando lo vi por primera vez, sentí ese calor recorrerme de arriba abajo como un enorme escalofrío de sensaciones. Sentí consuelo por la muerte de mis padres (los cuales habían muerto en un accidente y por eso tuvo que venir Xavier a recogerme), sentí que encajaba.
No me molestaría estar con mujeres, de hecho, he estado con una o dos a lo largo de mi vida. Pero nunca pude sacar al híbrido de ojos azules como medianoche y mal genio de mi cabeza.
Sí, nos golpeamos mutuamente en la primera noche, pero no sabía qué hacer, no sabía cómo encarar la situación, así que solo me dediqué a molestarlo. Hacerlo estallar es demasiado fácil.
Sé que es gay, lo he visto con otros hombres en su celular. Tal vez sea bisexual. Pero sé que tengo oportunidad.
El problema de Xavier es que repudia a los humanos y para mi desgracia, soy uno.
—Déjame ayudarte, no puedes con todo tú solo. Tus dedos están quemados, apenas puedes sostener algo con ellos —digo siguiéndolo al baño.
Cuando me mira, luce inseguro, aterrorizado y molesto. Se sienta en el borde de la bañera y abre las llaves para que el agua helada comience a salir.
Lo miro con el ceño fruncido mientras se mete en la ducha así como si nada, con el agua tan fría que lo veo temblar con violencia y de su piel sale algo de humo.
Aprieta los puños con fuerza y el agua se tiñe de rojo.
—Xavier, para —digo acercándome—, el agua tan fría no puede hacerte ningún bien.
—No lo hace —dice mirándome—, pero me siento demasiado mal, acalorado, con fiebre.
Comienza a quitarse la camiseta para ver la herida en su costado, puedo ver su torso desnudo con algunas cicatrices. Gime levemente y se contiene mientras toca la herida que sigue sangrando.
Me acerco y cierro la ducha.
—No estás usando la cabeza, Xavier —espeto—, estás gravemente herido.
—He perdido mucha sangre —musita acostándose dentro de la bañera—, estoy demasiado cansado.
— ¡No te quedes ahí! —exclamo tomándolo del brazo y me mira—, déjame ayudarte.
— ¿Por qué? Ayer te di una paliza, ¿es que no tienes respeto por ti mismo? —masculla—. ¿Qué te importa lo que me suceda?
—Si mueres, yo moriré contigo, ¿qué esperabas?
Me ofrece una media sonrisa y me extiende su mano para que lo ayude. La tomo con cuidado de no lastimar sus dedos, pero él tira de mí y termino cayendo en la bañera, sobre él.
—Tus ojos son raros, niño —dice, está demasiado cerca de mi rostro.
Quisiera tener el valor de besarlo ahora, pero mi mente es un mar de inseguridades y retrocedo.
— ¿Qué crees que haces? —reclamo mirando mi ropa mojada.
—Dejo que me ayudes, ¿no es eso lo que querías?
—Solo levántate —mascullo tomando su brazo y ayudándolo—. Usaré el kit de primeros auxilios y veré qué puedo hacer con eso.
—Eso no me sirve —dice con molestia—, ven aquí.
Me acerco y me mira de arriba abajo.
—Bien, haré algo de lo que posiblemente me arrepienta, pero es lo más rápido y no reaccionarás de otra forma.
«Oh, vaya.»
Me gira y me empuja contra la pared, siento su cuerpo sobre el mío y su mano sobre la mía, marcada con el lazo que nos une.
—La naturaleza de nuestro lazo es débil —explica y siento su respiraciones en mi oído—, no te muevas.
«Oh, maldición.»
De repente me siento asustado, quiero soltarme de él, pero mi mente grita que no lo haga. Como si fuese a tener otra oportunidad así...
Pero entonces, siento como arranca algo de mí, como si toda mi energía desapareciera. Sus ojos brillan en rojo y sonríe de lado ante mi reacción.
—Lo único que puedo hacer ahora para curarme es absorber tu energía, si nuestro lazo fuese más fuerte, podrías sanarme tú, pero tenías que ser tan inútil.
Me deja tirado en el baño cuando termina, con una toalla en la cabeza y una mirada de «eres una mierda» en su rostro.