Sanka:
Hace mucho tiempo que no me visto así de elegante. Siento que este vestido va a asfixiarme. Cameron y los demás siguen mirándome como si fuese de otro planeta, pero no me interesa. Lo que me sucedió no es su problema, no tienen porqué saberlo.
Para ellos siempre fui la zorra que tenía sexo con su híbrido, la que "la pasaba de maravilla". No tienen la más mínima idea de lo que yo pasaba cuando Keyler tenía esos ataques de ira. Jamás me hizo nada físico, pero se ponía de muy mal humor. Supongo que el lado demoníaco en ellos es inevitable, y como la imbécil que soy, la ilusa... Lo soporté, lo amaba demasiado. Amaba la ilusión de lo que podría ser nuestra relación.
Pero lo único que hizo Keyler fue herirme una y otra vez, lo que me hizo no tiene perdón.
—Usted debe ser la famosa hija perdida de los Futaba —dice un hombre acercándose, seguido por otros dos—. Es un placer, mi nombre es Bill Danter.
Besa mi mano y una sonrisa falsa se forma en mis labios. Kazumi pone una mano en mi cintura para hacerme saber que está conmigo. Unos minutos antes había ido a saludar a un par de personas.
—Kazumi Futaba, tiempo sin verte —dice el segundo hombre, de cabello canoso y arreglado bigote—. Sanka, usted es igual a su madre.
—Muchísimas gracias, señor...
—Walter, Walter Landon. —Se presenta besando mi mano también—. ¿Quiere bailar?
«No».
—Será un placer. —Sonrío y acepto su mano.
Le dirijo una leve mirada a mi hermano antes de seguir al tal Walter hacia la pista.
—Tus padres eran maravillosos, admirados por todos los presentes —comenta mientras me atraviesa con su confiada mirada.
—Es bueno saberlo —digo mientras bailamos al compás del vals que tocan los músicos al fondo del salón—, ¿a qué se dedica, señor Landon?
—Bueno, el mercado de brebajes siempre ha sido mi especialidad, pero con el tiempo desarrollé varios tipos de armas encantadas para la organización y el mercado negro —explica y asiento.
Los brebajes son bastante inútiles y él lo presume como todo un logro, hasta yo podría preparar uno. Es magia para tontos.
—Vaya, estoy en presencia de todo un empresario —halago y me hace dar una vuelta.
— ¿Está sorprendida? —pregunta con una sonrisa ladeada.
«Sorprendida de lo imbécil que eres».
—Bastante, señor Landon.
No hay señal de anillo de bodas o de compromiso, pero puedo ver algo de maquillaje en su cuello. Bien que yo tuve que aprender a ocultar ese tipo de marca... O está en pareja o se divierte a menudo. Típico.
Quiere seducirme, le concedería más desarrollo para sus comercios, mejor posición y reputación. Estoy segura de que no será el único en intentar. Estos hombres son ambiciosos, calculadores y fríos. La máscara de cordialidad, amabilidad y seducción son puras mentiras. Lo sé, he estado en este ambiente antes y no he olvidado absolutamente nada, por más que quisiera. Todos mis recuerdos me ayudarán en mi objetivo.
La canción acaba y él me suelta con suavidad.
—Le traeré una copa, espere aquí —dice y se marcha, mientras que otra pieza comienza.
Lo miro alejarse, distraída, y es entonces cuando otras manos se apoderan de las mías y comienzan a moverme al compás de la nueva melodía. Siento todo mi pecho estallar en dolor y sensaciones horribles.
—Sanka —dice Keyler mirándome a los ojos y trato de respirar.
Trato de cordinar mis pasos, pero me es difícil y lo piso en dos ocasiones, aunque él no presenta el más mínimo ápice de molestia. No es conveniente para mí hacer un escándalo, por más que quisiera utilizar la navaja escondida en mi vestido.
Su cabello rubio está peinado hacia atrás y viste un traje totalmente bordó, salvo por una camisa y corbata negras. Su tan familiar colonia me da ganas de vomitar.
—No lo hagas más difícil, Keyler —digo en voz baja, apoyando mi rostro en su pecho para disimular una danza más lenta e íntima.
Cuando en realidad no puedo seguir mirándolo a los ojos.
—No podemos hacer un escándalo aquí, aléjate de mí —digo.
—Necesito hablar contigo —dice y mi mirada se pierde entre la gente y nuestras vueltas—, necesito explicarte...
— ¿Qué? ¿Qué es lo que quieres explicarme? ¿Qué otra mentira dirás? —escupo tratando de mantener la compostura.
—No puedo dejarte ir, no tienes idea de cuánto lamento todo —musita con voz quebrada.
—Cállate, ni se te ocurra decir una palabra más —espeto en voz baja—, ¿acaso no me entiendes? No quiero que me toques.
Trato de alejarme, pero no me suelta.
«Kazumi, ¿dónde te has metido?».
—Suéltame, ahora —advierto mirándolo a los ojos, están vidriosos y cargados de ojeras—. No quiero escucharte.
"Solo está enamorado por el lazo que tienen".
Entierro mis uñas en sus brazos y el enorme nudo en mi garganta me asfixia.
—Por favor, vete. —Me siento tan vulnerable e inútil en ésta situación, que no puedo caer más bajo.
Estoy rodeada de personas, esta endemoniada fiesta es importante, empujar a Keyler sería un error, llamaría la atención, se harían preguntas, rumores y su perspectiva de mí cambiaría.
Él me mira con tristeza, pero no me importa.
—Déjame ir, Keyler.
—No.
—Lo nuestro terminó, ¿no te quedó claro? No estás enamorado de mí, estás demente —susurro tratando de retroceder, pero me toma por mi muñeca.
—Te amo.
—Sí, e hizo falta destrozarme para que lo dijeras en voz alta. —Logro soltarme y me alejo.
Sigo caminando, esquivando a la gente y saliendo por la puerta principal al salón. Los guardias me miran, pero sigo caminando, luego trotando y termino corriendo por los pasillos vacíos hasta que los tacos finos que traigo me hacen tropezar y caer de bruces. No pienso soltar una lágrima, no...
Me incorporo, tratando de respirar hondo, de calmarme.