Siempre soñé con poder ser madre,
con dejar una semilla en la tierra,
que pueda germinar y de ella formarse,
otras semillas,obteniendo una gran siembra.
Siempre me pregunté cómo sería,
al tener esa incríble oportunidad;
tal vez bailaría de algarabía
o quizás gritaría de felicidad.
Pasé momentos de desesperación,
perdí por completo la esperanza,
llegué a una profunda depresión,
hasta que diocito movió la balanza.
Ocurrió ese curioso milagro:
el milagro de la vida;
llegó a mi vientre un ángel,
brindándome luz y alegría.
Ese pequeñito consuelo
que te da fuerza y valor,
te otorga infinito amor,
más infinito que el cielo.
Acompaña ahora mis días,
me regocija con su ternura;
es mi mayor fantasía,
lo único que ahora me impulsa.
Quién necesita más motivos
para luchar con uñas y dientes,
si es por ella que muero y vivo,
ella es mi mayor aliciente.
Sola me tocó cuidarla,
trabajando día y noche;
para que nunca nada faltara,
ni siquiera ropa,zapato ó coche.
A pesar de estar fatigada
y de postergar mis enseñanzas,
siempre una vía encontraba
sin perder nunca la esperanza.
Así logré culminar mi carrera,
me formé para ser profesional;
mi niña fue la mayor recompensa,
de no perder la fe,de no rendirme jamás.
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superación amor propio reflexión, femeneidad, poder autoconfianza
Editado: 12.09.2024