Sonata de Luna Llena

Prólogo

Al colocar la última caja en el interior de mi coche, solté un suspiro.

Cassandra Shlüter Piotrowski.

Ese era mi nombre.

El que se supone que me identifica como persona...

Aunque en un resumen de mi vida, tenía cuatro años cuando a mí madre se la llevó el incesante y devastador cáncer, comenzó con un simple tumor en su pecho, y terminó con ella lentamente.

Su ausencia nunca me impidió crecer, siempre la mantuve presente en mis pensamientos y en mi vida, éramos ella y yo contra el mundo.

Luego de su muerte mi padre me crió, me mantuvo y guió, aunque nuestras personalidades chocaran siempre, y pelearamos cada cierto tiempo, le quiero con mi vida.

No tengo mucha familia, no tengo muchos amigos, y tampoco acostumbro a llamar la atención.

Desde pequeña me enamoré de los libros, de la literatura y su arte en la vida misma, y desde entonces nunca me detuve, la escritura se dio después, en plena adolescencia, decidiendo estudiar literatura, me gradué con honores en la universidad más cercana a mi hogar, en Alemania.

Y hasta ahora, a mis veinticuatro años, decidí tomar el verdadero rumbo de mi vida.

Algún lugar lejano, con gente desconocida, donde la nieve abunda.

Observo por última vez la ventana de mi habitación, y recogiendo mi rubio cabello en una coleta, me acerqué hasta donde mi padre; Frederik Shlüter, se encontraba.

Sus ojos verdes se humedecieron, y su resplandeciente sonrisa me iluminó, sus mejillas mostraron una que otra arruga, y su piel clara como la nieve me abrazó, si algo no podía negar era la belleza de mi padre.

Yo había sacado una que otra cosa, como su tono de piel, y su cabello casi dorado, tenía los ojos azules de mi madre, y la sonrisa de padre, mis labios ya parecían a los de madre, rosa pálidos,  y no me quejaba.

— No te has marchado y ya te echo de menos...— Dijo mi padre mientras me estrechaba en sus brazos.

Mi rostro se refugiaba en su pecho y mis brazos lo envolvían con fuerza.

Queriendo que fuera eterno.

— Mi pequeña Cassi...— Aspiré su aroma a menta por última vez y lo observé con una sonrisa en la cara.

— Yo también voy a extrañarte padre.— Dije mientras una que otra lágrima traicionera se derramó.

— ¿En qué momento creciste tanto? — Dijo acariciando mis mejillas, como si no fuera real y quisiera asegurarse de ello.— Tú madre está tan orgullosa de tí como lo estoy yo.— Dijo finalmente.

Y abrazándolo nuevamente suspiré.

— Cuida a Tyra por mí.— Dije sonriente.

Tyra era la hermosa y pequeña hija de su novia, llevaban algunos años juntos, y no podría tenerle más cariño a las dos, Greta era adorable, y no podría agradecerle más por todo lo que ha hecho por mí y por mí padre.

— Te quiero infinitos.— Dijo besando mi frente.

— Y yo millones.— Le sonreí por última vez antes de suspirar y subir al auto.

Me esperaba un largo camino.

Y dejando las calles de toda mi vida, y los colores alegres de aquellas casas de Osnabrück atrás, tomé destino hacia mí nuevo hogar.

Ghöstery...

Un pueblo al otro extremo de Alemania, compartiendo tierras con Polonia, un lugar peculiar para una chica peculiar, y en el cual toda la vida he querido vivir.

Madre, Katrine Piotrowski, era polaca, llegó a Alemania cuando la guerra los llevó lejos, dándole lugar a una historia en la cual conoció a mí padre y se enamoraron para tres años más tarde tenerme a mí, su única hija.

Luego de la muerte de Katrine, mi padre se esforzó por brindarme todo su amor y paciencia, que ha decir verdad, ha sido mucha, soportó mis travesuras, mis crisis existenciales, le tocó ayudarme con trabajos y darme charlas de relaciones amorosas, jugó con muñecas y me pintó las uñas, creo que jamás podría agradecerle todo lo que por mí ha hecho.

Y hablando de mí...

Siempre me cerré a una sola idea del futuro, mi futuro, nunca tuve amigos tan cercanos, nunca tuve un novio por el cual llorar, mis amores siempre fueron inalcanzables y platónicos, y en la adolescencia traté de esconder mi cuerpo, el cual se desarrollaba cada vez más, con enormes suéteres.

Como mi madre, había heredado su cuerpo esbelto, mi estatura era de 1,73 y aún así, en comparación, soy el tamaño normal de mis razas.

Desde mis dieciséis años fui independiente, comencé a trabajar en una biblioteca, la cual me llevó a una cafetería, y a pesar de que mi padre reclamó unas cuántas veces el hecho de que no hacía falta, trabajé y ahorré toda mi vida para este momento.

Soñaba con poder comprar la propiedad más importante de Ghöstery, la cual estuvo abandonada luego de que sus últimos sucesores murieran, o así tenía entendido hasta ahora.

Era una llamativa propiedad al estilo victoriano, completamente hermosa e inigualable.

Padre decía que era un lugar aburrido para vivir.

Y como el agua y el aceite...

Decidí comprarla, y ahora soy la futura dueña de la gran majestuosidad Baumgärtner.

Siempre se me ha titulado como un alma vieja, y hasta yo misma he de afirmarlo.

Soy amante de los días fríos y un café caliente, de la ropa de invierno y las personas calladas, me gusta la soledad, y la música clásica, los libros y su aroma, más aún si son antiguos...

Un alma vieja...

Eso es Cassandra Shlüter.

Escribo poesía, no una cualquiera, amo plasmar la incertidumbre, el vacío y el misterio.

Que con cada palabra escrita el corazón que lee se acelere.

Me gustan las cosas raras, y me gusta ser curiosa al respecto de mis gustos.

Al llegar al aeropuerto, estacioné el auto, al cual decidí venir sola porque no soportaría ver a mi padre al otro lado llorando.

— El momento ha llegado Cass...— Susurré observándome en el retrovisor, mis mejillas estaban coloradas, y mis labios resecos de tanto morderlos.

Peiné improvisadamente los mechones sueltos de mi cabello y bajé del auto.



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En el texto hay: pasion, amor, epoca

Editado: 29.04.2023

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